Emi Zanón Simón. Escritora y comunicadora
"Halajélla”, nos despedimos de Felipe Antonio. “Halajélla”, musitó él. A paso rápido nos introdujimos en el oscuro bosque, siguiendo el cauce del riachuelo que desembocaba en la playa, junto a nuestro campamento, no sin antes haber pedido permiso a los espíritus que allí habitan. Los Yámana son muy respetuosos con todo y saben que los bosques son sitios sagrados donde los espíritus elementales de la Tierra juegan, sonríen y conversan con los hombres del agua. Keipja conocía bien el camino y, a pesar de ser una noche poco iluminada por las escasas estrellas que se colaban entre las nubes que se movían a gran velocidad, conseguimos llegar a su campamento sin ningún contratiempo.
De la novela “Yámana, Tierra del Fuego”, de Emi Zanón.
Sí, los Yámana, una tribu ya extinguida de la Patagonia, eran muy respetuosos con todo y sabían que los bosques son sitios sagrados protegidos por los espíritus elementales de la Tierra. Allá donde se presenta el hombre primitivo –sea en la parte del planeta que sea–, se manifiesta con la misma capacidad espiritual para respetar la Madre Tierra. La aman y toman de ella lo que necesitan, nada más, pidiendo permiso y agradeciéndoselo, manteniendo siempre un punto de equilibrio entre lo que se da y lo que se toma.
Por las fechas en las que nos encontramos, posiblemente, tú, lector de TÚ MISMO, te encuentres disfrutando de unos días de descanso en la naturaleza, bien en contacto con el mar, bien en la montaña y los bosques… Posiblemente, también, seas muy sensible y consciente de todo lo que te rodea y estés experimentado mucho amor por la naturaleza y la vida. En ese caso, te felicito, porque en la medida en que nos conectamos o centramos nuestra atención en la vida que existe en todos los niveles, a nuestro alrededor, somos conducidos hacia el contacto cada vez más profundo con los planos etéreos de vida. En este caso: los elementales y los espíritus de la naturaleza.
Desde nuestro enfoque, como sociedad, de la búsqueda del conocimiento a través de lo racional y lo empírico, nos hemos vuelto menos sensibles a todo lo que nos rodea. Hemos dejado de ver y observar con los ojos de un niño. Por ello, mi propuesta es que este verano aproveches para conectarte interiormente con la naturaleza. Bastaría que te aísles por unos instantes asegurándote de que no vas a ser molestado. Dependiendo de lo que elijas experimentar, bien la tierra, el agua, el aire o el fuego, buscarás, respectivamente, unas rocas, un árbol, una planta, una flor, una corriente de agua, una laguna, el mar, un día con brisa o exponerte al sol. A continuación, sentado cómodamente, con los ojos cerrados, comenzarás a inhalar y exhalar lenta y profundamente. Tras unos minutos, proyectarás tus sentidos hacia el exterior, sintiendo las energías que te rodean, percibiendo olores, sensaciones, imágenes, sonidos, mensajes… Hablarás interiormente con los árboles, las flores, los animales, el agua, el viento, los rayos de sol… Dejándote llevar y disfrutar por lo que en ese momento la vida tiene preparado para ti. Es una experiencia enriquecedora que te hará sentir que no estamos solos, además de mucha paz y amor hacia la vida. ¡Vívela! ¡No te lo pierdas!
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