Quién es
Nacida en Barcelona, es escritora y periodista especializada en antropología. Creció rodeada de personas que disfrutaban cocinando: su familia materna regentaba una pequeña panadería con horno de leña; su familia paterna, un bar de tapas y comida casera.
Durante sus viajes por el mundo ha ido recetas de cocina y es amante de la diversidad cultural. Nada le causa más placer que preparar un plato nuevo.
Actualmente vive a orillas del Támesis y pasa los veranos bajo el sol del Mediterráneo.
Es autora de "Cocinar con alma", editado por Urano.
Contacto: www.lolamayenco.com y en redes sociales.
Aurelio Álvarez Cortez
-Dejas en claro, desde un comienzo, tu intención de empoderamiento de la mujer ante la cocina.
-La introducción sobre todo es una llamada al empoderamiento femenino. La cocina es el último bastión del machismo y no puede ser que en estos tiempos solo uno de cada diez restaurantes en España con estrella Michelin tenga a una mujer al frente, mientras que en las casas, aunque seamos las que cocinamos mayoritariamente como muestran las estadísticas, el 84% de las mujeres españolas cocinamos a diario versus el 42% de los hombres. No nos sentimos totalmente libres haciéndolo, o con placer, sino a menudo por rutina, obligación o por complacer. Intento provocar un cambio e invito a las mujeres a que empiecen a cocinar de una manera diferente, con poder y disfrute. No se trata solo de reivindicar sino de encontrar nuestro lugar en la cocina y descubrir que puede ser un lugar no solo de empoderamiento sino de desarrollo personal.
-Existe entonces una relación tóxica de la mujer con la cocina.
-Es muy curioso, pero al preguntar a cualquier mujer si le gusta cocinar, lo más probable es que responda que sí, que le encanta. Pero si le preguntas si ha disfrutado ayer preparando la cena, posiblemente conteste otra cosa, quejándose de miles de pequeñas cuestiones. Esa diferencia entre el concepto de la cocina en general y el de la cocina concreta me llevó a hablar con otras mujeres para que me lo explicasen. Me llamó la atención descubrir que la cocina fue un invento de las mujeres y, además, una actividad que hicimos en exclusiva durante muchísimo tiempo, pero a lo largo de los milenios hemos perdido poder en ese espacio y ahora mismo nos vemos siguiendo indicaciones que no son de nuestra propia alma. De ahí el título de reivindicar el cocinar con alma, lo contrario de cocinar bajo presión, que es lo que solemos hacer la mayoría de nosotras. La acción concreta de preparar la cocina a diario no la disfrutamos tanto como deberíamos.
-Has nacido y criado en un entorno muy ligado a la cocina, en una pequeña panadería con horno a leña. Para ti, ¿qué es la cocina?
-Los escritores somos mendigos diciéndoles a otros mendigos dónde encontrar pan. He escrito desde un punto de vista de muchísima humildad. He visto siempre a mi alrededor mujeres muy empoderadas, que han trabajado en casa y fuera de ella, pero siempre han llevado las riendas de su propia cocina, con poder y con placer. En mi día a día me encuentro limitada y por eso he querido investigar, desde una necesidad personal Yo también me siento a veces desbordada por la tarea cotidiana en la cocina y he querido buscar en otras mujeres que disfrutan y lo consiguen, que me cuenten sus secretos.
-Propones una nueva forma de cocinar. ¿Cuál es?, ¿un estilo propio?
-Un estilo propio no, es el modo de las mujeres que admiro y a las que he entrevistado, cocineras con alma cuyas historias cuento en el libro y que cocinan siguiendo, básicamente, siete principios básicos, según he descubierto.
-Vamos a ver, el primero de esos principios es el de “sin dietas y con placer”. Dices, entre otras cosas, que el filósofo Descartes estaba equivocado y que en la cocina no hay que dejar de imaginar.
-Una chica de Creta descubrió el placer de la cocina y del comer. Ella me guió en su experiencia, demostrando que hay que eliminar una de las grandes presiones de las mujeres que cocinamos: la de las dietas, lo que podemos o no comer, qué es sano y qué no… Todo esto hace que las mujeres no disfrutemos en la cocina porque ya no sabes si puedes permitirte determinados placeres.
