Raimon Samsó. Coach, conferenciante y emprendedor
Cuanto más observamos los resultados promedio en los asuntos de dinero, más obvio es que no sabemos nada acerca de la verdadera riqueza y de cómo crearla. Si lo supiéramos no estaríamos en medio de un reset económico que se tomará las próximas décadas reinstalar una economía revisada.
¿Pero qué es la verdadera riqueza o verdadera prosperidad? Aquella que bendice nuestra vida sin que paguemos un precio por conseguirla. Es decir, es todo a la vez: felicidad, buenas relaciones, salud, prosperidad material... sin que te tengamos que renunciar a algo de todo eso para que nos vaya bien con el resto.
El éxito con efectos secundarios no es éxito, sino fracaso disfrazado de éxito.
Algunas personas tienen una buena posición pero se resienten en su salud, sus relaciones o la falta de tiempo para sí mismos. No tiene por qué ser así, a menos que uno crea que el éxito sale siempre caro o que para ganar en algo antes se debe perder en otra cosa. O peor aún: para que uno gane otro debe perder. ¡Qué locura! Esa es la falsa prosperidad: perder para ganar. Y yo me refiero a ganar para ganar. Mejorar en todos los aspectos de la vida... ¡a la vez! El éxito sin peajes.
La verdadera prosperidad te lo proporciona todo y a la vez.
Si estas ideas resultan increíbles, asumo que es normal, pues en la sociedad actual recibimos entrenamiento para sobrevivir con sufrimiento e infelicidad; y para complicarlo: nos dejamos manipular con el viejo truco del miedo. Si además añadimos una considerable ignorancia esencial de qué es la vida y cuáles son las reglas de la vida, nos encontramos con carencia, sufrimiento y falta de felicidad aguda.
Por suerte hay remedio. Basta con buscar respuestas en otro nivel de conciencia, basta con escuchar a los sabios, y basta con aprender de las tradiciones de sabiduría antiguas que ya lo han dicho y escrito todo, aunque pocos lo tengan en cuenta. El manual de la vida y la verdadera prosperidad ya está escrito y divulgado, a pesar de que a la persona promedio le interesa más leer las últimas noticias, las desgracias, y estar al día de los resultados deportivos.
En la economía convencional nos encontramos con negocios que raramente funcionan con éxito; y si lo hacen, es a costa de algo valioso. Siempre con resultados que tarde o temprano decaen en el tiempo. En esa economía, trabajar sólo por dinero parece razonable, pero cuando uno se motiva sólo con el dinero, el dinero acaba por no llegar, se esfuma. Es una economía obsoleta o primitiva, carente de conciencia o corazón. No funciona, y lo cierto es que nunca lo hará.
En la economía de la felicidad encontramos empresas éticas que se preocupan de las personas y del planeta, no son "onegés", buscan mejorar las vidas de la gente en algún aspecto, así que ganan dinero y les va bien. Sus líderes son personas éticas, tratan bien a sus empleados y se preocupan más por sus clientes que por su propio negocio. Estas empresas existen y forman parte de la economía del bien común.
El dinero feliz es aquel que proviene de estas profesiones felices y de estos negocios felices que expanden la felicidad en su entorno y mercados. Hay pasión por aportar valor, y eso se nota en los resultados financieros que son crecientes. La ética es una de sus materias primas, y los valores, la brújula en la toma de decisiones. Como hacen eso muy bien, les va bien y ganan mucho dinero.
Dos economías
Ahora mismo, hay dos economías en el planeta: una que ya ha salido de la crisis porque ha aprendido de los errores del pasado que causaron este reset económico de proporciones gigantescas y está enfocando en los negocios desde otro nivel de conciencia. Y, en paralelo, sobrevive otra economía que sigue en crisis y que difícilmente mejorará porque no ha aprendido de los viejos errores y cree que el tiempo, o las leyes, bastarán para volver a lo de antes.
En efecto, hay agentes económicos que ya se han reinventado y otros que huelen a rancio. Hay quien prioriza la ética y la coherencia, y quien se engaña y engaña. Hay quien va a más y hay quien va a menos. Hay quien es responsable y hay quien se siente víctima. Hay quien prospera y también quien desespera... todo eso ocurre en un mismo país, en una misma ciudad, son vecinos de bloque, pero viven realidades económicas diferentes. Es como si pertenecieran a dos dimensiones distintas, y así es: mental, emocional y espiritualmente se hallan en polos opuestos.
La prosperidad es sólo un resultado, un efecto de una causa previa. Por ejemplo, la falta de dinero nunca es el problema, es sólo el efecto de una causa anterior (el problema real) y, mientras no resolvamos ese problema real de conciencia, el dinero no puede aparecer ni la prosperidad puede ser verdadera.
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