Patricia Abarca. Matrona, doctora en Bellas Artes
La ansiedad surge como una respuesta natural ante las contrariedades de la vida, como cuando percibimos el riesgo de algo que nos puede afectar física o psicológicamente, o cuando nos vemos obligados a enfrentar una fobia, siendo su principal manifestación un fuerte sentimiento de inquietud; de ahí que la ansiedad crónica se manifiesta por una incesante inquietud que nos agobia y una continua preocupación incluso hacia cosas que no tienen mayor importancia.
Los sociólogos concuerdan en que mientras más urbana y desarrollada es una sociedad, más ansiedad sufren sus habitantes debido a la actividad, la rutina y la competitividad que provoca el continuo bombardeo psicológico al que nos somete esta forma de vida.
Por esto el tipo de ansiedad más generalizado hoy en día es aquel producido por situaciones inciertas en las que no sabemos de qué manera abordar algo, o bien porque nos mantenemos en una incertidumbre continua esperando un resultado deseado que no llega, o porque la actividad nos desborda por falta de organización y de no saber priorizar; pero, también, porque sentimos que perdemos el control sobre determinadas situaciones que se nos van de las manos, como cuando no sabemos de qué manera abordar la conducta inapropiada de personas con las que tenemos que convivir día a día.
Sin embargo debemos tener claro que la ansiedad en sí, en su justa medida, nos es dañina ya que nos permite ponernos alerta para decidir los pasos que debemos seguir ante una determinada situación. El problema surge cuando el sentimiento de inquietud permanece en el tiempo, alterando nuestra tranquilidad habitual y preocupándonos más de lo normal.
También debemos tener en cuenta que no todas las personas respondemos con el mismo grado de ansiedad antes las mismas situaciones, dependerá del carácter, la genética y la historia de vida; es claro que no responderá igual a una situación de estrés una persona que es consciente de lo que le ocurre, sabiendo que lo que vive es un acontecimiento aislado, que alguien que ha vivido sometido a la ansiedad continuamente o desde la infancia, transformando la inquietud en un patrón de respuesta ante cualquier situación, sea o no peligrosa. De ahí la importancia de tomar conciencia de lo que nos sucede y de aprender a ver los problemas desde una perspectiva real.
Diversos estudios han confirmado que cuando la ansiedad se prolonga en el tiempo aumenta el estrés oxidativo de las neuronas, provocando una disminución de la energía en las células cerebrales, a la vez que aumenta la tensión arterial y se debilita el sistema inmune; sin embargo, los síntomas perceptibles pueden variar mucho de una persona a otra, dependiendo del grado de ansiedad y de su permanencia en el tiempo; entre los más frecuente se encuentra el insomnio, la preocupación exagerada, el miedo, la inseguridad, el sentirse irritable, sentir palpitaciones, sensación de nudo en el pecho o en la garganta, alteraciones del aparato digestivo, o disminución del deseo sexual, entre muchos otros.
Pero, finalmente, lo importante es tener claro que podemos aprender a controlar la ansiedad, aunque como todo requiere de práctica y constancia; incluso quienes sufren de ataques de ansiedad si se lo proponen pueden lograr detener los ataques con un adecuado entrenamiento; no se trata de ponerse en plan de lucha, de huida o de querer bloquear los síntomas, sino más bien de aprender a controlar y transformar conscientemente aquello síntomas que suelen preceder al ataque; del mismo modo, cualquier persona que quiera controlar la ansiedad debe proponerse cambios concretos consigo mismo y con la forma como plantea y organiza su vida; según mi experiencia, esto es lo que más nos cuesta, ya que tendemos a comprender y aceptar todo lo que vemos necesario, desde el intelecto, pero luego no lo ponemos en práctica.
Uno de los recursos que tenemos más a mano es tomar contacto con nuestra respiración y controlarla hasta conseguir una respiración larga, sosteniendo cada una de las fases como mínimo 7 a 10 segundos. Podemos hacerlo en el coche, en el autobús, en el baño, frente al ordenador, etcétera; se trata de contar mentalmente inspirando en 10, retener 10, soltar el aire en 10 y mantener 10 antes de volver a tomar aire nuevamente. Después de nueve respiraciones ya se puede percibir como baja la ansiedad, disminuyen los latidos cardiacos, baja la tensión en la cabeza y el barullo de la mente se aquieta –y si podemos realizarlo con los ojos cerrados será aún más efectivo–. Repetir esta u otras técnicas de respiración varias veces al día nos ayudara a ser más conscientes de nosotros mismos, además de liberarnos del estrés.
Otra cosa de gran ayuda es practicar 30 a 40 minutos de ejercicio físico, 3 a 4 veces a la semana y acompañado de una respiración consciente, no importa qué ejercicio es, lo importante es que lleguemos a sudar o por lo menos logremos sentir que hacemos algo de esfuerzo, eso permite que nuestra mente se vea obligada a tomar contacto con el cuerpo, a la vez que el ejercicio hará que produzcamos serotoninas y endorfinas, hormonas que nos harán sentirnos relajados y placenteros.
Dichas hormonas ayudan a invertir el patrón negativo de la mente y si además revertimos nuestro pensamiento con imágenes positivas, estaremos rompiendo el círculo que conduce a que la ansiedad se torne crónica. Según mi experiencia, la práctica de yoga es uno de los ejercicios más adecuados, ya que trabaja cuerpo, mente y respiración -y si nos lo permitimos, también el espíritu-; se puede alternar 2 a 3 días de yoga con cualquier otro ejercicio que agrade, y si este último es en la naturaleza, mejor.
Es fundamental organizar la vida de acuerdo a las verdaderas capacidades y olvidarnos de ser "súper" hombres o "súper" mujeres; valorarnos por lo que somos, dejando de compararnos con los demás y aprender a decir no; también saber ordenar las prioridades de lo que tenemos que hacer cada día. Si te sientes incapaz de modificar por ti mismo aquello que te gustaría cambiar, te animo a consultar; hay muchos recursos creativos que puedes aprender y que te ayudarán a transformar la vida en un camino placentero.
Recuerda que nuestro bienestar depende mucho más de nosotros mismos que de lo que nos rodea.