Aurelio Álvarez Cortez
“La noche lo merece todo y no permite que te olvides de ella”, así explica Gopala (José María Márquez Jurado) el título de su libro de poemas, publicado recientemente por la editorial Séneca. Este reconocido profesor del Centro de Yoga Sivananda de Madrid, y discípulo directo de Swami Vishnudevananda, sostiene que la noche “tiene un perfil que pide que la escuches siempre, aunque normalmente no lo hacemos”. En ella “entramos al sueño en forma inconsciente, al descanso, pero lo que sucede es que morimos para al día siguiente renacer. Ingresamos en un espacio de ensoñamiento profundo donde la identidad del yo, el cuerpo y la mente, desaparecen”.
Es así que en “La noche lo merece” ha logrado conformar “una colección de susurros, de aromas de silencio, de sorpresas de fábulas ensoñadas y pequeños cuentos que nos alegran la vida”, parafraseando el prólogo de Emilio Carrillo. Su escritura nace como resultado de una conversación con David González, músico norteamericano, amigo suyo, con quien ha compartido la grabación de tres cedés de música y poesía. También su sumó el saxofonista Arturo Soriano y en marzo pasado comenzó la cuenta atrás porque el objetivo fue presentar el libro en un concierto el 1 de julio. Luego de acordar la aparición del libro con Javier León, de Séneca, los tiempos se aceleraron. En menos de un mes el autor debía pasar los textos para su publicación.
Empezó un proceso más que creativo, pero el primer paso fue “cerrar los ojos, meditar e ir a dormir…”. La base de toda la producción literaria prácticamente se hallaba en numerosos poemas difundidos por Gopala a través de las redes sociales, sin copyright. “Las nuevas tecnologías nos dan un repertorio que lo facilita todo”, comenta. Y también en sus participaciones en eventos como el Congreso Mediterráneo de Yoga, en Valencia, entre otros, donde la música y la poesía se suman a la práctica física.
Al final decidió que “lo que tenía que haber era coherencia, belleza, capacidad de sorprender, emocionar, gozar y enamorar, que es lo que pretendo”, dice el autor. Y a pesar de que aprendió de sus maestros yoguis que “cuando como, como; cuando bebo, bebo, y cuando duermo, duermo”, desde que comenzó a escribir, reescribir o compilar “La noche lo merece” casi no pudo dormir (ironías de la vida) porque “era una experiencia emocionante que quería compartir”.
Se sintió incapaz de utilizar el ordenador y por ello su habitación se colmó de papeles. Recuerda que “iba jugando con unos mil poemas, número que luego se fue reduciendo”. Por las noches se desvelaba y notaba que “algunos flotaban en un espacio no determinado, como si quisieran hacerse espacio en el libro. Veía que con buenas formas unos se pisaban con otros para ser incluidos. Pero no me levantaba, sino que esperaba a que al día siguiente, cuando me despertara, tuviera las claves, y curiosamente estas claves aparecían”. Cada día había poemas que a la mañana habían desaparecido y otros se colocaban en orden. “Así me pasó dos o tres noches, hasta que de repente los que están, están, y los otros esperan un próximo libro”.
En el análisis del contenido, confiesa que el apartado (capítulo) que más cercano está de la noche es el titulado “Sorpresas”. El primer poema es “El Aleph”, que refiere a una experiencia de despertar, como aquel del cual habla Jorge Luis Borges. “Trata sobre el volver a ese punto en que uno encuentra algo diferente y empieza a comprender un poco más”. Y de ahí nacen “Doce noches com-pasión, experiencias plasmadas en poema que narro pausadamente. Es un homenaje inmenso a la noche”, agrega.
"¡Oh noche!
me rindo a tu presencia sin límite,
postrado bajo la grandeza de tu manto
me dejo llevar por tu presencia y su presencia,
te he escuchado llegar
y mi corazón ha palpitado como siempre que apareces
para recordarme quién no soy.
