por Pilar Ivorra Ferrándiz. Renacedora, Facilitadora en Constelaciones Familiares y Formadora
En primer lugar deberíamos definir qué es el éxito. Para algunas personas el éxito radica en tener una pareja estable y una familia completa. Otras en cambio se sentirán exitosas si son reconocidas profesionalmente…
Sin embargo, todos estamos más o menos de acuerdo en que una persona se puede considerar exitosa si todas las áreas importantes de la vida están equilibradas, algo así como “salud, dinero y amor”; esto nos haría sentir lo que llamamos felicidad.
Partiendo de esta base, cómo conseguir tener una vida exitosa, abundante y plena dependerá de varios factores, pero sin duda el más importante tiene que ver con la aceptación. La aceptación de todo lo que es, tal y como es.
La aceptación de la realidad tal y como es, es señal de madurez, de haber dejado ya de soñar y fantasear en cómo deberían ser las cosas y las personas, y vivir en la realidad.
Desgraciadamente, el “chip” de la aceptación no lo traemos de serie, lo vamos “instalando” poco a poco en nuestras vidas y en nuestras mentes a base de vivir frustraciones, desengaños, pérdidas, etcétera.
Cada "no" que recibimos cuando somos pequeños y que impide que suceda aquello que deseamos en ese determinado momento, ya sea degustar una golosina o asistir a una fiesta, nos enseña a lidiar con la frustración y es un muy buen ejercicio para ir madurando de una manera gradual y sana.
Instalar el “chip de la aceptación” nos ayudará a vivir los sinsabores de la vida sin sentirnos las víctimas de un destino cruel. A ser tolerantes, no sólo con las circunstancias, sino con las demás personas, a las que también debemos aceptar tal y como son, sin intentar cambiar nada ni a nadie para que se ajuste a nuestros modelos de pareja, jefe, empleado, vecino, amigo, etcétera, dejando que cada cual sea quien es y tomando lo que cada uno tenga para nosotros como un regalo.
Y esto empieza por la aceptación de los padres tal y como son. Madurar es dejar de reprocharles a nuestros padres lo poco o mucho que nos dieron o nos dejaron de dar. Nos dieron LA VIDA, una crianza, nutrición, una educación, y sobre todo AMOR, y hacer con todo ello algo mejor de lo que ellos pudieron hacer con lo que recibieron a su vez de sus padres.
Exigir a los padres que nos hayan amado más, acariciado más, que hayan sido más amorosos, generosos, accesibles, cálidos, juzgándoles de cualquier modo, como poco amorosos, fríos, distantes, avaros, es el camino más rápido para el fracaso y una vida de sufrimiento.
En vez de ello, deberíamos agradecer lo que nos dieron, en primer término, la VIDA, algo que jamás podremos devolverles, ¿cierto? Y luego todo lo demás. Ellos dieron lo que pudieron dar, lo que habían recibido, y lo hicieron de la mejor manera que supieron, con los escasos recursos con los que contaban en la época que les tocó vivir.
Pensar que no se ha recibido suficiente amor, etcétera, y sentirse escaso es solamente una manera de autoboicot. Funciona muy bien, es infalible.
Si te sientes escaso, acabas siéndolo sin duda ninguna. Si por el contrario agradecemos de corazón lo recibido, no sólo de nuestros padres, también de la empresa donde trabajamos, de nuestros clientes, de nuestros amigos, incluso del planeta en que vivimos, entonces abrimos la puerta por donde va a entrar a raudales la abundancia a nuestras vidas.
Recordemos siempre que la abundancia es un movimiento del espíritu hacia el que toma todo en su vida tal y como es, y a todos tal y como son, agradeciendo cada pequeño detalle como un regalo.
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