Emilio Carrillo
La humanidad, como especie, está en constante evolución. Y distintas tradiciones espirituales y estudios recientes en el ámbito de la psicología indican que, como fruto de tal evolución, el ser humano desarrollará un nuevo sentido que se añadirá a los cinco tradicionales. De hecho, siempre ha habido gente con ese nuevo sentido a flor de piel, pero se ha tratado de una minoría. La novedad radica en que el nuevo sentido estará presente y activo, lo empieza a estar ya en un número significativo y creciente de personas –al inicio solo de manera testimonial, aunque se hará cada vez más patente–. ¿En qué consiste este nuevo sentido? En la posibilidad de percibir el campo etérico y el plano astral.
Numerosas escuelas espirituales hacen mención a que la vida del ser humano no discurre solo en el plano físico, sino también en los planos astral y mental. Esta circunstancia pasa desapercibida para la inmensa mayoría de la gente dado que mantiene su consciencia completamente enfocada en el plano físico y solo a veces, por la noche, mientras el cuerpo físico duerme, este enfoque se traslada al plano astral y se dice entonces que hacemos "viajes astrales".
Los pocos que se han percatado de esto y han conseguido mover su consciencia a voluntad de un plano a otro, nos han dado información sobre cada uno y nos han indicado, por ejemplo, que en el plano astral cabe distinguir entre un nivel superior y más sutil y otro inferior y de menor frecuencia vibracional.
¿Qué implica esta percepción del campo etérico y el plano astral? Pues el arranque y activación de una serie de facultades psíquicas que ya comienzan a experimentar bastantes personas.
A modo de ejemplo: lo que hoy se llama clarividencia (verbigracia, contactos con el más allá); percepciones difusas acerca del futuro; vislumbres y reminiscencias sobre el pasado; movilización de diversas energías; curaciones y sanaciones, y otras capacidades comúnmente calificadas como paranormales.
Sobre la gestión de las nuevas facultades
Ante la aparición de estas facultades, se nos ha enseñado –desde los Yoga-Sutras de Patanjali, que se remontan al siglo III a.C., y aún antes– que resulta primordial adquirir fundamentos, mediante el estudio riguroso y la experimentación consciente, acerca de lo que se está haciendo y se pone en acción. No son un juego ni un divertimiento, y han de ser utilizadas con sentido común y responsabilidad.
Además, se nos ha advertido de la importancia de:
• no obsesionarse con estas facultades, evitando quedar abducidos por ellas y por el mundo fenomenológico;
• no efectuar prácticas de estados alterados de consciencia, sea cual sea el medio o procedimiento (cultos, rezos, cánticos, ingestión de sustancias...);
• no caer en el psiquismo, frecuentemente debido a las influencias en nosotros del plano astral inferior cuando estamos en estados emocionales perturbados y densificados;
• ser cautos con asuntos tan delicados y trascendentes como la energía Kundalini o los Registros Akáshicos, cuya apertura y uso solo debe hacerse cuando se ha avanzado notablemente en el sendero espiritual (en caso contrario, sus efectos puede ser muy nocivos desde el punto de vista físico y consciencial);
• no hacer negocio al ejercer y compartir facultades como las descritas, y
• no confundirlas con el desarrollo espiritual.
Evolución espiritual
Es especialmente necesario hacer hincapié en esto último, porque se suele olvidar que una cosa es la evolución del ser humano como especie y otra su evolución espiritual. No en balde, esta va unida a la evolución del alma, que va adquiriendo y ganando autoconsciencia por las experiencias desplegadas en cada una de las vidas o reencarnaciones de la cadena de vidas en la que se plasma nuestra encarnación en el plano humano.
Y el paulatino avance en autoconsciencia permite, entre otras cosas, que entre en acción, como fruta madura y de manera natural, una serie de dones relacionados con los mundos super-físicos que hasta entonces permanecían durmientes y que nada tienen que ver con las facultades derivadas del nuevo sentido ya comentadas. En la sección III de los Yoga-Sutras de Patanjali se les denomina "siddhis" –término sánscrito que puede traducirse como "logros" o "poderes"– y se les describe con detalle.
Cada uno de ellos se pone en marcha y se activa exactamente cuando corresponde, en función de nuestra evolución espiritual. Ni antes ni después. Y no hay atajos, por lo que no pierdas el tiempo buscándolos. Si lo haces, casi sin darte cuenta, caerás en el psiquismo y en la abducción por lo fenomenológico que antes se reseñaba. Además, la persona en la que los siddhis se van realmente desarrollando, lo guarda en anonimato y, por supuesto, no alardea ni hace ostentación.
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