Quién es
Nacida en Brasil, Monique Briones estudió ingeniería agrónoma y se especializó en paisajismo. En españa se ha convertido en una experta en paisajismo mediterráneo. Fundó la empresa Jardines con Alma y es autora del blog Jardines con Alma. También presenta el programa "Un jardín a tu medida", en Canal Decasa, y es columnista de la revista de jardinería Mi Jardín.
Ha diseñado y trabaja para proyectos de exteriores en España, Brasil, Argentina, Estados Unidos, Marruecos y China.
Autora del libro "De naturaleza indómita", publicado por Urano.
Contacto: www.moniquebriones.com y en redes sociales.
Aurelio Álvarez Cortez
-¿Cómo surgió la idea de escribir "De naturaleza indómita"?
-Cuando empecé en España con la empresa de paisajismo, mi hermana pequeña, que está inmersa en el mundo digital, me dijo que hiciera un blog. Lo hice, pero no lo leía nadie. Escribía sobre temas personales, luego de opinión y más tarde de cosas más técnicas. Con el tiempo tuve más seguidores, el blog fue un boom porque mucha gente lo leía. Pero los artículos que gustaban más eran sobre mi historia personal. Así fue surgiendo la idea de reunirlos y contar pasajes de mi vida. Siempre había querido escribir un libro sobre paisajismo, más técnico, pero finalmente salió este que, si no lo es, ha resultado una buena mezcla. Fue un trabajo intenso, soy muy exigente, perfeccionista, y quería que quedara todo redondo. Es casi un diario personal.
-Para cada capítulo escogiste una flor. ¿Fue el azar o hubo alguna razón en particular en esa elección?
-Eran imprescindibles. Algunas tenían que estar, sí o sí, como el tapete inglés, la bungavilla o el nenúfar. Quería también que las imágenes que aparecieran fueran bonitas, por eso he elegido con el criterio de presentar una buena ilustración.
-¿Tú llegaste a las plantas o ellas llegaron a ti?
-Creo que llegaron a mí o hemos estado conectadas desde siempre. Yo nací en Brasil en el equinoccio de primavera, cuando todo florece... En cualquier caso, ha sido una bonita coincidencia. Además creo que ellas me han salvado en momentos clave de mi vida.
-Por tu experiencia, ¿qué puedes decir acerca de la inteligencia vegetal?
-Si las plantas pudieran hablar con nosotros, nos dejarían KO. Desde mi punto de vista, en cuanto a inteligencia evolutiva, la tienen más que el hombre. Solo por no comunicarse con nosotros ya son inteligentes. Una vez me preguntaron qué pensaba de las plantas invasoras. Dije que el único gran invasor es el ser humano. Es cierto que colonizan más de lo que deberían, algunas resultan problemáticas para los biomas, pero quien las trae es el hombre, que destroza la foresta amazónica, contamina los ríos y los mares.
Las plantas se comunican entre sí, está comprobadísimo por la ciencia. Tienen una inteligencia diferente de la nuestra, pero su capacidad evolutiva y de sobrevivencia es envidiable. El hombre debería aprender y no creerse superior a ellas.
-Y son sensibles...
-Es una de sus principales características, indiscutiblemente. Hay plantas como la mimosa pudica que si la tocas, se cierra, es sensible al tacto. Otras lo son a la vibración de los polinizadores como la abeja u otros insectos; otras, al viento, a la luz, a la gravedad, etcétera. Al día de hoy están reconocidos 16 sentidos de las plantas, distintos de los humanos. Solo les falta levantar las piernas y echar a correr.
-Explícame qué es eso de las plantas personificadas y las personas plantificadas.
-Me refiero a la adaptación de las plantas y las personas al entorno. Es un juego de palabras con la intención de ver las cosas desde la supervivencia. A las plantas les importa sobrevivir de una u otra forma. Una vez le dije a una clienta que se estaba muriendo una palmera en su jardín. La mujer me decía que no, que incluso había echado una flor, y me mandó una foto para que viera ese signo de vida. Pero lo cierto es que se moría, la flor era la gran prueba. En un último esfuerzo había reunido todas sus energías y producido el fruto y la semilla por su necesidad de sobrevivencia. Ojalá todos supiéramos hacer lo mismo, tener esa capacidad de adaptación ante las cosas que nos suceden. He aprendido y deseo que las plantas sean vistas como si fueran personas, que no se las infravalore.
-Tus abuelas, Rosa y Encarnación, también influyeron en tu vocación y tu trabajo.
