Lurdes Reina
Hemos nacido en un tiempo determinado, algunos incluso pueden recordar sus nacimientos, algunas técnicas facilitan este proceso. Y después, ¿qué?
Después es necesario volverse a reinventar, darse nacimiento a sí mismo, alejados de los condicionamientos de nuestros primeros años de vida. De forma "casi" inevitable llega un momento en la vida de una persona que no puede más, un acontecimiento viene a despertarnos, ya sea un accidente, la muerte de un ser querido, una enfermedad grave, una quiebra económica, etc. ¿Qué es lo que vamos a hacer con este acontecimiento que la vida nos presenta? Es una prueba, una iniciación. ¿Vamos a dejarnos iniciar por la vida? ¿O vamos a encerrarnos más en nosotros mismos, adoptando un personaje de víctima? Es una elección y somos libres, libres de aceptar la iniciación a la vida y al amor, y libres de interpretar o seguir interpretando el personaje víctima. Todos poseemos en nuestro interior el potencial para convertirnos en maestros de nuestra vida. Para despertar este potencial hace falta nacer a uno mismo.
Nacer a sí mismo es nacer a los tres planos que nos habitan: el cuerpo físico, el corazón y el alma.
Nacer al cuerpo físico es nacer a la tierra, es entrar a la escucha de nuestras necesidades más profundas y fundamentales, es el lugar donde se expresa nuestro inconsciente. En nuestro cuerpo está inscrita nuestra historia, no la historia que nos han contado, no la historia que nos hemos construido para "sobrevivir", sino nuestra verdadera y profunda naturaleza. A menudo nuestra naturaleza profunda se halla rodeada de corazas que no nos permiten actuar, sentir ni pensar libremente. Hemos aprendido a callarnos para no molestar a los demás, hemos aprendido a disfrazar nuestras necesidades en pos de complacer a los demás, hemos aprendido a hacer lo que se esperaba de nosotros. El diálogo con nuestro cuerpo físico a través de los movimientos psicocorporales nos lleva de forma ecológica a flexibilizar y liberar las corazas que hemos instalado en nosotros como medida de supervivencia. Nuestro cuerpo físico es el templo de nuestra alma, si está libre nuestra alma puede reposar en él, puede expresarse en nuestra fisicalidad. Nacer al cuerpo es nacer a nuestra encarnación, nacer a la tierra que nos sostiene.
Nacer al corazón es nacer al Amor. ¿Cuál es nuestra relación con el Amor? ¿Es un amor condicionado? ¿"Te quiero si...."? ¿Cuál es la historia de nuestro condicionamiento en el amor? Podemos contemplar cuáles son los esquemas que hemos ido repitiendo a lo largo de nuestra vida con respecto a nuestras relaciones, ya sean de parejas, de amigos, etc. Contemplar si estas relaciones nacían de un corazón herido o un corazón libre. Quizás nos demos cuenta de que hemos amado bajo el condicionamiento de la carencia, del vacío. Tras esta exploración profunda, la autenticidad nos llama, somos llamados a una profunda fidelidad con nosotros mismos, y libremente podemos decidir abrir el corazón. Asumir, aceptar y acoger las heridas relacionadas con el Amor, sanarlas y abrirnos hacia el amor sin condiciones, el amor que reposa en el interior de nosotros mismos, alojado en la profundidad de nuestro cuerpo físico, templo de nuestra alma. El amor tiene un recipiente sano, nuestro cuerpo, donde asentarse y desde ahí compartirlo con los demás.
Nacer al alma es nacer a nuestra propia esencia. Hemos nacido al cuerpo, el recipiente que sostiene el amor que nos habita y que emana de nosotros mismos, hemos nacido al amor, acogiendo y sanando las heridas de la que era portador. En un entorno así nuestra alma tiene el escenario perfecto para realizarse, para desplegar sus alas y llevar a cabo su misión aquí en la fisicalidad de la tierra. Nacer al alma es establecer una relación íntima con nuestra verdadera naturaleza. Se establece un diálogo profundo entre nuestra personalidad y nuestra alma. Este nacimiento llama a una gran flexibilidad de nuestra personalidad, nuestro ego. Se establece un diálogo entre nuestro maestro interno y nuestro discípulo interno, este diálogo abre la puerta a lo transpersonal en nosotros mismos, nos dirigimos a la unificación profunda. Nacer al alma es mantenernos a la escucha de los mensajes que ella nos envía, a fin de poderlos utilizar para la creación y el objetivo de nuestra encarnación. Nacer al alma es nacer a nuestra espiritualidad.