Aurelio Álvarez Cortez
Momentos de crisis donde la protección del organismo del ser humano, biológicamente entendido, es prioridad, queda relegado el impacto psicológico y su tratamiento. Por eso hemos querido darle voz a Emma Barthe, quien fue entrevistada para una portada de Tú Mismo años atrás, y que ahora, por esas vueltas de la vida, se cruza sincrónicamente en nuestro trabajo en el difícil contexto en que nos encontramos.
Licenciada en psicología por la Universidad de Barcelona, Barthe se formó en psicología de la salud en el San Vincent Medical Center de Los Ángeles (EE.UU.), en técnicas de modificación conductual y bioinformación por el Drake Institute of behavioral Medicine, y en psiconeuroendocrinoinmunología, con amplia experiencia en el campo del psicodiagnóstico y la neurociencia aplicada al bienestar, la salud y el desarrollo personal desde el autoconocimiento y la actualización de las potencialidades inherentes.
“Es tiempo de transformación, de Ser”, dice hacia el final, pero vamos paso a paso, desde el comienzo…
-Tenemos pensamientos, emociones, y como se sabe, está demostrada su influencia en la biología humana. ¿Cómo es el mecanismo básico de esos efectos?
-Entre la psique (pensamiento, emoción) y el sistema nervioso, endocrino e inmunológico existen múltiples y complejas interacciones. Mente-cuerpo-cerebro están en continua comunicación. En situaciones que interpretamos como una amenaza, sea real o imaginaria (y aquí hemos de tener en cuenta que el cerebro no distingue entre lo real y lo imaginario) se producen determinados cambios psicofisiológicos que afectan a los sistemas nervioso, endocrino e inmune. Se sabe que el inmune y el endocrino son controlados por el sistema nervioso y este, a su vez, por nuestros pensamientos traducidos en emociones (química). Cuando nos encontramos en una situación percibida como amenazadora se activa el sistema nervioso, al mismo tiempo que se producen hormonas y neurotransmisores que actúan sobre el sistema inmunológico, disminuyendo las defensas y aumentando la vulnerabilidad del organismo a la enfermedad.
La enfermedad es el resultado de múltiples factores que dependen tanto de las características del agresor, por ejemplo el virus, como del organismo agredido, tales como las variables genéticas, orgánicas, inmunológicas, endocrinas, cognitivas o emocionales.
-Estamos en una situación excepcional y tú afirmas, y podría decir también de mi parte, que la psicología, es mucho más que un apoyo. ¿Por qué?
-Por supuesto esta situación que tú llamas y es excepcional nos está manteniendo en un estado de alerta continuo, haciéndonos más vulnerables a la posibilidad de enfermar por disminución de las defensas, sin olvidarnos de la posible clínica psicológica (ansiedad, depresión, alteración del pensamiento, paranoia, agresión). Las hormonas que se liberan en momentos de alerta o estrés reducen la respuesta del organismo a los invasores exteriores, como por ejemplo los virus. Esa alerta continua altera la formación de linfocitos, disminuye la creación de anticuerpos y precipita la enfermedad. Nuestra forma de responder al estrés producido por una situación de crisis depende de nuestra estructura de personalidad y es posible que ante determinadas situaciones nos falten recursos (cognitivos, emocionales y comportamentales) para hacer frente a la situación amenazadora, produciendo pérdida de equilibrio, malestar y susceptibilidad a la enfermedad (psicológica o física).
La psicología es un recurso que debe ser tenido en cuenta a la hora de enfrentar situaciones que quebrantan nuestra estabilidad y hacen tambalear nuestra salud.
-En tal sentido, ¿propondrías una movilización de los profesionales como una acción necesaria?
-Absolutamente, el papel de los psicólogos es fundamental, ofreciendo asesoramiento y estrategias de afrontamiento antes, durante o incluso una vez la situación haya finalizado. Desde la facilitación de habilidades de respuesta (adaptación, toma de decisiones, flexibilidad, escudos protectores, mecanismos de defensa) hasta mecanismos de autocontrol, gestión emocional y manejo del estrés que permitan al mismo tiempo minimizar las consecuencias derivadas (físicas y psicológicas e incluso existenciales), tanto en profesionales como en aquellos afectados por la enfermedad. ¿Cómo? Disminuyendo el impacto psicológico negativo, incluido el manejo del duelo, ofreciendo apoyo y soporte psicológico continuo que alivie el sufrimiento y estimule la recuperación, haciendo también especial hincapié en la manera de informar sobre la situación para que movilice nuestra responsabilidad y compromiso con el manejo de ella, sin necesidad de generar una mayor alerta que conduzca a la urgencia, el pánico o la desesperación con pérdida de dominio y control.