-Mis abuelas me han enseñado e infundido amor por la naturaleza, incentivaron ese interés desde mi niñez. Los que nos dedicamos a esto tenemos un umbral de aprendizaje cuyo tope son los 18 años. De jóvenes es cuando más aprendemos y es lo que debemos atesorar. Después el conocimiento se pule. En la universidad aprendí con una explicación científica y lógica lo que mis abuelas ya sabían. Ellas habían conocido la vegetación tropical y subtropical sin haber ido al colegio, junto a sus madres, con la experiencia.
Además, el mundo de las plantas es un constante aprendizaje y hay que estar siempre con los ojos bien abiertos. Cuando vine a España no tenía idea qué era un chopo.
-¿Existen las "manos verdes"?, ¿es un tema de energía en el trato con las plantas?
-Por un lado, es un tema de sensibilidad. Lo veo en algunos jardineros en su trabajo: hay diferencia entre aquellos que les gusta lo que hacen, tienen cuidado y ponen cariño, y quienes lo hacen porque es un trabajo, una tarea más. También es cierto que hay gente que por mejor intención que ponga, como mi madre, el exceso de cuidado al echar mucha agua, por ejemplo, mata a las plantas de interior, que mueren ahogadas.
Y por otra parte, es verdad que hay personas que. aparte de la sensibilidad, el cariño y la atención, tienen "mano verde", una conexión profunda con la tierra, con la naturaleza. Yo la tengo. No uso guantes para trabajar, siento auténtico pavor de plantar algo, estar con guantes y no poder tocar la tierra, las plantas, no conectarme. Son detalles que suman.
-¿Cómo te pudiste adaptar al Mediterráneo sin perder tu esencia tropical?
-Fue complicado. Tenía una forma de hacer jardines exuberantes, como se acostumbra en sitios subtropicales y tropicales, pero cuando vine aquí me costó muchísimo. Primero, no hay tanta variedad de plantas con hojas; existe mucha planta de flor, que no es lo mismo. La variedad vegetal de Brasil es brutal, por eso me costó encontrar mi estilo aquí y en un viaje vi que todo lo que había hecho en aquella tierra y me di cuenta de que tenía que adaptarme. No iba a realizar jardines minimalistas, con piedras y ya está. Serían jardines maximalistas, como los llamo. A partir de ese momento pongo muchas plantas y ornamentos, los jardines tienen que estar completos porque si no, no transmiten nada. Mi estilo es muy marcado, con la capacidad de ocupar todos los rincones, me gusta buscar el equilibrio con gravilla, rocas. En Madrid, que tiene un clima complejo, tengo auténticas junglas, como si hubieran estado ahí toda la vida. Los clientes están encantados.
-Cuando visitas una casa con jardín, ¿tienes el defecto profesional de hacer una lectura rápida y comentar defectos y virtudes?
-Si me piden consejo, sí. En caso contrario, me callo. Un día fui a casa de unos amigos a comer, que tenían unos árboles preciosos en su jardín, pero me encontré con palos... "¿Qué te parece?", me preguntaron, a lo que respondí que no los habían matado de milagro.
-Ya que te refieres a la poda, ¿cuál tu opinión sobre esta actuación a veces polémica?
-Hay que saber hacerla. Una vez planté un sauce llorón, que es uno de mis favoritos, en un jardín en Barcelona. Era casi verano, vino una ola de calor y se secaron sus hojas. Cuando plantas con temperaturas altas, lo ideal es que se reduzcan hojas porque es por donde las plantas transpiran y pierden agua. Por eso tuve que podar aquel sauce. No soy mucho de abrazar árboles, pero en aquel momento me pareció adecuado al hacerlo. Hoy está fantástico.
Al podar hay que tener en cuenta el momento y respetar la planta. Los ayuntamientos a veces hacen podas de forma tremenda, horrible, originando luego la caída de los árboles al causar heridas demasiado grandes por donde entran hongos. El árbol se enferma, se pudre por dentro y cae, generando accidentes.
-Y además habría que ver qué tipo de árbol se planta en la ciudad...
-La mayoría de los árboles urbanos están mal elegidos. Vemos cómo crecen mucho, las ramas se expanden demasiado, cruzan cables, se meten por las ventanas, chocan contra las fachadas y finalmente se los poda. Sucede en vías públicas y en jardines pequeños también.
Volviendo al tema de la poda, debe hacerse cuando la sabia en el árbol está en descanso, que suele ser a finales de otoño o invierno. Aunque algunos árboles se podan en verano, en cualquier caso debe respetarse el ciclo de la planta. La poda es todo un arte.
-Cuando planificas un jardín, ¿qué es lo primero que tienes en cuenta?
