Patricia Abarca. Matrona. Doctora en Bellas Artes y Máster en Terapias Expresivas
El mundo se nos muestra en color, las cosas no sólo se diferencian por su forma y tamaño, sino también por su colorido. Al observar detenidamente la naturaleza, la ciudad o lo que nos rodea podemos apreciar la cantidad de colores y matices en los que se desenvuelve la vida. El color proviene de la percepción visual que realiza el cerebro al interpretar las señales provenientes de la retina, según la longitud de onda del espectro lumínico captada por el ojo.
Cualquier materia o cuerpo físico iluminado absorbe una parte de las ondas luminosas electromagnéticas y refleja las restantes; estas ondas reflejadas son captadas por el ojo e interpretadas en el cerebro como colores. Aunque hay variadas fuentes lumínicas, la más importante es la luz solar, la que está formada por un amplio espectro de radiaciones que comprende desde longitudes de onda muy pequeñas de 1pm, equivalente a la billonésima parte de un metro, hasta longitudes de onda muy grandes, de más de 1 kilómetro. Cada longitud de onda define un color diferente.
Los humanos tan sólo somos capaces de visualizar las longitudes de onda que van desde 380 nanómetros que corresponden al color violeta hasta los 730 nanómetros que corresponden al color rojo. A esta porción de colores que vemos se le llama espectro visible y comprende cerca de un millón de colores, que seremos capaces de percibir según la propia sensibilidad y las condiciones del entorno.
Como vemos, los colores transmiten un cierto tipo de energía, y esta resuena en nuestros sentidos; es decir, los colores no solo se visualizan, también repercuten en nuestras sensaciones y emociones, inducen en nosotros una reacción espontánea, vinculándose a los sentimientos y afectando nuestro comportamiento, de ahí que damos a cada uno un sentido simbólico y concreto. Dichas asociaciones no se producen por una simple cuestión del gusto, sino que provienen del inconsciente y de la memoria colectiva, de las experiencias universales arraigadas en nuestro pensamiento y en nuestro lenguaje, sumando a ello las propias experiencias afectivas que hemos vivido en relación con los diversos colores.
Nuestro espectro emocional es tan variado y amplio como lo es el espectro de colores, por eso cada color resuena en una misma persona de manera diferente, e incluso contradictoria, según el momento, las circunstancias y el grado de sensibilidad en el que nos encontramos. Aun así, como expone la psicóloga Eva Heller, los colores semejantes se relacionan con sentimientos e impresiones similares, por ejemplo: al bullicio y a la animación se asocian los mismos colores que a la actividad y la energía; a la fidelidad, los mismos colores que a la confianza; y por otra parte, la asociación de colores afecta de manera diferente a cuando experimentamos los colores aislados: el rojo con el amarillo y el naranja produce un efecto diferente al rojo combinado con el negro o el violeta, o al rojo solo; el efecto del verde con el negro no es el mismo que el verde con el azul, etcétera.
Desde la psicología, en términos generales se han distinguido los colores denominados como "calientes" –rojo, naranja, amarillo y sus variantes– y "fríos" –grises, azules, negro, violetas, etcétera–. Los primeros son adaptativos y anímicos, produciendo un efecto estimulante y excitante, mientras que los segundos favorecen el proceso de oposición y de negatividad, con un efecto sedante y apaciguador. Sería interesante observarse uno mismo y descubrir cuáles son los colores preferidos a nivel consciente y cuales son los colores que nos movilizan de manera inconsciente: cuando algo nos atrae, ya sea una imagen, un paisaje, una persona, un escaparate, etcétera. ¿Por qué nos atrae?, ¿qué colores hay presentes en aquello que nos atrae? Cuando pintamos libremente, ¿qué colores nos afloran? En el modo de vestir, por ejemplo, muchas veces elegimos el color que está de moda, o el que va unido a un determinado estilo cultural, con el que nos sentimos identificados más desde lo racional que desde lo intuitivo, y que no necesariamente representa nuestra verdadera naturaleza. Tal como lo hacemos con las emociones, muchas veces por motivos de moda, culturales e ideológicos bloqueamos nuestro personal espectro de colores, asumiendo otros que en el fondo no conectan con nuestra propia sensibilidad.
Relacionando color y personalidad, diversos autores coinciden en lo siguiente: el color rojo se asocia a personalidades con carácter, activas y optimistas; competitivas laboralmente, en ocasiones algo impulsivas, deben trabajar el autocontrol y la reflexión. El naranja se relaciona con personas sociables pero que saben establecer los límites con seriedad y equilibrio, comprensibles y accesibles; les gusta el movimiento y los deportes, emprendedores de pequeños retos, no son impulsivos. El amarillo es el color de los creativos, pero con una imaginación más bien racional y práctica; son analíticos y muy críticos consigo mismos, a veces demasiado autoexigentes, tendiendo a controlar sus emociones. El verde se relaciona con personas solidarias, consiguiendo que quienes los rodean se sientan bien; buscan la cercanía de los demás y ansían sentirse seguras y amadas, pero al mismo tiempo tienen miedo a ser heridos; les gusta que se les reconozcan sus esfuerzos y sus acciones. El azul es el color del equilibrio y la paz interior; se asocia con quienes suelen vivir de acuerdo a sus creencias y a sus ideas, independientes, seguros, equilibrados, serenos y optimistas. El morado es el color del orden, del sentimentalismo y la espiritualidad; se vincula con personas sensibles, a las que les afecta lo que los demás piensen o digan de ellas; reflexionan y meditan sobre los hechos, actuando con la cabeza y equilibrio; buscan siempre su paz interior. El marrón y los colores terrosos se relacionan con personas arraigadas a la tierra, a lo físico, a lo natural y a lo sencillo; aman a su familia y a sus amigos. El color gris es característico de las personas equilibradas, tranquilas y conservadoras, racionales, algo frías pero afables, no apáticas; aman la rutina y disfrutan de las cosas sencillas, sin artificios.
Pese a lo descrito, son muchos los factores y condicionantes que entran en juego al relacionar un determinado color con la personalidad, y también lo más probable es que los colores cambien a lo largo de la vida según nuestra propia evolución. Te invito a descubrir tu propio cromatismo.