Aurelio Álvarez Cortez
Quién es
Eduardo Grecco nació en Argentina y reside en México. Formado en el campo de la psicología, realizó estudios en psicoanálisis, disciplina que enseñó durante varios años. Cursó seminarios de psicología junguiana, psicología transpersonal, bioenergética y lectura emocional del cuerpo. Es reconocido como maestro internacional por su trabajo de investigación y docencia de la Terapia Floral. Conferenciante internacional, ha escrito numerosos libros, entre ellos “El Legado del Dr. Edward Bach”, “Edward Bach: la luz que nunca se apaga”, “Diagnóstico y prescriptivo en la Terapia Floral”.
-Es curioso que a nivel global tengamos, como nunca antes, más conciencia de lo que es el maltrato, el abuso, la tortura, y en la vida cotidiana no se traduzca en hechos. Tú dices que es un problema estructural pero no patológico. ¿Por qué?
-Hacer una reflexión clínica sobre las conductas de abuso y maltrato nos debería conducir a efectuar una consideración más estructural sobre este tema. El hecho singular de que alguien pueda ser considerado un abusador (en sus diversas versiones de enfermo, psicópata, o cualquier etiqueta que se le quiera colocar) por los actos de dominación que cometa y se desarrolle una acción correctiva y/o punitiva sobre él, es solo atender el síntoma pero no a la causa de esta condición. La violencia, el maltrato, el abuso, la destrucción del semejante, es una acción que forma parte de la estructura social en la cual vivimos, de la cual esa persona es un reflejo de algo que incluye muchos más elementos que se relacionan no únicamente con la sexualidad sino con poder. Condenar a esta persona, internarla o castigarla, en razón de su enfermedad, no basta; lo que hay que hacer es erradicar las causas sistémicas de la violencia y las complicidades que favorecen su reproducción. El sistema en el cual vivimos alienta estas condiciones en todos los planos: el económico, educativo, político, social. Por esa vía, las heridas que estos aconteceres provocan en cada persona requieren para sanarlas la inclusión de una perspectiva no solo personal sino colectiva.
-Conductas, todas ellas, que afectan a cualquier nivel social. ¿Cómo abordamos este problema?
-Estas conductas abusivas están presentes en todos los estratos sociales y en todas las culturas. No es fruto de un nivel educativo, ni de un grado de desgarro emocional o psíquico. Es un fenómeno transversal y estructural de la sociedad ¿Qué hacer ante ello? En primer lugar, incorporar un valor fundamental en la vida de la sociedad para tratar este problema: justicia. Vivimos en una sociedad de impunidad. No hay consecuencias de los actos abusivos, en la mayoría de los casos, así como no se castiga la falta de compromiso con la palabra empeñada. Cuando hay un delito, y no me refiero al concepto jurídico sino al psicológico, tiene que haber justicia, y esto es un principio fundamental y delito no es solo robar o matar sino, también, engañar y abusar del poder. Si alguien en el plano más elemental de las relaciones sociales accede a lugares de poder mintiendo, esto es un delito. Cuando un abusador abusa desde la seducción es tan abusador como el que lo hace desde la violencia. El engaño en las relaciones sociales también es una forma de maltrato.
-¿La situación que comentas se debe a valores que se degradan o a ciclos vitales de una civilización que deben finalizar de algún modo, en este caso, con violencia?
-Vivimos en una sociedad donde todas las relaciones son “líquidas”, todo se evapora. No hay compromisos sólidos con la justicia, siempre hay atenuantes… No hacemos responsables a los causantes de los males sociales, ni la sociedad en su conjunto hace justicia con ellos. Todos estamos contribuyendo al sostenimiento de los bancos causantes de la crisis económica actual, a que los abusadores continúen abusando. Esto es parte del maltrato transversal que se da en la sociedad y el quedar prisioneros de la fascinación del abusador. Una perversión propia de un sistema que necesita abusar para poder subsistir. Estamos en un sistema al que le interesa maximizar las ganancias. No está mal la ganancia, pero el problema surge cuando se maximizan las ganancias a costa de los otros, cuando el único objetivo es la explotación de la gente o de los recursos naturales. Así como hay abuso de menores, hay abuso de grupos vulnerables. De modo que el tema clínico del abuso está enmarcado en algo más general que es el sistema social abusivo donde estos hechos se producen.
-¿Quién o quiénes se hacen cargo de ese restablecimiento del valor de la justicia, si está claro que el mismo sistema no quiere o no puede?
