Víctor M. Flores. Instituto de Estudios del Yoga
Alrededor de un maestro de yoga siempre gravita ese fantasma social de lo que se piensa popularmente que debe ser un maestro de yoga. Detrás de lo que debe ser Gustavo Plaza (Guayaquil, 1977) yo encontré a un amante del surf, inteligente, generoso, apasionado, con un gran sentido del humor y una ácida crítica al yoga fashion, con una profunda ternura y solidaridad hacia mí que no trataba de disimular y un gran amante de su familia.
Me une a Gustavo Plaza un sentimiento de alma vieja. Durante cerca de veinte años ha recorrido una senda que comenzó bajo la tutela del Padre Dávila, Paramahansa Dávila como la tradición hindú calificaría y que ha enriquecido con nuestro común tutor yóguico, Ramiro Calle, Andrei Ram, Swami Veda Bharati o Srila Sadhu Maharaja.
Gustavo Plaza es el filósofo de la sabiduría espiritual práctica. Para mí, un hermano, una referencia viva. Juntos pero por separado, pisamos las mismas calles de India y nos postramos en los mismos templos y a los pies de los mismos maestros.
-A quemarropa... ¿quién sería Gustavo Plaza sin el yoga?
-Pues no lo sé. Quizá una persona incompleta, insatisfecha, viviendo cada día en automático. Un ente que se mueve pero sin apreciar la vida en su totalidad. Una felicidad parcial y condicionada.
-¿Cómo se concilia ser cristiano y estar sujeto a la predestinación y practicar yoga y estar atado al Karma? ¿Cómo lo conseguía tu mentor, el Padre Dávila?
-No soy cristiano, ni hindú, ni budista. Tal como Jesús, que no era cristiano, o Buda, que no era budista. Pero en el caso de mi maestro, el Padre Dávila, su vida era un ejemplo de la enseñanza de Cristo, como un mensaje de amor, generosidad y confraternidad. Encontraba el don de Dios en cada día, en la bendición más grande que es la comunión interior por medio de la meditación. Era un yogui, de verdad. Y en su enseñanza la predestinación la dan nuestras acciones, es decir el karma. La ley de acción y reacción. Cosechas lo que siembras. Tú mismo haces tu destino.
-El profesor de yoga a veces vacía de contenido a palabras como amor, paz y espíritu...¿No deberíamos convertirnos en los héroes del silencio, como Ramana Maharsi?
-La mejor enseñanza es la que no se dice, la que hacemos con el ejemplo de cada día. El yoga nos devuelve el sentido porque nos libera de todo los condicionamientos que nos ha puesto la sociedad, que nos hemos impuesto nosotros. Hoy abundan los profesores de yoga y son cada día más escasos los yoguis. El hombre es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice... así que mejor seguimos el ejemplo de Ramana. Menos boca y más acción.
-Una cadena de acontecimientos recurrentes: ¿sin Colón habría llegado el yoga a América? ¿Y a España sin Ramiro Calle?
-Quién sabe, ¡quizá fue Ramiro el tal Colón en su vida pasada! (risas).
-¿Qué es el miedo para ti?
-Del miedo nace la ira, de la ira nace el odio, y el odio es la fuerza que te ata al lado oscuro. No lo digo yo, lo dice el maestro Yoda y yo le creo. Las enseñanzas están presentes siempre.
-Hablemos de India. Háblame de tu encuentro con Swami Veda Bharati...
-India es mi otra mitad. No puedo vivir con ella y tampoco puedo vivir sin ella. La vida tal cual es, cruda y mágica, mística y concreta. Swami Veda Bharati es uno de los grandes, de esos que soñamos con conocer. Era íntimo amigo del Padre Dávila, eran como hermanos. Sus padres meditaron por más de un año invocando al rishi que tomaría ese cuerpo. A los 6 años sabía todo el yoga sutra de memoria, a los 11 daba clases a los swamis sobre los Upanishads. Iniciado en los secretos de la tradición por Swami Rama de los Himalayas, es hoy uno de los guardianes de la tradición. Quedan pocos en el mundo. Asequible, objetivo, sincero, un manantial de paz en medio de este turbulento mundo. Cuando lo conocí, le dije: "Swamiji, mi maestro era su hermano, eso lo convierte a usted en mi tío". Con una gran sonrisa me recibió y es desde ese momento una de las luces que ilumina mis pasos.
-Benarés (Varanasi, Khasi) es una de las ciudades más brutales del planeta que hayan podido pisar mis sandalias, cuando no mis pies descalzos. ¿Cómo puede ser la ciudad del autonocimiento?
-Una señora, conmovida por la intensidad de Varanasi, le preguntó a Lal Baba (famoso sadhu de Varanasi) "¿cómo podemos encontrar paz en medio de todo este caos? Y Baba le respondió: "¿Cuál caos?". El autoconocimiento nos pone a prueba, nos desafía a la transformación, a cambiar los puntos de vista, a ver las cosas como son. Todos pueden hablar de paz sentados en una lejana montaña, todos pueden hablar de equilibrio bajo la sombra de un árbol. Pero en medio del calor, del movimiento, de las oleadas de personas, sentado entre la vida y la muerte, no es fácil encontrar el centro. Varanasi tiene una mística, es intensa, es gloriosa. Hay que abrir los ojos para verla, abrir el corazón para sentirla.
-¿Dejarías el yoga por amor?
-Lo dejé todo por el amor. El yoga es amor.
-¿Cuál es la peor falta que puede cometer un profesor de yoga?
-Creerse profesor de alguien.
-Además del yoga y el surf practicas como emoción el jiu-jitsu brasileño... ¿Qué es lo que podría sacar de ti un gramo de violencia?
-Gandhi decía: "Entre la cobardía y la violencia elijo la violencia". Soy un kshatriya, un guerrero, me movería proteger y defender al débil, pero no la violencia, sino el principio de justicia.
-¿Y si después de toda esta búsqueda, después de tanto polvo y piedra en el camino, no hubiera nada? ¿No estaremos cantando, como decía Manuel Machado, a lo que perdemos?
-Siempre me lo he preguntado. Quizá todo este yoga no sirve para llegar a ningún cielo lejano. Pero el yoga nos hace sentir tan bien, en cuerpo, en mente, en espíritu. Ofrece un equilibrio psicosomático, psicomental y emocional único. El yoga nos deja vivir un presente lúcido y coherente. Nos humaniza, nos sensibiliza, nos vuelve prácticos y objetivos. Nos da esa iluminación real en la vida cotidiana, esa de la mente clara y el corazón tierno como siempre repite nuestro amigo e inspiración Ramiro Calle.
Gustavo Plaza es uno de los invitados especiales del IX Congreso de Yoga de la Costa del Sol, en el Palacio de Congresos de Marbella, del 18 al 20 de septiembre de 2015.
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