Ana Pérez. Shamanic Practitioner, terapeuta Gestalt, coach y periodista
Hawái, Bombay son dos paraísos que a veces yo me monto en mi piso... Hawái, Bombay son de lo que no hay... ¡Ayyy!", decía el estribillo de una archiconocida canción del mítico grupo de pop de los 80 Mecano. ¿Y quién no tiene en algún rincón de la cabeza la imagen idílica de una playa paradisíaca, con palmeras ondulantes y arena blanquísima, acariciados por una suave brisa tropical y un celestial ukelele junto al rumor de un mar azul turquesa como banda sonora de fondo?... ¡Ayyy! Hawái es sin duda un sinónimo de paraíso en la tierra pero no sólo por sus extraordinarias cualidades geográficas y climatológicas, sino también por la actitud amistosa y receptiva que tienen los habitantes de sus islas y por la que son tan conocidos sus nativos. Aloha... y una preciosa nativa de piel canela y sonrisa de perlas te pone una guirnalda de flores en el cuello.
Pero Aloha es mucho que un cortés saludo, un hola o adiós. En su sentido más profundo quiere decir: la alegría (aho) de compartir (alo) energía vital (ha) en el presente (alo), y en la medida en que se comparte esta energía uno se sintoniza con el poder divino al que los chamanes hawaianos llaman mana. Aloha es estar feliz con algo. Emplear este poder prodigioso es el clave que nos permite acceder a la cueva de Alí Babá, es el "¡ábrete, Sésamo!" a la auténtica salud, felicidad, prosperidad y éxito: bendecir. Bendecir algo supone afirmar o enfatizar una cualidad positiva o condición, con la intención de que aquello que es reconocido o enfatizado aumente, permanezca o se inicie. Es utilizar el poder del reconocimiento y la gratitud para cambiar de vida o para obtener lo que se quiere. El diccionario nos dice que bendecir viene del latín benedicere y entre sus significados más relevantes están: 1) alabar, engrandecer, ensalzar; 2) colmar de bienes a alguien, hacerlo prosperar; 3) invocar en favor de alguien o de algo la bendición divina; 4) consagrar al culto divino algo mediante determinada ceremonia. Interesante, ¿verdad?
Bendecir es todo lo que hay que hacer. Decir bien, o lo que es lo mismo, hablar bien empezando por pensar bien. Se puede bendecir por medio de imágenes o tocando, pero la forma más habitual es hacerlo con palabras: admirar cualidades en el mundo y las otras personas y agradecer todo lo maravilloso que hay en nuestra vida, ha habido y habrá, viviendo con plena confianza en que todas nuestras peticiones son atendidas. Por supuesto para empezar a cultivar el buen hábito de bendecir hay que erradicar de nuestra vida el vicio contrario que es maldecir: criticar, quejarse, culpar y preocuparse. Empieza a entrenarte estando un día entero sin hacer ninguna de estas cosas. ¡Menudo reto!
Como dice una antigua y conocida recomendación, ama al prójimo como a ti mismo, trátalo como a ti te gustaría ser tratado, deséale lo mejor y tú mismo lo recibirás. Bendecir es un acto poderosísimo aunque parezca algo simplón en apariencia, hay que practicarlo y mucho, y eso requiere constancia. ¿Qué sucede cuando bendecimos? Al bendecir estamos enfocando la mente en lo positivo y activando el poder creativo. Al emitir esa energía dejamos espacio en nosotros para que ese Poder actúe a través de nosotros y, al estar dando estamos, por tanto, recibiendo.
Lo importante es hacerlo: bendice gente, plantas y animales saludables para recuperar la salud de tu cuerpo, personas contentas y señales de diversión para incrementar tu alegría, signos de abundancia y dinero para atraer prosperidad; bendice edificios, aviones, arquitectura para invitar el desarrollo a tu vida, señales de afecto y amor para mejorar tus relaciones; bendice el silencio, la belleza, la naturaleza, el movimiento, el progreso... Utiliza el poder de la bendición y la gratitud a todas horas y en todo momento y tu vida y tu mundo se convertirán en un auténtico paraíso. ¡Aloha!