-De establecer un marco, una estructura, donde haya justicia sin impunidad somos nosotros responsables. Un ejemplo: se sabe que hay tiendas que viven de la explotación de menores para la confección de la ropa que venden, por eso tienen esos precios tan bajos, la empresa crece y sus dueños son de las personas más ricas del mundo. ¿Qué es lo que hay que hacer? No comprar en esas tiendas. Si tuviéramos un comportamiento permanente, una militancia activa en estas cuestiones, podríamos llegar a cambiarlas. La responsabilidad es nuestra.
-En resumen, la propuesta es salir de la cultura de la queja, culpabilizando a otros por lo que nos sucede, y asumir cada uno, personalmente, la respuesta que necesitamos.
-Así es. Tenemos que tener tolerancia cero, no solo con los pequeños sino también con los grandes ladrones, maltratadores, abusadores de nuestra sociedad, y no solo con los que delinquen, abusan y maltratan en términos de un código penal.
-¿Qué habría que instalar urgentemente en el ideario colectivo para dar un golpe de timón?
-Aunque resulte un poco apocalíptico, creo que la sociedad, como tal, debe morir para renacer nuevamente. Tenemos que reconstruir una sociedad nueva, no seguir emparchando la actual. En el tema específico que nos convoca, el maltrato y el abuso, la adicción a estas conductas excede el marco de la salud y de lo penal, porque se trata de un negocio con el que se financian otras cosas. El valor predominante hoy en día es la explotación, la competitividad a lo que dé lugar, mientras que aquello que se relacione con la solidaridad está absolutamente birlado y perimido. Entonces tenemos que hacer, por un lado, el cambio personal y, por otro lado, denunciar y señalar las estructuras verdaderas de abuso y maltrato. Digo esto para entender que estamos en una sociedad abusadora en donde el que tiene poder decide, y es lo que aprendemos, reproduciendo lo que aprendemos. Si se vive en una sociedad abusiva es lógico que se aprendan comportamientos de ese tipo.
-Según tus palabras, ya tenemos el diagnóstico de lo que nos sucede como sociedad. ¿Qué aporte puede hacer la terapia floral ante semejante adversidad?
-Somos entrenados en ciertos valores, a través de una función que Jung mencionaba: el complejo materno, y que refiere a que nuestra madre nos construye en lo que debemos ser y las relaciones que debemos tener. Ese complejo materno guarda y reproduce la memoria del orden patriarcal en el cual vivimos, un orden abusivo por su propia naturaleza. En la medida en que se rompa con esos mandatos, con esos sistemas de creencias que nos hacen comportarnos de una determinada manera seguimos, de modo inconsciente, en mayor o menor escala, reproduciendo ese mismo sistema de explotación, abuso y maltrato, cada uno en su espacio: el médico en el hospital, el terapeuta en la consulta, el taxista en el servicio al pasajero, etcétera. Las esencias florales, en primer lugar, hacen que podamos borrar esa memoria, cortar con estos mandatos y creencias, y al separarnos de este modelo de conducta podemos crear espacios para construir algo nuevo en nuestro interior. Algo nuevo que se vincula con la justicia y con el amor en la medida en que nuestra conducta sea justa y también amorosa. De modo que unos y otros nos tratemos con justicia y amor, estableciendo un vínculo que vaya creciendo en muchas personas, y cambie la realidad. Las flores realizan ese trabajo de modificar el orden de vínculos que tenemos, transformando el maltrato, la explotación, el abuso, la psicopatía. Pero, por otra parte, las flores reparan el daño que los abusos y los maltratos han provocado en las personas, en especial en la infancia. Ese tiempo en el cual se instalan los traumas esenciales de la existencia.
-¿Un proyecto a largo plazo?
-Sí, es de largo aliento, pero si empezamos a producir, a través de la utilización de las flores, cambios personales en las pequeñas cosas de la vida, se transforma el entorno y, a través de los años, la percepción de la sociedad con respecto a estos problemas será otra. Las flores son muy sanadoras, provocan la toma de conciencia de cuestiones cotidianas, haciéndonos ver lo que hacemos en nuestras relaciones.
-Culturalmente, sabemos mucho más destruir que construir, conocemos mejor por qué no funcionan las cosas y no tanto cómo pueden hacerlo bien.
-Eso es parte de la ideología del sistema. Si quien tiene poder abusa, no hay ninguna ley específica que pueda cambiar esto por la ley en sí misma. Lo que hay que hacer es conseguir crear solidaridad, amor, entre los seres humanos, aunque resulte una idea muy romántica. Aquí está la clave: que haya amor, respeto, solidaridad en las relaciones. Algunos dirán “con el amor no alcanza”. Sin embargo, “con el amor alcanza y sobra”, la cuestión es que no lo practicamos ni se difunde como un valor el hecho de que ser amoroso es nutriente esencial de la sociedad. Lo que sí parecer ser útil es la eficiencia, la competitividad, ganar, valores que debemos cambiar.
