Eduardo Horacio Grecco. Psicólogo, maestro en Terapia Floral
Vamos a hablar de remedios para bipolares. Pero no solo de remedios en el sentido habitual y esperado de lo que indica este término sino, también, en sus formas metafóricas y alusivas –casi poéticas– tal como lo hace en el título de su libro "Remedios para melancólicos" Ray Bradbury.
Los poetas son hacedores natos, hacen posible que lo invisible se revele y que lo que está en la sombra se llene de luz. Tienen la capacidad de materializar lo intangible sin que por ello deje de ser misterioso. Algo de eso debiéramos imitar los terapeutas y ser más poetas que científicos, dejar de pensar que los remedios son sustancia para comprenderlos como símbolos y aceptar, a la par, que los símbolos, además, pueden ser poderosos remedios. La eficacia de lo simbólico (como lo llamaba Claude Levi-Strauss) ya no tendría, entonces, que estar en discusión y los medicamentos habría que entenderlos, sumados a sus principios químicos, físicos y/o biológicos, como mensajes, como información.
Los terapeutas damos remedios desde muchas perspectivas y con diferentes esquemas referenciales. Nuestro arte de curar no se concibe sin remedios. El paciente los espera como respuesta a sus malestares, los terapeutas nos apoyamos en ellos. Constituyen, de algún modo, un vínculo que une al paciente con el terapeuta. Pueden ser benditos o malditos, benéficos o inútiles, pero lo cierto es que forman parte del universo de la cura y, a veces, no dejan ver que el principal remedio para la bipolaridad es la misma persona bipolar.
Cuando esto ocurre nos hemos hecho dependientes de los remedios tanto los terapeutas como los pacientes, hemos delegado en gotas, grageas y otros instrumentos el poder curativo de nuestros sanadores internos. Y sucede que la dependencia trae como resultado el adormecimiento de esa fuerza curativa y cada día nos volvemos más inválidos y más encadenados a los remedios. Los terapeutas no sabemos hacer nada sin remedios (o técnicas) y los pacientes no fincan ninguna esperanza en tratamiento que no incluya remedios.
Si ampliamos nuestro horizonte y comenzamos a ver el concepto de remedio no sólo como un fármaco o medicina sino como una acción –tenga o no soporte material– que puede ser correctiva, reparadora, curadora pero, al mismo tiempo, susceptible de proporcionar alivio, consuelo, ayuda, amparo, refugio y socorro a nuestra vida, el arco de posibilidades de lo que un remedio es incluye junto a los medicamentos (en su sentido amplio) otras dimensiones como las relaciones, los afectos, los rituales, la expresión, en fin, todo el universo de aquello que sane mis padeceres, se estudie o no en la facultad de Medicina o de Psicología.
Y en ese punto las esencias florales constituyen una noble herramienta, ya que no son remedios en el sentido habitual del término, sino conciencia líquida, una sal mercurial que transforma los síntomas en oro de conciencia, que nos enseña que las personas realizamos un recorrido espiritual a través síntomas. Y desde Bach en adelante, con remedios como Oak, Scleranthus, Agrimony, Vervain, entre otros, existe en el vademécum floral una singularidad de esencias sanadoras de la bipolaridad.