La cocina tiene que estar asociada al placer. Es la principal reivindicación o aprendizaje de esta cocinera cretense, que me dejó clarísimo que si tú estás en una cocina pensando en las calorías que tiene un plato, no disfrutarás. Y si piensas que lo preparas es o no sano, tampoco. Si lees los estudios de nutrición se contradicen unos a otros en función de quién está subvencionando la investigación. Hay que descubrir el placer de la cocina y la comida que a ti te gusta. Tenemos que escuchar nuestro cuerpo y sentirnos, sin pensar tanto, de ahí la reflexión por la frase de Descartes.
-El segundo reza “sin ingredientes caros, con humildad”. Para ser creativos a veces implica utilizar precisamente ingredientes caros.
-El tema de la humildad en la cocina se ha perdido porque los grandes ídolos son los famosos cocineros. Un gran cocinero no puede estar en el olimpo gastronómico y al mismo tiempo tener un ego pequeño, imposible. Como ellos son nuestros modelos, ahora asociamos la cocina con los ingredientes caros, raros y difíciles de conseguir; a las elaboraciones complicadas con unas técnicas de químicos… En este apartado, una cocinera de Nápoles nos recuerda que la cocina se ha hecho siempre desde la humildad y utilizando lo que había en nuestro entorno. Hay que apreciar lo que sabemos y tenemos. Poner estándares de calidad y creatividad de la cocina profesional para aplicarlos en la cocina doméstica es solamente fuente de estrés y no es cocinar con alma.
-En el capítulo de “sin sacrificio y con amor” señalas aquello de armonizar lo nutricional de los alimentos con la calidez emocional.
-Si cocinamos con amor la comida sabe mejor. Estudios sociológicos demuestran que la comida servida por quien te quiere muchísimo sabe muchísimo mejor que aquella preparada por alguien que te odia. Una película famosa y bonita, “Como agua para chocolate”, reflejó fantásticamente este tema. Culturas como la ayurvédica, en India, dicen que esto es fundamental. Si una mujer está triste, deprimida, no la dejan cocinar porque estos sentimientos negativos se transfieren, de alguna manera desconocida, a los ingredientes. Una de las formas de cocinar con alma es recuperar esa cocina con y por amor. Si no estamos bien, hagamos algo para cambiar el estado emocional antes de manipular los ingredientes.
-¿Meditar antes de cocinar?
-La cocina siempre ha sido un ritual desde el principio de los tiempos, hasta que la hemos convertido en una rutina. Tenemos que hacer pequeños gestos que permitan entender, sentir, que cocinar es sagrado. El ritual puede ser muy personal, yo doy algunas ideas, pero lo importante es cuando entremos en la cocina sepamos que es un espacio sagrado.
-¿Qué son los bocados de cariño?
-Son lo contrario de las recetas estándar, platos que realmente nos despiertan emociones. El otro día me consultaban qué pastel de cumpleaños se podía preparar para un amigo. Respondí que mejor era consultar a alguien que lo conociera muy bien para saber qué postre lo haría regresar a los cumpleaños de su niñez. Los bocados de cariño llevan a bucear en la memoria para preparar, de nuevo, esos platos que nos hacían las madres, las abuelas o quienes más nos han querido, y replicarlos.
-Cuando entré por primera vez a la cocina para preparar algo a mi familia me inmovilicé, pensé que no era capaz, ¿les gustaría? Dudas, miedos…
-La confianza y la esperanza, dos palabras muy relacionadas que estamos perdiendo en la vida y en la cocina, las he querido reivindicar, especialmente después de hablar con mujeres que me dijeron “tú tranquila, cuando hagas cosas difíciles, si es tu primera vez y piensas la voy a liar, no me va a salir, ten confianza, tú puedes”. Las cosas pueden salir más o menos, pero estas mujeres que he entrevistado defienden que al final tenemos que gestionar nuestras expectativas. Y esto se relaciona también con la humildad, decir “lo he hecho lo mejor que he podido y la siguiente vez saldrá mejor”. Es confianza de que en la cocina podemos trabajar a diario, una cualidad, un valor personal que van muy bien para estos tiempos.