-Para crear un jardín bien hecho tienes que tener en cuenta tres cosas importantes: para qué, para quién y para cuándo. Una cuarta sería para dónde. La primera, para qué quieres el jardín: para que sea puramente ornamental, para que jueguen los niños, para celebraciones, para comer con los amigos... Luego para quién: para enfermos y es un jardín terapéutico, un jardín de un colegio, para tener animales, para una pareja sin hijos ni animales... Y para cuándo: en qué época del año se usará más, la hora del día, porque no es lo mismo si lo utilizarás solo para cenar en verano, aquí además importará la iluminación. La cuarta, en dónde: si estás en Valencia puedes poner palmeras, pero en Girona, cerca de los Pirineos, no.
-Aciertas a decir que la naturaleza solo necesita lo básico para existir. Es una lección para los humanos también, una observación que trasciende lo estético y va más allá.
-Intento que las personas sepan apreciar las plantas de una forma distinta, generando más respeto hacia el mundo vegetal y la naturaleza en general. Algunos clientes primero deseaban tener un jardín porque querían utilizar un terreno de su propiedad. Yo entonces les decía que no, que les iba a hacer un jardín que cuando estuvieran en él disfrutarían de otra forma la naturaleza, viendo los cambios de los estaciones, la floración de las plantas, luego los frutos, o la visita de aves y mariposas. Así he podido ser testigo de cómo va cambiando la vida de esta gente, que pasan de ser personas que están todo el tiempo frente al ordenador o el móvil, a mandarme fotos de un pajarito, una flor. Esa es la filosofía de mi trabajo, contagiar a la gente con este amor.
-La naturaleza también te ha hecho resiliente, enseñando a reponerte ante la adversidad una y otra vez.
-Mi vida en España ha sido complicada, con muchos bajones. A veces tengo momentos difíciles y sigo tomando fuerzas de la naturaleza, aprendiendo de ella, de su capacidad de moldearse, adaptarse. Tenemos que desarrollar un poder de observación ante lo que nos rodea y, gracias a esto, descubrir que somos capaces también de recomponernos, de evolucionar, mirando el entorno y cómo hemos crecido.
Debemos ser árboles, de pie, observando. Las plantas pueden ayudar, y mucho, a abrir el corazón y la mente, para dejarse invadir por algo que es mucho más grande que nosotros.
-Dejarse invadir... ¿Cómo traduces esa percepción tuya cuando te invade el petricor?
-No puedo explicar cómo me siento ante el olor a tierra mojada. Es un momento de felicidad plena. Me teletransporta a Brasil, a mi niñez, a momentos súper apreciados que guardo como si los tuviera en una cajita con joyas.
-¿Los jardines terapéuticos tienen poder de curar?
-Sí, desde luego, muchos hospitales y residencias de mayores, de niños con cáncer, cuentan con jardines terapéuticos que no son solo para quienes están hospitalizados, sino también para los familiares. Ayudan a curar y sobrellevar la enfermedad. Ahora están más de moda porque funcionan, sobre todo en países como Inglaterra, Alemania, Holanda, Italia y Estados Unidos. Hay estudios que demuestran que personas en habitaciones con vistas al jardín mejoran antes que aquellas que miran al parking o al centro de la ciudad.
Muchos de estos jardines tienen pasillos por donde pasear, con zonas para oler, para distinguir las texturas. Son más interactivos y sensoriales. Mientras que otros son de efecto visual, los pacientes se sienten mejor solo con mirarlos. Un abuelito en la residencia puede tener las cortinas cerradas y mirar a la nada, o ver afuera el paso de los pájaros y cómo bailan las hojas de los árboles con el paso del viento.
-A quienes vivimos en apartamentos, ¿qué consejos nos darías para tener plantas?
-En mi despacho no tengo terraza ni balcón, pero sí una jungla enorme... Si vives en un apartamento, primero ten en cuenta la luz natural que hay, si es suficiente para la planta que quieres llevar, luego infórmate bien en el vivero antes de comprar, o consulta en Internet, en muchísimas webs dan datos de plantas, y ver si te cuadra con lo que tienes y quieres.
Y finalmente ten cuidado con el tema del agua... ¡Ah!, cuidado con el vicio porque acabas colgando plantas en el techo (risas). Cuando sale el primer brote y la primera flor, es difícil de parar.
-¿Qué son los jardines con alma?
-Para que tengan alma, tienes que dejar un poco de la tuya. Sea el jardinero o el paisajista que lo ha diseñado, el jardín tiene que involucrarte, no solo en el proyecto sino también en la construcción. Por eso, los jardines deben tener muchas plantas y la persona que lo haya hecho, deje su esencia impregnada, que se note. Los míos son así, la gente dice que tienen una marca clarísima, ves uno y sabes que lo he hecho por el estilo y el mimo, el cariño que allí he dejado.
-Por último, ¿qué has querido compartir con tu libro?
-El libro habla de mucha soledad, pero también de esa posibilidad de encontrar resiliencia en las plantas. Da igual que te sientas solo si tienes alrededor tantas cosas con las que puedes conectar.