¿Cuándo? Tanto en la etapa de pre-situacional, situacional como post situacional. Se trata de que en todo momento exista una regulación cognitiva (pensamientos, creencias, actitudes, prejuicios…), emocional y comportamental que preserve el bienestar de profesionales y afectados, evitando así trastornos mayores durante todo el proceso y del mismo modo posteriormente.
En esta situación la afectación no solo es individual, sino también grupal, familiar, social e incluso institucional, y lidiar con ella es una cuestión, igualmente, de recursos humanos además de terapéuticos.
-¿Cuál sería un programa de contingencia para implementar desde la psicología, si se pudiera? ¿Y en tal caso, debería ser voluntario?
-Es cierto que estamos hablando de una actividad profesional qué debería ser cubierta y valorada como tal, ya no sólo desde la intervención inmediata sino también como seguimiento posterior a la situación y con el fin de evitar síntomas posteriores. En este caso particular, y viendo la inexistencia de un programa de contingencia psicológica, mi ofrecimiento como profesional voluntario es algo que he estado valorando y deseando hacer desde el primer momento. En esta situación cuidar la salud mental es fundamental e imprescindible, más allá de las medidas ofrecidas como consejos y medidas para sobrellevar el confinamiento, el aislamiento o la incertidumbre, sin pretender que sea menos importante, que lo es.
-¿Crees que puede haber en las personas una sobreexposición a las informaciones sobre este tema, considerando el consumo de ellas a través de las redes sociales, sin contar los canales tradicionales de comunicación social?
-Absolutamente. Hay un exceso de información en todos los ámbitos de comunicación, ya no sólo en el contenido sino desde el posicionamiento, con mayor atención a los aspectos negativos, de carencia o pérdida. Un uso “inteligente de la comunicación” es un requisito imprescindible en este tipo de situaciones capaces de despertar la alerta social.
En estos casos urge una comunicación auténtica frente a una comunicación manipuladora que logre transmitir lo esencial del mensaje, sobre todo teniendo en cuenta nuestro estado de vulnerabilidad. “Hacerlo fácil” sería el lema, evitando el impacto y los efectos negativos.
-Se ha insistido en la importancia de respetar cierta planificación de actividades rutinarias en el marco del confinamiento social. ¿Sí o no?
-En estas situaciones establecer rutinas puede ayudarnos a sobrellevar mejor la situación, a la vez que sosegar la mente y aquietar los pensamientos emergentes ante la incertidumbre y la espera. La rutina nos permite ejercer control sobre la situación y adquirir mayor seguridad frente a los tiempos de espera, sin dar lugar a sorpresas.
-De cara al futuro, ¿dejará huellas este tiempo de encierro en nuestras casas?, ¿algún aprendizaje añadido desde el punto profesional en la psicología?
-Cualquier situación que suscita la suficiente emoción como para ser registrada deja huella en nosotros, en nuestro cerebro inconsciente. Para algunos puede ser algo anecdótico, para otros un mal recuerdo y otros lo vivirán como algo positivo que les ofreció la oportunidad de dar lo mejor de sí mismos, conocerse más a fondo y mejorar en su forma de relacionarse con los demás o incluso consigo mismos. Registramos la información en el cerebro en compartimentos según lo experimentado, más superficiales o más profundos. Los recuerdos intensamente emocionales permanecen en el inconsciente a la espera de ser activados por cualquier situación futura, para bien o para mal. Se trata de poner conciencia y discernimiento.
-¿Se prevén conductas derivadas a medio y largo plazo a nivel social?
-No hay duda de que esta situación pasará una factura emocional, social, política y económica significativa que va a poner a prueba nuestra solidaridad y generosidad con el otro. En una toma de decisiones continuas que van a requerir de altos niveles de competencia cognitiva y emocional. Va a ser un tiempo de negociaciones importantes y confío en que se lleven a cabo con integridad, humildad y honestidad.
Desde el punto de vista psicológico y social, veremos cambios en nuestras costumbres y hábitos tanto personales, como sociales y organizacionales. Es posible que nos quede grabada cierta susceptibilidad ante la proximidad del otro, además de una probable marginalidad. Espero que no aumente la sensación de aislamiento y soledad entre nosotros, aunque quién sabe si se producirá lo contrario y nos fundiremos todos en un inmenso abrazo colectivo. En todo caso va a requerir de niveles altos de resiliencia.
-¿Cómo lo estás vivenciando tú desde la experiencia personal y profesional?