Por lo tanto, el camino es ser dichoso y proporcionar dicha a quienes nos rodean, éste es el secreto de la salud. Si practicamos un modo distinto de relación, porque lo que nos enferma son las relaciones, todo en nuestra vida podría ser diferente. Entonces, lo que sana es modificar el modelo de cómo nos relacionamos. El resultado será diferente si nuestras madres nos aman y nos aceptan, no si nos rechazan o abandonan. Esto lo podemos llevar a otros planos de la vida: en educación, por ejemplo, con maestros que amen, acepten y apoyen a sus discípulos, todo lo contrario de exigir, descalificar, logrando así que los chavales se comporten de otra manera. Los valores serán diferentes y los resultados también. La clave está en fundar la sociedad en otros valores que habrá que practicar permanentemente.
-Muchos se sienten víctimas y no responsables, co-creadores de la vida individual y colectiva, producto de lo que sufren en el ámbito laboral, por ejemplo.
-Si tengo una herida de abandono, lo que la vida me está planteando es que aprenda a valerme por mí mismo. Pero cuando uno tiene heridas de abandono, por lo usual, lo que hace es buscar relaciones de dependencia. Es decir, en vez de aprender lo que la vida, aunque sea dolorosamente, está proponiendo, lo que se hace es contrario: no me hago responsable y evito ser autónomo e independiente. Lo mismo podemos decir con el rechazo, la injusticia, etcétera. Las heridas que hay en nuestra vida son oportunidades que tenemos para sanarnos y desarrollarnos. Si en lugar de hacernos responsables, vivimos quejándonos, culpando a los semejantes, haciéndonos víctimas, en lugar de crecer, seguimos siendo niños. Así es que tenemos una sociedad con muchas personas dependientes, “niños” que no se hacen responsables de sí mismos y tampoco de las relaciones que tienen.
-Puede caerse también en el error de que, con aquella excusa, un maltratado se convierta en un maltratador. Se percibe mucho victivismo y parece que cuesta despertar, concientizarse, y faltan tareas por hacer…
-En los años 70 la conducta era hacer lo mismo que se había sufrido: me maltratan, maltrato; me matan, mato. Esto no nos llevó a absolutamente nada. Ahora llegó el momento de una “primavera verde”, de reconstrucción, de valores, donde nos unamos en torno de ideas como: donde hay abandono desarrollamos protección, donde hay dependencia promovemos autonomía… Hacerlo constructivamente, no destructivamente. No estar “en contra de” sino sumar, crear alternativas y que la gente elija aquellas que las haga feliz, buenas para cada uno, lejos de encerrarnos en un mecanismo de salvación o redención. En nuestro caso, no estar en contra de la alopatía sino sumar la terapia floral al arte de curar.
Debemos promover una verdadera “primavera espiritual” frente a la explotación, a la exacción. Hagamos todo lo opuesto, es decir, respetarnos, amemos, seamos solidarios. Tú ahora mismo apoyas mi trabajo y yo el tuyo, esto, para el corazón, es un acto importante, un acto concreto de amor.
-¿Todavía es desconocido el poder terapéutico de las esencias florales?
-Desde la clínica hay que tener un buen diagnóstico, que no debe asustarnos. El diagnóstico es un mapa que nos sirve para proceder adecuadamente. Debemos decir las cosas tal y como son. Y a partir de saber y aceptar la realidad, tener respuestas. Las esencias florales son maravillosas respuestas para provocar cambios personales y vinculares. Creo que todavía no se ha explotado suficientemente la aplicación de las esencias florales en el mundo de las relaciones. Cuando redescubramos lo que maravillosamente hacen las esencias en este campo podremos sanar, entre otras cosas, la raíz de la explotación, del maltrato, el abuso. Algunas personas, por la falta de amor, de enfermedad o por la razón que sea, caen en estas prácticas, pero la sanación a la cual hay que apuntar consiste en sanar internamente las formas abusivas que tenemos en la vida cotidiana. Tengo fe al verlo en la clínica, las flores tienen ese poder de transformación, me apasiona y quisiera que muchas personas tuvieran estos recursos para poder sanar las memorias que nos atan a patrones que debemos sacar de nuestras vidas, para nuestro bien, el de los seres queridos y de la sociedad en su conjunto.