Estuve hace año y medio, cuando el anterior gobierno se estaba conformando, y ahora soy testigo de la asunción de otro. Me siento coprotagonista de lo que escribo año tras año", dice Ludovica Squirru al comenzar el diálogo mantenido por la presentación de su último libro, "Horóscopo chino 2018" (Kepler-Urano). Horas antes de pasar por la Feria de Madrid para firmar ejemplares, la famosa astróloga y escritora argentina comentó las características del año del Perro de Tierra que se inició en febrero pasado.
El perro "es el animal más cercano afectivamente al hombre" y ella misma vive en Traslasierra, en la provincia de Córdoba, Argentina, "rodeada de mis perras vivas y muertas, a las que dediqué el libro. Sus espíritus me siguen cuidando", enfatiza.
Como vemos, "en este año loco se están moviendo mucho todas las estructuras del hemisferio Norte del planeta, en Estados Unidos y Europa, también en Oriente Medio". Y eso que "recién estamos en la mitad del año, ¡y lo que falta!", expresa. Es la antesala del próximo año del Cerdo de Tierra, cuando "se definirá un cambio geopolítico en el mundo". Grandes transformaciones en Italia, España, México".
No solo se verán afectados los gobiernos "porque la gente está harta y busca una nueva manera de seguir en el planeta", sino que habrá cambios dramáticos en el clima. "Los que tenemos más de 60 sabemos que ese clima con el cual nacimos, el de las 4 estaciones de Vivaldi, ya no es el mismo. Se acabó. Y esto está afectando la salud de la población mundial e inclusive modificando los territorios".
En el horóscopo chino, el Perro es "un signo feroz porque dice las cosas crudamente, sin pensar, no hay diplomacia", pero al mismo tiempo "busca unir a la gente, consensuar, debatir, intercambiar ideas", como también "volver al arte, a la magia, eso que se ha perdido en todo el mundo por los problemas que nos acosan". Para Ludovica, "únicamente siendo creativos en lo que hagamos, tendremos una verdadera sensación de que hay algo por lo que vale la pena continuar transitando en esta existencia cada vez más complicada".
En un tema recurrente, y que indica como tiempo oportuno para hacerlo este año, aboga por que "las nuevas generaciones salgan de tanta tecnología, redes sociales y aparatitos, de los que yo sigo virgen (risas) porque no los necesito", afirmando que recibe a la gente en su casa "tomando mate, y hablamos de corazón a corazón, mirándonos a los ojos... Me gusta el contacto con la gente de carne y hueso".
Por otra parte, Ludovica reivindica que "las Constelaciones Familiares son esenciales para recuperar los vínculos profundos" en estos tiempos críticos. Lo dice a partir de su propia experiencia personal: "Hace diez años hice mi primera constelación y tuve un click. Sentí que algo se liberaba en mi vida, que mi alma entendía qué había pasado".
Al sostener que "hay acciones antisistémicas en toda familia, las personas ocupan roles equivocados involuntariamente, trastrocando el orden familiar", señala que en España, donde se encuentran muy buenos consteladores, "hubo tanto dolor porque la gente se fue de acá con mucha tristeza y desesperación al dejar a los suyos... con muertos en la Guerra Civil. Todo esto se hereda y se lleva en el ADN. Resulta muy difícil salir de esos traumas sin trabajar el alma familiar".
En este aspecto, resalta la figura de Bert Hellinger, el creador de las Constelaciones: "Es uno de los genios del siglo veintiuno. Como Freud, Jung y otros seres que bucearon en el alma, él trató el espíritu universal".
Por último, Ludovica celebra "el regreso de la filosofía en las calles". "Los grandes filósofos de la historia están resurgiendo a través de los filósofos actuales, como Tomás Abraham, un hombre increíble que por suerte ha llegado a los medios de comunicación. En la televisión habla de Platón, Aristóteles, baja la filosofía al hombre común y por supuesto entusiasma, da ganas de cuestionar los grandes temas".
En una época en que la gente tiene menos tiempo para el ocio creativo -aquello de lo que hablaban tanto los griegos para poder hacerse preguntas esenciales-, con una cultura de lo "fast" y lo "light", la autora indica que "existe un gran vacío cultural que da pánico. Pero si tomamos un libro que nos inspire, o escuchamos filósofos que son entendibles, porque la filosofía no es solo para eruditos, me parece interesantísimo. El Año del Perro trae estas inquietudes espirituales, filosóficas, buscando arriesgarse fuera de la comodidad, ir al eros, sabiendo aceptar qué es lo que pasa, frente a una liviandad del ser galopante que solapa lo fundamental".
Y cierra el diálogo diciendo: "La humanidad se va reciclando, estamos en un fin de ciclo monstruoso" y "precisamente por esto debemos hacer que la gente se junte más, que haga grupo, intercambiando su creatividad, su música, sus pinturas, su arte; entrando en ese kairós, ese tiempo que no es cronos, sino tiempo sin tiempo, para renacer"