Christian Gilaberte Sánchez
El entorno que nos rodea y en el que desarrollamos nuestra actividad cotidiana es determinante a la hora de evaluar nuestra calidad de vida y, como factor principal de esta, nuestra salud. Así, contemplar al ser humano como un componente más de esta sopa de vida de la que formamos parte se torna imprescindible para alcanzar la plenitud y el bienestar a todos los niveles. No en vano, Hipócrates, considerado padre de la medicina moderna, ya afirmó que "antes de mirar el cuerpo, hay que mirar dónde vive".
Desde este prisma, la naturaleza y sus espacios boscosos y campestres tienen mucho que enseñarnos. Cada día son más los estudios científicos que relacionan distintos aspectos de la salud humana con la presencia o ausencia de espacios verdes en las cercanías de nuestras casas, pueblos y ciudades. Por norma general, cuanta más presencia de vida silvestre y vegetal exista en el interior o en las cercanías de nuestro hogar, nuestra calidad de vida relativa a la salud será más elevada, padeciendo una menor incidencia de múltiples trastornos y patologías.
Vivir cerca de un espacio natural alarga los años de vida, nos previene de sufrir trastornos coronarios, disminuye el riesgo de patologías respiratorias, mejora los dolores articulares, ayuda en casos de diabetes, regula la tensión arterial, fortalece el sistema inmunitario, reduce los niveles de cortisol, reduce la obesidad infantil, disminuye la ansiedad, mejora la depresión y nos ayuda a conciliar el sueño, entre otros muchos beneficios que dejo en el tintero por no convertir este artículo en una suerte de listado.
Vemos pues que debemos considerar a nuestro medio ambiente como un factor principal en el estado de nuestra salud, ya que vivimos en íntima relación con la vida que palpita fuera de nuestros cuerpos. Nuestro cuerpo es un instrumento de comunicación, y como tal es permeable al entorno y a sus características. Tanto es así que, por ejemplo, no son extraños los casos de enfermedad causados por geopatologías, singularidades energéticas de la corteza terrestre que influyen en nuestros cuerpos y mentes si permanecemos períodos prolongados de tiempo y de forma reiterada en ellas.
No obstante, sabiendo que nuestro cuerpo se comunica con el entorno y es capaz de modificar su estado en función del "idioma" que hable con él, podemos emplear numerosas prácticas y dinámicas que nos permiten tener una conversación muy saludable con nuestro medio ambiente y, como consecuencia, un estado de salud y felicidad en nuestro interior. Así pues, voy a pasar a resumir algunas que, a mi parecer, son altamente beneficiosas para nosotros:
• Pasar tiempo en espacios verdes, bien sean bosques o parques urbanos. Esta práctica, que podría compararse en algunos aspectos con los baños de bosque, estimula nuestra creatividad y concentración, nos ayuda a relajarnos, baja los niveles de ansiedad, estimula el pensamiento positivo y alivia dolores articulares, entre otros muchos beneficios. Consiste simplemente en frecuentar durante un mínimo de una hora espacios naturales con una actitud relajada, sin la intención de hacer ejercicio, sino paseándonos o sentándonos allí donde lo sintamos, fundiéndonos con el entorno, siendo conscientes de nuestra respiración y sin mirar el reloj ni dispositivos electrónicos. Se trata únicamente de estar en presencia, permitiendo y aceptando nuestras emociones, soltando el control, tomando distancia de "nuestro mundo" por un tiempo.
• Realizar sesiones de respiración consciente en bosques y espacios naturales. Esta práctica es realmente beneficiosa para relajar la musculatura, oxigenar el organismo, fortalecer el sistema inmune e integrar emociones. Para realizarla sólo es necesario sentarnos con la espalda recta, relajarnos e inhalar y exhalar por la nariz de forma profunda y calmada, intentando llevar el aire a la zona inferior de nuestro abdomen para bajar el diafragma y expandir los pulmones y la zona intercostal. Es importante realizar el ejercicio de forma relajada y cómoda, sin forzar la entrada de aire ni su expulsión, y sin estar pasando frío ni calor.
• Meditar con un árbol. La meditación nos permite acceder a un espacio de consciencia desde el cual poder comunicarnos con el resto de seres vivos que nos rodean a nivel energético, por lo que meditar y visualizar con un árbol de nuestra elección es un gran método para sanar y procesar bloqueos comprendidos en este nivel y en el mundo emocional. Para realizarlo, sólo tenemos que visitar un bosque o un parque y, mientras caminamos y observamos los árboles, identificar en nuestro interior cuál de ellos nos atrae más o nos llama más la atención. Hecho esto, nos acercamos al árbol, apoyamos una o las dos palmas de nuestras manos en su tronco y nos presentamos, diciéndole nuestro nombre y nuestro propósito allí (esto podemos realizarlo mentalmente si así nos sentimos más cómodos). Seguidamente nos sentamos a los pies del árbol con la espalda recta, si queremos la apoyamos en su tronco, nos relajamos y respiramos profunda y sosegadamente durante unos minutos hasta alcanzar un estado interno relativamente sereno. A continuación, imaginamos y sentimos que un canal de luz situado a lo largo de nuestra columna y que nos recorre desde el sacro hasta la coronilla se activa, y que esa energía fluye por nosotros. Entonces, las raíces, el tronco y las ramas del árbol también se iluminan, y nuestro canal central se funde con el canal central del árbol. En ese momento podemos tomar energía de la Tierra y el Cielo a través del árbol, o bien soltar nuestras cargas a la Tierra para que sean transmutadas.
Estas prácticas nos permiten realizar una comunicación consciente con el entorno tanto a nivel bioquímico como energético, conectándonos a la vida que somos y a lo trascendente de la naturaleza humana.
Christian Gilaberte Sánchez es terapeuta de Rebirthing y técnico superior en recursos naturales, e imparte la formación práctica de Fitoterapia en Valencia en el Instituto Valenciano de Terapias Naturales.