Pilar Ivorra
Una vez más la vida hace patente la broma del paso del tiempo y se nos termina un año para empezar el siguiente. Una vez más nos vemos haciendo balance del año que termina, tomando nota de lo bueno y lo malo que sucedió y llegando a la conclusión final de si fue un buen o un mal año.
Otra vez nos encontramos haciendo propósitos de año nuevo, buenos propósitos que tienen que ver con nuestra salud, nuestros hábitos de vida, alimentación, ejercicio, etcétera.
¡Este año me he rebelado!
¿Qué tal si, en vez de hacer balance, doy por muy bueno el año entero? ¿Qué tal si simplemente tomo todo lo que ha sucedido en este largo año como bueno para mí, sin juicio, sin crítica ni autocritica y sin concesiones a mi autocomplacencia? ¿Qué pasa cuando cierro los ojos y profundizo en esta idea? Inexplicablemente me siento mejor. De repente, ya no importa qué fue ni cómo fue. Ni quién ni cuándo. Y, sobre todo, ya ni siquiera importa el porqué. Lo que me importa es que me hizo cambiar, crecer, y solo eso es importante para mí.
El año que ha terminado me ha dado por cambiar los parámetros de medición. Ya no me apetece "aprender" de los errores cometidos, sino dar por hecho que aprendí. ¡Y que si no aprendí, es que necesito otra lección, nada más!
Ahora me apetece medir contando cuántos nuevos amigos han aparecido en mi vida. Y cuánto se han estrechado las relaciones con los que ya estaban en ella. Y ahí la columna del haber la siento "a tope", repleta a rebosar.
Me apetece más cuantificar, si es que fuera posible, cuánto más amor hay en mi vida desde que empezó el año que acaba de concluir hasta ahora. Siento que es mucho más, así que... ¡me siento feliz! Y también me apetece cuantificar la felicidad que la vida me ha regalado en 2016, ¡que es mucha!
No quiero sentarme a meditar lo mucho o lo poco, lo inservible o lo útil. Solo quiero gozar de lo vivido, bueno y menos bueno, ¡de todo! Quedarme solo con el sabor agridulce que cada año nos deja, pero gozarlo, saborearlo y sentir. ¡Y seguir gozando!
Hace poco una amiga me decía, hablando de la mucha humedad que hacía ese día en su casa de campo: "Sí, es húmedo, pero si respiras la humedad y te la metes dentro... no sé, es especial". Y es cierto, cuando respiramos hondo nuestra realidad, nuestro presente, sea lo que sea lo que nos esté sucediendo, ocurre el milagro. Entonces perdemos el miedo y abrimos el pecho a la verdad de la realidad, cruda, sin concesiones, esta verdad nos libera. A veces duele, pero ya no nos hace sufrir, nos libera. Porque el dolor también puede ser liberador, ¡y mucho!
Lo que nos hace sufrir es la resistencia a la verdad, al eterno presente que somos, que es, que nos rodea. Cuando te rindes, te abres a vivir lo que sea que te toca vivir en cada momento, desaparece el sufrimiento y aparece... una fuerza arrolladora que puede con todo.
A veces el año nos trae enfermedades, muertes, despedidas, ¡muy bien! Honremos con nuestra vida a aquellos que se van. Honremos la enfermedad como lo que es, un aviso de que algo anda mal en nuestras almas. Honremos la vida dejando de juzgarla, que si es buena o mala, dura o maravillosa, fácil o difícil. ¡La vida es! Y ya está, es. Es todo y todo es Espíritu, es decir, todo somos nosotros. Yo solo sé que la Vida es grande, inmensa. Y que cada vez que la juzgamos y la adjetivamos, la empequeñecemos y nos empequeñecemos a nosotros mismos.
Vivamos como si todo fuera igual de bueno, hasta las cosas que nos parecen terribles tienen un porqué en el Plan del Espíritu, una razón que nuestras pequeñas mentes no pueden entender, pero que existe, es real y necesario.
Vivamos nuestras sagradas vidas así, sin adjetivos, sin juicios, sin crítica ni adulación, solo vivamos. Y en vez de hacer balance con una columna de positivo y otra de negativo, pongamos todo en una sola columna y hagamos que todo sume y nada reste. Y sintamos de verdad lo que eso nos hace sentir en nuestro cuerpo, en nuestro pecho. Estoy segura de que nos hace más grandes, más fuertes, más en conexión.
Tenemos por delante un nuevo año. ¡Mi único propósito es vivir lo que me traiga a corazón abierto!