-Otro principio. Cocinar “sin culpas y con humor”, como cenar con palomitas cuando las cosas no salieron bien y se quemó la comida. El humor viene al rescate, como también el cantar.
-Tenía mucha confianza pero al final la he fastidiado y el pastel de cumpleaños se ha hundido. ¿Qué vas a hacer? En vez de aceptar las exigencias externas o las autoexigencias, tomar las cosas con humor, una nueva manera de cocinar. No es el fin del mundo, suceden cosas más graves. Y eso que los políticos no parecen que estén tomando sus responsabilidades en serio. Debemos hacer todo lo posible para que las cosas salgan bien, pero si a pesar de nuestros esfuerzos no puede ser, tomémoslo con humor, como cenar con palomitas.
-También nos puede salvar el espíritu amateur que algunos llevan dentro. Tal y como apuntas en “sin normas estrictas y con creatividad”.
-Me ha pasado mil veces al ir a la nevera y descubrir que no tengo nada. No sé qué voy a preparar esta noche y de repente veo unos recipientes por aquí y por allá, y sale una comida excelente. Es que no confiamos en nosotros mismos ni en nuestras cualidades o lo que vamos aprendiendo. Los seres humanos somos creativos por naturaleza, ante una necesidad lo somos. Cocinar con alma significa cocinar desde la creatividad, no de técnicas imposibles propuestas por chefs del olimpo gastronómico, sino proveniente de personas sencillas que poseen tantos o más recursos de los que se cree.
-Por último abordas el tema de la gratitud, ser agradecido. Decir un mantra, “gracias”.
-Quizá para mí, junto con el primero, el del placer, este capítulo es especial. Es un viaje que comienza con el placer y acaba con la gratitud. Agradecimiento hacia los ingredientes que tenemos, el hecho de poder tener una cocina en donde prepararlos, por el apetito para consumirlos y la compañía con la que poder compartirlos. Si piensas en todas las cosas que tenemos, da gracias, ¡gracias!, como un mantra. Es lo que aprendí de una mujer muy mayor, en Tel Aviv, que poco a poco ha ido perdiendo todas sus fuentes de placer en la cocina, como suele pasar. Ahora vive sola, no puede comer platos que le gustaban porque no le sientan bien. Entonces, ¿para qué cocinar?, ¿para ella sola? Pero encontró las fuerzas para seguir adelante y la gratitud de que puede comer, de seguir disfrutando, y puede invitar a una vecina. En vez de fijarnos en las carencias, en lo que no tenemos, mejor hacerlo en lo que nos sobra.
-¿Con qué criterio has hecho la selección de ciudades?
-Me encanta el Mediterráneo aunque viva en Londres. Es donde voy de vacaciones y siempre que puedo. Me agradan las distintas formas de cocinar que hay allí. Con los mismos ingredientes y clima similar, se preparan platos absolutamente diferentes. Siempre que viajo, lo primero que hago es visitar un mercado, un restaurante de cocina tradicional, y hablo con las personas que lo llevan para que me cuenten sus secretos. Así tengo un montón de historias escuchadas como escritora y periodista, que voy apuntando. Todos esos hilos se tejen en algún momento y sin darte cuenta te encuentras hablando de placer en Creta y gratitud en Tel Aviv. Son historias, entre todas, que todavía recuerdas tiempo después y las quieres compartir.
-Si tienes algún plato preferido, ¿cuál es?
-Lo primero que me viene a la mente es un zumo de naranja. Obviamente, no es un plato, sino una bebida. Mi infancia huele a zumo de naranja que me preparaba mi madre cada mañana en cualquier época del año. Me despertaba, dejaba el vaso en la mesita de noche, me daba un besito y decía “buenos días”. Para mí, un zumo de naranja me devuelve a la infancia, es amor, tranquilidad.
-¿Tu propuesta se relaciona con el slow life?
-El slow life también presiona con estándares, pero si hablamos de slow en el sentido de tomar conciencia de tus propios placeres y necesidades, sí, se puede relacionar.
-Por lo tanto…
-La cocina debe dejar de ser una cárcel para las mujeres y convertirse en un refugio del alma. Podemos cocinar de una forma diferente en un espacio físico que lo vivamos también de un modo distinto.
Fotografía de Siobhan Ferguson