Mari Carmen Vilata Climent
Existe una contabilidad familiar implícita a la cual no se le pone la etiqueta del dinero, pero en cambio se manifiesta en nuestras vidas afectándolo silenciosamente de diversas formas, ya bien sea a través de pérdidas o generando deudas o trayendo beneficios a nuestras vidas, según sea el caso.
Detrás del dinero se hayan el amor, el afecto, el apoyo, la alegría, la felicidad o la seguridad básica que se transmiten a través de los vínculos familiares, y éstos se mantienen o refuerzan de generación en generación.
A veces es complejo comprender los "lazos transgeneracionales", ese "libro de los méritos y las deudas", porque nada está claro a simple vista y cada familia tiene su propio modo de definir la lealtad y la justicia. No es un concepto objetivo.
Por este motivo es necesario hacer un estudio del genograma familiar para determinar el funcionamiento de los sistemas, ya que ello condiciona las funciones psíquicas de los diversos miembros, generando patrones de funcionamiento, y en ellos la transmisión de esas "formas" que van a condicionar esa libreta de ahorro donde en ocasiones aparece en números rojos para "equilibrar inconscientemente las cuentas familiares".
Al permanecer en esa lealtad, dichas "cuentas" se ven afectadas y esto se transmite porque no se consigue perdonar la injusticia sufrida, vinculada a esa "contabilidad" tan compleja del "gran libro de las cuentas de la familia".
Para comprender bien a una persona, se la define a partir de la extensión de sus necesidades, sus "obligaciones", compromisos y de sus actitudes responsables en su campo de relaciones familiares, sobre varias generaciones.
Pongamos un ejemplo: hace poco me visitó un hombre en el que sus problemas familiares le impedían vivir, no conseguía resolverlos y huyó, poniendo distancia con los suyos. Uno de sus problemas era el abandono de su padre, militar, cuando tenía seis años, pero cuando "remontamos las generaciones", se vio el mismo hecho: su bisabuelo había abandonado ¡cien años antes! a su hijo de seis años también, y los padres del linaje seguían abandonando a sus hijos a la misma edad, marchándose o muriendo. Eran "cuentas sin saldar" de la familia de origen.
Cuando la gente repite sin parar la misma actitud, fijada en sus papeles, es que tal comportamiento sirve a las necesidades de la red de las "obligaciones" familiares, y ello muestra que la resolución de cuentas se halla bloqueada y por lo tanto aplazada para más tarde.
Es así como la neurosis u otros síntomas persisten. Cada persona para ir a mejor y resolver sus problemas no puede conseguirlo mientras no cuenta con un "orden justo", ya que el sentimiento de injusticia es complejo pues se basa en una desigualdad que pide equilibrarse y, como dicen los niños, "esto no es justo", donde el resentimiento está vinculado en el juego.
En este "rumiar de las injusticias" que se vivieron hay una carencia, un hecho, algo no recibido, un robo sufrido, una atención "no cariñosa", un no reconocimiento que perfora a la persona y la roe desde el interior, afectando desde su salud hasta sus finanzas.
La culpa será el intento de asumir la responsabilidad de aquello que no se completó. ¿Y quién paga los frascos rotos?, ¿y de quién? Estamos ante una larga cadena de reparaciones. Descubrir la propia es una llave hacia la responsabilidad y la libertad.