Emilio Carrillo
Nadie quiere sufrir, pero casi todas las personas han sufrido y/o sufren ahora. Ante lo que surgen dos pregunta cruciales: ¿es posible dejar de sufrir?, ¿cómo conseguirlo? Las tradiciones espirituales han respondido con un sí rotundo a la primera cuestión, y en cuanto a la segunda, nos han enseñado que la clave radica en comprender las causas del sufrimiento.
En este artículo nos vamos a detener en ello, aunque antes resulta conveniente recordar dos cosas:
· Hay numerosos ejemplos de altruismo dirigidos a paliar el sufrimiento que hay en la humanidad, en general, y en muchos seres humanos, en particular. Tal altruismo y dedicación es, sin duda, digno de elogio. Ahora bien, en tanto persistan las causas, seguirá habiendo sufrimiento. Por esto, nuestra atención debe centrarse no solo en aminorar el sufrimiento existente, sino, sobre todo, en eliminar las causas que lo generan. Por ejemplo, una enfermedad sólo se cura definitivamente no cuando se palian sus síntomas, sino al hallar la causa que la provoca y los medios para atajarla.
· El sufrimiento, las "noches oscuras" que glosó san Juan de la Cruz, tienen un papel en nuestra vida como factor de impulso de nuestro proceso de desarrollo en autoconsciencia. La mente concreta se resiste a aceptarlo, pero así es. No obstante, aun cuando entendamos lo anterior, está en nosotros la lógica aspiración a que el sufrimiento desaparezca de nuestras vidas, de la vida de los demás y del mundo.
Centrado así el asunto, ¿cuáles son las causas del sufrimiento humano? Nos indican los maestros –por ejemplo, Patanjali, en sus célebres Yoga-Sutras– fundamentalmente cinco: ignorancia (Avidya), egoísmo (Asmita), atracción (Raga), repulsión (Dvesa) y apego a la existencia material (Abhinivesha). Veamos cada una de ellas.
La ignorancia es la primera y gran causa de nuestras aflicciones, pero en el sentido del olvido de nuestra auténtica naturaleza: la amnesia o alzhéimer sobre lo que realmente somos. Ciertamente, el ser humano tiene un yo físico, emocional y mental y una personalidad asociada. Sin embargo, esto solo es la apariencia, el "coche" en el que, para vivenciar la experiencia humana, se ha encarnado la esencia o el "conductor" que realmente somos. Y mientras el coche es efímero y perecedero, el conductor es imperecedero y nunca conocerá la muerte. Sin embargo, la gente suele olvidarse de su esencia, de su verdadero ser divino e inmortal, y vive en una gran ignorancia al respecto, temiendo, por ejemplo, su propia muerte o sufriendo ante la de sus seres queridos.
Y al caer en Avidya, al padecer la ignorancia sobre el conductor que somos, se identifican con el coche. Es así como nace Asmita, el egoísmo, en cuanto a la identificación/fascinación del ser humano con el yo físico, emocional y mental y la personalidad a él ligada, con todo lo ilusorio que esto supone: la ignorancia de su esencia imperecedera le provoca la identificación con su apariencia o envoltura perecedera. Esto viene acompañado de un sentido de separatividad: yo y el otro, yo y los demás, sujeto y objeto...
Y de ahí nacen las atracciones (Raga) y repulsiones (Dvesa) que inundan la vida humana: nos atraen los seres y cosas que proporcionan placer a nuestra personalidad, e intentamos evitar los que nos provocan desagrado. Y tanto lo uno como lo otro, lo que nos atrae y lo que rechazamos, se encuentran fuera de nosotros mismos, lo que enfoca nuestra mirada y nuestra atención hacia el exterior y no hacia el interior y el conocimiento de uno mismo...
El placer, que se busca y no se puede lograr, y el desagrado, que no se consigue evitar, son el origen de la mayor parte del sufrimiento humano. Derivan directamente del sentido del "yo": cuanto más fuerte es el sentido de separatividad, más lo es la atracción y la repulsión que se siente. Y mayor es también Abhinivesha, el apego a la existencia física: obsérvese que no solo las atracciones nos atan a la vida material, sino también las repulsiones (considérese, por ejemplo, hasta qué punto dos personas que se odian dependen la una de la otra).
El ser humano se apega a la vida material por tres grandes motivos: debido a Avidya, cree que la vida termina con la muerte física, a la que tiene miedo; derivado de Asmita y Raga, desea satisfacer las atracciones que siente; y por causa de Asmita y Dvesha, necesita atender las repulsiones que tiene, alimentando la desconfianza hacia la vida. Por lo tanto, atracción y repulsión conllevan el apego a la existencia física (Abhinivesha).
Estas son las cinco grandes causas del sufrimiento humano. Y, como se deriva de lo enunciado, conforman una especie de reacción en cadena: Adviya provoca Asmita; esta, Raga, Dvesa; y todas ellas, Abhinivesha. Pero también puede expresarse a la inversa: el apego a la existencia física suscita las atracciones y repulsiones, que alimentan la identificación con el "coche", lo que a su vez impide tomar consciencia de nuestra verdadera naturaleza o "conducto"r.
¿Cómo salir de esta especie de círculo vicioso? Pues eliminando la primera causa, que es la raíz de todas las demás: saliendo del alzhéimer sobre lo que somos y tomando consciencia de nuestra esencia, de nuestra verdadera naturaleza divina, infinita y eterna. En nuestra mano está.
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