Emi Zanón. Escritora y comunicadora
“La utopía deja de serlo cuando creemos en ella”.
Del libro “La voz blanca”, aforismos, reflexiones
y poemas de la naturaleza y místicos.
I
No puedes ni imaginar de qué manera se pisoteaban y empujaban unos a otros mientras me lavaba las heridas en la Meta Sudans. Todos querían acercarse a mí. Tocarme. Pergeñar una gota de sudor, una gota de sangre, un hilo de mi lienzo... Rozar mi musculoso pecho, arrancarme uno de mis cabellos... Eso es lo que ocurre tras ganar en muchos encuentros; por luchar con valentía... ¡La fama! Pero la sangre los embrutece cada vez más, y no tienen suficiente. Quieren más y más sangre... "¡Iugula! ¡iugula! ¡iugula!". Pedían a gritos que lo degollara con mi espada. Como buen sector, fui ágil y veloz en mi golpe mortal y acabé con la vida de Cornelius antes incluso de que el César retirara su inquisidor pulgar. El César les dio lo que querían. Ya no sirven los fingimientos, los viejos trucos de antaño, las vejigas de cerdo llenas de sangre ocultas entre nuestros lienzos... ¡Ahora quieren sangre real! Y la tienen... La tienen además con todos esos indefensos cristianos que empapan con su sangre la arena del Coliseo. No los llevan al Circo porque les teman. No. El poderoso Imperio no teme a unos pobres cristianos descalzos que hablan de un dios único, de un único camino, de igualdad, de amarse los unos a los otros... No, no. Los llevan por simple diversión, por entretenimiento, igual que a los condenados a muerte... Les gusta ver a las fieras hambrientas desgarrar y despedazar a sus fáciles presas... El Imperio se desmorona, lo sé. No hay moralidad. No hay valores. Se acerca su fin. Que... ¿cómo puedo hablar así en unos momentos de máxima gloria del Imperio? Porque la fuerza se sostiene en los valores. ¡Bien haría el César en temer la nueva fe emergente entre las gentes de su imperio! ¡Bien haría en temer a esos pobres cristianos...! ¡Son el nuevo Imperio! ¿Utópico, dices? No, hermano. No. Tiempo al tiempo".
El imperio romano no temió a los primeros cristianos descalzos.
II
"El pueblo tiene hambre, majestad. El pueblo tiene hambre, majestad". Como si fuera una cotorra, no cesaba de repetirme las mismas palabras. Le pedí que se callara salvo si no amaba lo suficiente su vida. Ya no le aguanto más. ¡Cretino! ¡Cómo se atreve a hablarme de ese modo! Diciéndome que los gastos de palacio superan en mucho los ingresos por tributos e impuestos. ¡Que las arcas están vacías! ¡Pues que suba los impuestos!... ¡Que despilfarramos! ¡Que los campesinos pagan ya las cuatro quintas partes de sus ingresos en impuestos al Estado, el diezmo a la Iglesia y los derechos feudales al señor! ¡Que la burguesía reclama constantemente el acceso a puestos en la administración del Estado!... ¡Agg! ¡Estoy rodeado de incompetentes! ¡De cobardes! Dice que debería temer a la fuerza creciente de los campesinos. ¿Qué fuerza? ¿Será utópico? Pero te lo advierto... te lo advierto, querida: la próxima vez que me venga con algo así lo mando a la guillotina. ¡Como que soy el Rey de Francia! ¿Qué...? ¿Qué es todo ese estrépito? ¿Lo oyes? ¡Viene de afuera! ¡Desgraciados harapientos: otra vez pidiendo! ¡Guardias! ¡Guardias, venid aquí! Echadles unos mendrugos de pan y que se vayan a sus casas. Despejad de inmediato los aledaños de palacio. ¡Y no quiero volverlos a ver por aquí! ¿Qué me decís? ¿Que no hay forma de detenerlos?, ¿de controlarlos? ¡Inútiles!
Los aristócratas franceses no vieron venir la revolución.
III
El mercado de divisas ha caído en picado tras el hundimiento de la bolsa nipona, como consecuencia del terremoto y el tsunami, arrastrando al resto de mercados de Asia y América, y produciendo el efecto dominó en el resto de los países del mundo. Nos encontramos ante la mayor crisis económica mundial jamás vivida... Esta catástrofe ha sido la gota que ha colmado el vaso. El sistema capitalista, neoliberal, tiene sus días contados... ¿Se ríe usted? ¿Dice usted que ello es imposible? ¿Acaso no creen que tenemos la capacidad de diseñar y establecer una sociedad igualitaria, en la que se respeten todas las ideas y a cada uno de los seres humanos? Aseguran ustedes que hay demasiados intereses creados; y es cierto: sí, es cierto. Pero las utopías dejan de serlo cuando creemos en ellas. ¡Creamos, por favor, en un mundo mejor! Recordemos a Tomás Moro en su famosa obra "Utopía": "... Si hay abundancia de todas las cosas y no se teme que haya alguien que pida más de lo que necesita, sabiendo que no ha de carecer de nada, ¿quién pedirá más de lo necesario? Ciertamente, el temor a las privaciones es lo que hace codiciosos y rapaces a todos los seres vivientes; el hombre hace lo mismo por soberbia, porque le agrada vanagloriarse de superar a los demás en riquezas superfluas; pero esto no lo permiten las leyes en Utopía"