-Personalmente, lo estoy vivenciando desde la tranquilidad. No han variado mucho mis hábitos ni personales ni profesionales, sigo comprometida con mis responsabilidades, si bien me da tristeza no estar cerca ni de mi hija Mannya, que vive en Madrid, y está pasando el confinamiento sola, ni de mi madre de 100 años, con la que he tenido que reducir los encuentros. Por lo demás, estoy en contacto con hermanos y amigos, regularmente, a través del móvil o las redes sociales. De hecho, creo que no he hablado tanto como ahora.
Profesionalmente, me produce un cierto malestar el hecho de no estar teniendo un papel más activo que no se reduzca a redes sociales, con las que estoy también comprometida.
-Luego de años viviendo en Los Ángeles, hace tiempo ya, regresaste a España y por entonces expresaste que no quedaba otra opción que “crear una nueva realidad”. Socialmente, ¿podría ser la salida de este momento crítico, crear una nueva realidad?
-Hay veces que tenemos que cambiar nuestro escenario habitual y crear una nueva realidad, por supuesto variando nuestro modelo de pensamiento y cambiando nuestro foco de atención. La vida nos puede sacar de golpe del escenario acostumbrado y en ese momento debemos construir un nuevo escenario, cambiando la forma de interpretar la realidad y tomar el control sobre ella. Continuamente redirigimos y podemos dar forma a una nueva realidad cuando no sucumbimos a las circunstancias y dejamos de luchar contra lo que se manifiesta ante nosotros en forma de experiencia. Al fin y al cabo somos libres de cómo elegir responder a las circunstancias, aquellas provocadas por nosotros y aquellas sobre las que no tenemos ningún control y de repente aparecen. De lo que se trata es lograr invertir la situación.
-En momentos de crisis se necesita de personas inteligentes y sabias que nos ayuden a salir de esta situación.
-Lo que necesitamos es gente buena. No es el momento de la política ni de las ideologías de ningún tipo. Ni siquiera de rezar para recibir la ayuda de un Dios aparentemente hacedor de soluciones, y me atrevería a decir que ni tampoco del avance de la ciencia en la búsqueda rápida del antídoto, sin pretender restarle importancia. Es el momento de poner consciencia, de poner discernimiento, que no inteligencia, para comprender verdaderamente dónde estamos y dónde queremos estar. La prioridad no es la política, la ciencia, la religión (pensando que nos merecemos esas cosas para reorientarnos espiritualmente). No creo que funcione así. La prioridad está en la conciencia.
¿Y dónde deberíamos estar?
-En realidad en ningún sitio. No se trata de estar, ni siquiera de hacer, sino de Ser, de Ser consciente y darnos cuenta de nuestro egoísmo y egocentrismo. Son momentos de revolución, de revolución exterior y de revolución interior, ya hemos pasado por muchas revoluciones a lo largo de la historia (revoluciones sociales, económicas, políticas). Quizás sea hora de una auténtica revolución de la conciencia.
-No falta quien piensa que merecemos lo que nos pasa.
-No utilizaría la palabra merecer, no somos merecedores de nada. Lo que nos ocurre mayoritariamente es el resultado de nuestras elecciones. Gran parte de los males a los que nos enfrentamos dependen de nuestras decisiones como personas libres que no sabemos cómo utilizar esa libertad o la utilizamos de una manera egoísta e interesada. Incluso muchas de las enfermedades son debidas a factores psicosomáticos y hábitos de comportamiento. Es importante comprender nuestra responsabilidad frente a la vida y el bienestar de todos.
-¿Es un tiempo de reformas?
-Es un tiempo de transformación o cómo le gusta decir a Jordi Vilà, presidente de Nexe, la compañía con la que colaboro en programas de desarrollo y autoconocimiento, un tiempo de mutación, aunque yo lo miro y sonriendo le digo “de Ser, Jordi, de Ser”. Es un tiempo de Ser.
-¿Y que nos impide Ser?
-El miedo. El miedo es el síntoma de la era moderna (ansiedad) y supongo que de las eras anteriores. Aunque antes realmente se luchaba por la supervivencia, hoy en día se lucha por las cosas más banales y absurdas (estatus, posición, “ser alguien”). Tenemos miedo a comprometernos, a perder, a confiar, a estar solo, a tomar decisiones… Miedo. El enemigo del hombre moderno es uno mismo con sus particulares deseos, necesidades y anhelos inconscientes. Nos hemos pasado la vida queriendo conquistar el exterior cuando de lo que se trata es conquistar nuestro mundo interior.
Contacto: emmabarthe.com