Víctor M. Flores. Instituto de Estudios del Yoga
Mircea Eliade, ese gran estudioso orientalista, decía del yoga que era el fósil vivo más antiguo que conocía el ser humano. No le faltaban razones que apoyaran tal deducción. A lo largo de su dilatada vida, el yoga se ha ido modificando y enriqueciendo en base a sus practicantes y pensadores, pasando del dualismo al no-dualismo, de la devoción al agnosticismo, de la ciencia al arte.
A lo largo de la historia se ha constatado que el elemento básico para la supervivencia del pensamiento es la posibilidad de una cultura. La más primitiva tuvo un origen abiertamente religioso. El hombre de las cavernas construyó todo un mundo de símbolos, pinturas y sacrificios que por sí mismo no le proveían de frutos o de venados pero que indirectamente le hacían creer que obtenía el favor de los dioses.
Fue en esa época, en pleno Neolítico, donde tuvo su origen el yoga. No sabemos su fecha exacta ni tampoco quiénes fueron sus arquitectos, pero debió de existir un grupo de místicos que buscaron alejarse de la tribu y en la soledad de las selvas y las montañas trataron de despertar las potencias ocultas de sus mentes. Las visiones más clásicas apuntan al primer compilador de sus técnicas, Patânjali, que escribió los Yoga Sutras al dictado de su abuelo Hyeregangriva, que dotó a la filosofía Shamkya de un método práctico.
Se puede dividir al yoga en varias etapas:
Proto Yoga: se trata de elementos encontrados en los Vedas, diseñados en el 3.000 a.C. y transmitidos de forma oral por familias de hombres-libro.
Yoga PreClásico: entre el 1.500 a.C. y el 500 a.C., época en que la práctica del Yoga era una tecnología contemplativa. No distinguía entre la divinidad y el ser humano, asumiendo que los seres humanos eran un dios en potencia, dormido.
Yoga Clásico: 200 d.C. Los Yogasutras de Patanjali, que dan una estricta interpretación dualista de la realidad: está Dios y está el ser humano, capaz de alcanzar un estado sobrenatural, el liberado en vida.
Yoga Medieval: desde Patânjali hasta el 1.900 d.C, cuando aparecen las escuelas de yoga psicofísico que retoma la no diferenciación entre dioses y hombres.
Yoga Moderno: se trata de numerosas escuelas de yoga que se desarrollan a partir de la emigración del pensamiento indio. Los introductores del yoga en Occidente, muy prolíficos y activos durante los años 60 y 70, fueron acompañados de movimientos alrededor de un gurú. Tradicionalmente cuando una persona decidía seguir un camino espiritual, se acercaba a un maestro de yoga con la esperanza de ser aceptado. El aspirante debía pasar por distintas etapas de comunión con el gurú hasta que el devoto asumía que su maestro era una realidad espiritual que llegaba a suplantar la misma identidad de un dios.
En la actualidad sólo las escuelas hinduizantes promueven los cultos al gurú, mientras que las demás se mantienen en libertad de culto, agnósticas o giran alrededor de la idea de una divinidad no definida. Esto se debe a que, en gran parte, muchas escuelas terminaron virando en movimientos de carácter, en mayor o menor grado, sectario, además de dotarles de un fuerte sentido religioso, del cual el yoga, en su raíz, no parece muy proclive.
Sea como sea, en este comienzo de siglo el yoga parece haber conseguido una de sus máximas expresiones. El número de practicantes es muy elevado. EE.UU. tiene una de las comunidades más amplia, con dieciocho millones de practicantes (de los cuales el 69% son mujeres). El siguiente país en número de practicantes es Rusia, seguido de Reino Unido, Alemania y México.