Patricia Abarca Matrona. Doctora en Bellas Artes y Máster en Terapias Expresivas
Las pinturas zen o sumi-e condensan de manera estética el budismo zen además de otras filosofías orientales como son el taoísmo o el confucianismo. En estas pinturas trabajadas con tinta china, generalmente monocromática, aflora una poética de naturaleza minimalista: una rama con hojas, un tallo de bambú o un árbol seco; rocas, montañas o pequeñas piedras; pájaros, insectos o la presencia del hombre, emergiendo en el espacio vacío, dibujados simplemente mediante la valoración tonal y la energía concentrada en el gesto de la pincelada de tinta; elementos que, más que surgir como protagonistas de una composición, afloran como una parte ínfima, que concentra fluidamente la armonía de la naturaleza universal, esa belleza que aflora ante nosotros, en la simplicidad más absoluta de la contemplación de lo cotidiano.
En estas pinturas la filosofía zen se traduce sobre todo en el acto meditativo de dibujar, en el gesto, en el movimiento intuitivo, en la concentración, en la introspección corporal-espiritual de quien pinta y por lo tanto sólo podemos acercarnos a la esencia de su expresión mediante una silenciosa contemplación, lejana a todo ese discurso intelectual que secunda la observación de las obras del arte occidental. Se dibuja con pinceladas intuitivas y de una vez, sin repasos ni correcciones, de manera libre, en contacto y en armonía con el sentir interior, descubriendo la comunión de la naturaleza exterior con la propia naturaleza interior. Por eso cada pintura es única, irrepetible e incorregible, sólo podemos madurar y corregir la técnica dibujo a dibujo, pintura a pintura, del mismo modo que vamos logrando nuestra propia madurez en la vida, momento a momento, suceso a suceso y a lo largo de la propia existencia.
Zazen es un método de meditación del budismo que conduce rápidamente a la relajación alpha, que considera tres aspectos: la postura corporal, la respiración y la actitud del espíritu. Su práctica es muy efectiva para la ampliación de la conciencia y el desarrollo de la intuición, generando una gran energía, por eso se considera la meditación del despertar o de la iluminación. Durante la práctica no hay que intentar lograr nada, sólo concentrarse en la postura, la respiración y la actitud del espíritu de estar simplemente en el aquí y el ahora.
La postura de meditación generalmente es sentado, en actitud de loto o en una silla, lo importante es estar atento en todo momento en los diferentes puntos de nuestro cuerpo, relajando las tensiones y manteniendo el tronco erguido. La postura correcta facilita la respiración, buscando mantener un ritmo lento, fuerte y natural: con una expiración suave, larga y profunda presionando hacia el hara o bajo vientre mientras se expulsa el aire; una vez se ha eliminado todo el aire, la inspiración emerge de manera natural y se intenta de igual modo llevar el aire hacia el bajo vientre. La actitud es de estar en el aquí y en el ahora, dejando que las imágenes y los pensamientos que surjan pasen como las nubes en el cielo, sin oponerse ni tampoco quedarse atrapado en ellos, con una atención y una concentración profunda en nuestro cuerpo.
La práctica de esta respiración conduce a la relajación y al control de la actividad mental del córtex, mejorando la circulación de las capas más profundas del cerebro y eliminado la tensión de los vasos sanguíneos. Así, mediante el Zazen se puede llegar a percibir ese estado de profunda paz en el que descubrimos la comunión del cuerpo, la mente y el espíritu con el flujo de la vida. El zen es la filosofía de la práctica donde la mente no imagina, ni espera nada, por eso los maestros dicen que esta filosofía no se puede teorizar, sólo se puede llegar a comprender mediante la práctica y la repetición hasta llegar a experimentar el contacto de la propia naturaleza interior, comulgando con la naturaleza más esencial de todo aquello que nos circunda. La concentración en el propio cuerpo, en el estar en el aquí y en el ahora, sin más; como expuso el maestro T. Suzuki: la concentración viene del cuerpo e influye en el espíritu, y para disciplinar la mente se ejercita la concentración en el cuerpo. De este modo la meditación y la introspección permiten la comunicación directa con la naturaleza de las cosas, se potencia así la intuición y se desarrolla el amor por lo simple; se valora la naturaleza y se reconoce lo esencial de ser humano.
Del mismo modo, el dibujo o la pintura zen no tiene sólo un sentido estético, es un acto de meditación activa en la cual necesitamos concentrar la atención en el acto pictórico, relajar mente y cuerpo mediante una adecuada respiración, además de una actitud libre que permita trasladar a la pincelada lo que emerge en el momento, sin esperar ningún resultado especial: es la búsqueda de esa comunión con la naturaleza más esencial de la vida que emerge en el silencio, en la contemplación y en el contacto íntimo con nosotros mismos; es el reencuentro con la belleza esencial, con esa energía que aflora como un susurro estético expresado en un trazo, en una línea, en una forma, invisible, inexplicable y perceptible solo para quien logra liberarse de todas las ataduras del ego y contactar con lo más esencial de sí mismo.
Por ello, esta práctica artística contiene tres principios relacionados con la vida monástica donde nació su disciplina: el espacio vacío en oposición al trazo, y la soledad -sabi- necesaria para que emerja el vacío todopoderoso que lo contiene todo; la imperfección -shibui- propia de la naturaleza, y la simplicidad -wabi- o pobreza de medios.
Os invito a sumergirse en la experiencia zen a través del dibujo y la pintura. No se necesita tener conocimientos artísticos, tampoco tener facilidad para dibujar, ya que comenzamos trabajando el trazo, la línea y la aguada de manera muy sencilla. La meditación que se practica en cada taller deja aflorar la simplicidad y la libertad necesarias para introducirnos en ese flujo de lo esencial, que nos permite expresar la sutileza de la vida. Podréis percibir la paz en vuestra mente, descubriréis el gran potencial creativo que guardáis en vuestro interior, así como el inmenso efecto terapéutico que tiene esta maravillosa disciplina.