Víctor M. Flores. Instituto de Estudios del Yoga
Los practicantes de yoga, de cualquier linaje o escuela, de cualquier país, de cualquiera de las razas que conforman el género humano, somos una familia. Formamos una gran comunidad, que nos une lo que nos diferencia.
Cuando cualquiera de nosotros está involucrado en esta disciplina de la forma en que la asume en su vida, está realizando una sadhana, y en otro punto del planeta, en otras circunstancias, otro está haciendo lo mismo.
Nos separa la geografía, pero no el credo. Para los yoguis y yoguinis no existen fronteras. Creemos en la dignidad humana y luchamos por respetar la libertad del pensamiento.
Desde ese punto de vista, el practicante de yoga es un guerrero del espíritu, cuya lucha es en el campo de batalla de la mente, donde no hay refugio ni ciudadela, donde nos enfrentamos a la verdad desnuda y desde donde interpretamos el mundo a través del velo de nuestra alma, convirtiendo cada movimiento en arte.
Para Jung el día 21 de junio sería trascendente. Es lo que denomina sincronicidad: estamos acostumbrados a ver el mundo y a los demás como entes individuales y separados, por lo que no vemos que estamos conectados entre nosotros por medio del suelo marino que subyace a las aguas.
El otro mundo es maya, y se considera un sueño de Dios o como un baile de Dios; esto es algo que Dios ha creado, pero no es real del todo. Nuestros yoes individuales reciben el nombre de jivatman o almas individuales, siendo también ilusiones. Todos nosotros somos extensiones de una única y suprema alma que se permite olvidar un poco de su identidad para volverse cada uno de nosotros. Pero de hecho, nunca estamos separados del todo.
Cuando soñamos o meditamos, nos metemos dentro de nuestro inconsciente personal, acercándonos cada vez más a nuestra esencia: el inconsciente colectivo de todos los yoes, y es cuando somos más permeables a las "comunicaciones" de los otros yoes.
Imbuidos por una profunda fragancia de significado, un acontecimiento sincrónico es una revelación que se insinúa a nuestro Ser. La naturaleza innata de las sincronicidades nos ofrece la realización de que estamos jugando un papel co-creador en el desarrollo del universo.
Así pues, el día 21 de junio es una gran sincronicidad, una fiesta de lo cotidiano llevado a la oficialización, sancionada por la ONU y propuesta por el premier indio Narendra Modi, y que sincroniza, de algún modo, con el día también del Sol, el skate, la educación no sexista, la música y la ancianidad.