El yoga se ha convertido en la niña bonita en Occidente, pero Christine McArdle hace hincapié en que es una herramienta de evolución y transformación de cara a las futuras generaciones y las que están creciendo. Con ese fin ha creado un manual para educadores y padres cuyo título es "OM Shree. Cultivando el cuerpo, la mente y el espíritu de los niños a través del yoga", de Editorial ELA. Aprovechamos una pausa en el Congreso Mediterráneo de Yoga –que organiza anualmente Tú Mismo junto al Instituto de Yoga Mediterráneo y donde por segunda vez participó como profesora y disertó sobre el contenido de dicha publicación– para dialogar con ella y conocer el objetivo de este trabajo docente a partir de la enseñanza del yoga.
Christine es la creadora del "Programa de formación para maestros de yoga para niños: OM Shree OM", y ha entrenado a cientos de maestros en tres continentes. Actualmente es considerada como una voz profunda y potente en el mundo del yoga para niños. Nació en Nueva York y creció entre España y los Estados Unidos. Además de haber aprendido el estilo Iyengar y Kripalu, está certificada también en Anusara Yoga.
Tiene un máster en educación y ha enseñado en escuelas públicas y privadas a niños desde infantil a bachillerato, a alumnos en programas de magisterio a nivel universitario y a padres. Y se ha formado en sistemas educativos alternativos como Montessori y Waldorf, entre otros.
"En la Formación (para maestros de yoga para niños OM Shree OM) no solo nos introducimos en el yoga para luego encarar el trabajo con niños, sus etapas evolutivas, psicológicas, físicas y demás, sino que también presentamos una pedagogía completamente diferente a la tradicional ya conocida", comienza diciendo Christine.
Para ello, explica, "trabajamos el cuerpo con un sentido de ir mucho más hacia el interior, donde encontramos mayor sensibilidad". Se indaga en "qué es lo que me cuenta mi cuerpo acerca de mí, qué me enseña todo el tiempo. No se trata de educación física, sino de investigar por qué sentimos lo que sentimos, cuál es el séptimo sentido". En este punto, reconoce el trabajo que ya se realiza en algunas aulas a través de la educación emocional. Pero plantea: "¿Y si lo hacemos con el cuerpo integralmente.
Escuchar lo trascendental
Además, "si la educación clásica ha tenido la característica de ser muy mental, a través de la memorización, la repetición, ahora desde el yoga podemos enfocar con pautas claras para entender la concentración y así lograr detener la mente". Al respecto aclara que "no queremos más mente, sino pararla y escuchar lo trascendental" ya que "todos tenemos genes espirituales, el niño es un ser espiritual y eso se contempla en las clases de yoga todo el tiempo, mientras que en la escuela tradicional no".
En concreto, propone gestionar las emociones, lo que sentimos, a través del movimiento del cuerpo. "Estoy triste, reconozco la tristeza, la meto en una cajita y ahí la dejo... ¿Y si al trabajar con la tristeza, la siento en mi cuerpo? Seguramente entendería qué otras cosas puedo hacer. Esto es lo que falta: tengo la tristeza en un bucle, en mi estómago, pero debo plantearme cómo la saco y la transformo, no desde la mente sino desde mi cuerpo".
Es decir, estamos desconectados del cuerpo. Sin embargo, hay que explorar porque "lo emocional está en el cuerpo, en cada tejido".
Para encarar esta labor que propone desde el yoga, Christine señala que para los más pequeños, de cuatro, cinco años, "estamos a tiempo, porque en la sociedad hay más conciencia sobre el respeto hacia los niños", pero respecto a los adolescentes dice que "se encuentran a años luz de nosotros a través de la tecnología, con nuevas maneras de pensar, con formas creativas de concebir el planeta y el universo. Y estamos dejándolos, desaprovechándolos". A pesar de este desencuentro de adultos y adolescentes, se reconoce que es "hiperpositiva", y lo expresa enfáticamente. "Tengo una esperanza absoluta porque habrá cambios. Los acompañaremos y ellos también nos entenderán".
Esta esperanza se basa en su experiencia profesional. A su formación al principio concurrían solo profesores de yoga y maestros, pero "mi sorpresa fue encontrar cada día más padres, frustrados, doloridos, que venían a cambiar el mundo porque lo han pasado fatal. Entonces cambió mi perspectiva de una forma radical".
Por tal razón, luego de un comienzo solo con yoga y pedagogía, no tuvo más salida que pensar en cómo ayudarlos. "Ahora hay muchísima sanación en mis clases. Si observo que mis alumnos no están bien, en lugar de recomendarles que vayan a un psicólogo, traemos el psicólogo, el terapeuta, a nuestra formación para que sanen sus heridas aquí, que podamos ver cómo se producen cambios. Esto no lo había contemplado al empezar esta formación que lleva casi 20 años".
Con Christine colaboran profesionales de diversas corrientes, también chamanes, porque "hay muchas formas de sanar y cada persona es un mundo", comenta. Algunos lo hacen con música de Kundalini Yoga, otros con constelaciones familiares, otros con chamanismo... "Si vienes a esta formación es porque realmente quieres, entonces quiero darte todo lo que pueda", concluye.