Me dejo abrazar por tu cálido tacto,
me deleito con solo uno de tus besos luminosos".
De modo que, como confiesa el poeta, “casi todos los poemas que escribo son fruto de una experiencia que se canaliza a través de la mano, de la escritura nace el poema y ahí se queda. A veces se comparte en una red social o un grupo de personas, o queda escrito, y todos esos cientos de poemas eran como un caldo de ebullición que querían salir”. Por eso, “el libro nace porque se provoca, hay un punto de ruptura que David González me dijo vamos a hacer un concierto y así ha sido. Hubo un libro para ese concierto”.
El telón de fondo en todo momento parece ser el silencio y esta apreciación a priori no está desacertada. “Al principio quería mis poemas estuvieran llenos de experiencia de silencio. Busqué en mis poemas ya escritos la palabra silencio y me di cuenta de que había casi un centenar con ella. Así que lo primero que pensé fue que los compilaría y ellos serían el libro, llamado Silencio o algo similar. El silencio es la esencia de mi práctica. Mi mejor poema dice: “Silencio/, qué tienes amigo que tanto me embriagas sentirte,/ que tanto me place bañarme en tus aguas,/ moldearme en tus brazos amorosos,/ regocijarme en tu liberación eterna./ Silencio,/ es tan fácil acompañarte,/ estás siempre tan cerca que desaparece contigo/ el sentido del yo pequeño”.
Pero luego se dio cuenta de que había otras cosas con las que quería jugar. Pensó que debía la obra debía estar llena de alegría, gozos, y por tanto incorporó los susurros, cuentos y observaciones que acompañan al silencio.
Gopala admite que no se siente un poeta en términos escolásticos, como algún amigo cercano le hizo ver en cierto momento. Y al mismo tiempo señala que el yoga y la meditación fuerzan mucho a la observación, por lo cual “uno tiene muchos vislumbres y comprende cosas muy sencillas de la vida”. “Una vez, caminando –ejemplifica–, cerré los ojos, observé un lugar y nació este poema: En aquel lugar olía a alegrías y a rosas, sobre el borde de la colina apenas se contemplaban dos pequeñas cabañas, pero olía a alegrías y a rosas, era así simplemente; un perrito ladraba como el que rasga una guitarra enamorada, jugando con el sonido, en aquel lugar olía a alegrías y a rosas, era así de simple. Por tanto cuando uno entra en el silencio tiene una gran capacidad de observar”. Y nace el cuento…
Por tanto, reconoce que “todos los seres humanos tenemos una inmensa capacidad de observación, pero pocas veces la práctica de la observación” y que “todos somos aprendices de poetas, aunque demasiado distraídos cuando caminamos por cualquier entorno”.
Como estudiante del yoga de linaje, según destaca, cita palabras de Sivananda cuando resumía que “la vida es más poesía que prosa”. “Cuando leí esa frase hace muchos años no me tocó el corazón. Claro que de sus 300 libros, solo en uno llega a esa conclusión. Pero ahora entiendo que sus dichos, como tuits modernos, con sus sutras breves, hacía poesía todo el tiempo. El yoga es pura poesía de la vida”.
Y acaba con un poema. "El fantasma":
La noche del jueves me despertó un fantasma en medio de la noche.
Al abrir los ojos lo vi a mi lado.
Creo que se asustó
y se metió debajo de la cama.
Yo dejé mi brazo izquierdo fuera del colchón,
ofreciéndole mi amistad
y mi mano derecha en mi corazón.
Permanecí despierto un rato
y mi corazón se estremeció.
“Aquí hay silencio –dice finalmente–, también, susurros, fantasía, gozo y poesía de este aprendiz de poeta al que llaman Gopala, que se siente muy identificado con esta actividad de transformar la experiencia de la meditación y el yoga en poemas para que otros puedan empezar a despertar”.