Olga Lava Mares. Kinesióloga e Instructora de Terapeutas
Cuántas veces te encuentras metido en situaciones o haciendo cosas que realmente no quieres, y cuántas veces terminas enfadándote con la otra persona por sentir que abusa de ti, o contigo mismo por no respetar tus verdaderos deseos? Saber decir no y poner límites no es fácil, pero es importante y necesario si queremos mejorar las relaciones con nosotros mismos y con los demás.
Hay diversos factores que influyen en nuestra capacidad a la hora de establecer los límites o negarnos a las peticiones de los demás: nos sentimos culpables si no hacemos lo que nos piden; nos hacemos responsables de todo, incluso de lo que no es nuestro; nos preocupa demasiado el qué dirán y la opinión de los otros. Esto ocasiona que cuidemos emocionalmente a los demás, descuidando nuestras propias necesidades, que seamos excesivamente responsables, o que terminemos aislándonos de los demás y los apartemos de nuestro lado.
Este tipo de comportamientos en la mayoría de los casos tiene su origen en la infancia. Si cuando éramos pequeños estábamos conectados y unidos a nuestros padres pudimos crear un sentido interno de seguridad que nos ayudó a formar nuestro propio e individual sentido del ser. Por el contrario, si no tuvimos ese tipo de relación, lo más probable es que se desarrollara un sentido de inseguridad interior y a nivel subconsciente esto nos hace seguir buscando esa seguridad en otras personas cuando ya somos adultos. Lo cual nos predispone a no saber poner límites saludables para nosotros, a aceptar las condiciones impuestas por cualquiera que nos trate con cariño, a ser demasiado confiados o demasiado tolerantes con la gente que nos maltrata, puesto que la seguridad no está totalmente anclada en nosotros mismos y la buscamos siempre en los demás.
¿Y cómo podemos cambiarlo? Empezar por observar y analizar las situaciones problemáticas, en qué contexto nos pasan, con qué personas, si nos pasa solo con las mismas o con todo el mundo... Analizar los pensamientos y emociones que nos hacen decir sí cuando queremos decir no. ¿Qué pensamientos tenemos en esos momentos? ¿Cómo nos sentimos? Analizar las intenciones del otro y las cosas que presuponemos. ¿Qué tipo de relación tengo con esa persona? ¿Qué expectativas estoy intentando cumplir o qué creo que espera de mí? ¿Creo que intenta manipularme o siento confianza? Si le digo que sí, ¿qué beneficio obtiene él?, ¿y yo?
Hay diversas estrategias de comunicación que podemos aplicar en estos casos:
• Exponer nuestra postura de forma sencilla y directa, dando una breve explicación de por qué decimos no.
• Ponernos en el punto de vista del otro y validar como se siente para luego exponer nuestra opinión.
• Postergar nuestra respuesta cuando estamos sobrepasados o ansiosos por la situación, hasta que estemos más tranquilos y podamos decidir con claridad.
• Ante el chantaje emocional, exponer nuestra negativa explicando que no tiene nada que ver con querer más o menos a esa persona, o con que no nos importe, o con que sea algo personal contra ella. Si hay insistencias, mantenerse firme repitiendo nuestro punto de vista en tono calmado.
Estos son algunos ejemplos.
Una buena forma de ejercitarse es visualizar alguna de esas situaciones pero viendo cómo ponemos límites de una forma asertiva. Podemos incluso reescribir alguna situación vivida, pero cómo sería si hubiéramos dicho no, y cómo responderíamos ante las insistencias o críticas. Es muy efectivo practicar ante el espejo.
Como cualquier cosa en la vida, cuanto más practiques, más presentes tendrás otras opciones de respuesta en situaciones parecidas. Y si no obtienes los resultados deseados en tu primer intento, no te desanimes, aprender a decir no es un arte y como cualquier nueva habilidad requiere un tiempo de aprendizaje y práctica.