Valentín Núñez Varas. Facilitador de procesos de cambio personal.
Creador del proyecto www.crea2vida.com
¿Te imaginas que Messi hubiera sido electricista? ¿Puedes pensar en Robert de Niro ejerciendo de funcionario? ¿Y si Barbra Streisand hubiese estudiado derecho y ejerciese de abogada? Nos parece mentira que personas con unos dones o talentos tan evidentes para su profesión pudiesen haberse dedicado a otra cosa. Pero, ¿te has parado a pensar cuántas otras personas tienen también talentos o dones extraordinarios y no los están poniendo al servicio de sus vidas? ¿Conoces a algunas? ¿Eres tú una de ellas? Si es así, tengo algo que decirte…
Puedes crear tu vida. Sí, así de claro. O aún mejor: debes crear tu vida. Solo si haces aquello que has venido a hacer a este mundo, aquello por lo que has nacido, serás feliz. No quiere decir que en caso contrario seas infeliz, pero te garantizo que no alcanzarás el nivel de plenitud al que podrías llegar.
Estoy convencido de que somos algo más que un cuerpo físico, que nuestra conciencia es eterna y que su objetivo es llegar a la perfección (o la iluminación) a partir de sus propias experiencias. Los hindúes lo han llamado Lilah, o el juego de la vida. Encarnamos en un cuerpo para realizar un aprendizaje, para vivir unas determinadas experiencias. Escogemos a aquellos que nos acompañarán, nos guiarán o nos procurarán aprendizaje, a veces de forma dura y cruel. Y nos proveemos con las herramientas que necesitaremos para alcanzar nuestro objetivo, aunque no siempre sea de manera fácil. Esas “herramientas” son nuestros dones y talentos.
Hay un gráfico ideado por Andrés Zuzunaga que viene perfecto para la ocasión. Está formado por 4 círculos en los que cada uno de ellos representa uno de los siguientes conceptos:
- Aquello que amas.
- Aquello en lo que eres bueno.
- Aquello que el mundo necesita.
- Aquello por lo que pueden pagarte.
Y en el centro, en un área compartida por los 4 círculos, encontrarás tu misión de vida, aquello por lo que has nacido. Los japoneses lo llaman “ikigai” y tiene un significado muy parecido.
Pues bien, descubrir cuál es esa misión por difícil y oculta que te parezca que está y poderte dedicar a ella el resto de tus días hará que tu vida tenga sentido y haya valido la pena vivirla. Y no solo para ti: los demás, el resto del mundo, agradeceremos que lo hayas hecho porque nos beneficiaremos directamente de tu pasión al hacerlo y de tu felicidad al conseguirlo.
Si eres de los afortunad@s que saben qué quieren hacer en sus vidas, aunque aún no lo estén haciendo, debes saber que el 60% del camino está conseguido. A menudo es obvio para los demás aquello que hacemos excepcionalmente bien, pero como nos resulta fácil, no le damos demasiado valor y creemos que carece de importancia. Pero no es así. Justamente aquello que haces fácilmente, aquello en lo que eres excepcionalmente bueno, aquello que te apasiona, es una pista muy exacta de lo que es, sin duda, tu misión.
Para poder emprender el camino hacia tu ikigai necesitas completar las siguientes fases:
- Autoconocimiento: sin conocerte bien no llegarás muy lejos. Es muy importante que tengas identificados cuáles son los valores más importantes en tu vida y que estén siempre presentes en lo que sea que vayas a hacer. La autoestima debe estar alta: sin quererte a ti mism@, no hay misión que valga. También deberías saber por qué repites patrones de conducta autodestructivos una y otra vez. Y cómo no, identificar los referidos dones y talentos.
- Conexión espiritual: la vida cambia radicalmente cuando estamos conectados. Obviamente, no me estoy refiriendo a Internet, sino a auténtica conexión espiritual, a la fuente de conocimiento del Universo, a la energía de la Unidad. Es como pasar de viajar con un plano viejo y sucio a hacerlo con un GPS. Es como salir de una habitación en penumbra y encontrarte en medio de una playa en un soleado día de verano. Es como dejar de ir solo por la vida para ir acompañado por todo.
- Pasar a la acción: por mucho que te conozcas y por muy conectad@ que estés, si no caminas no te moverás del sitio. Márcate un objetivo, identifica los hitos que te llevarán hasta él, planifica el viaje, conoce tus puntos fuertes y prevé los obstáculos que te encontrarás. Y, sobre todo, no te rindas. Confía en tu intuición.
Y si necesitas ayuda, búscala. Hay muchas personas dispuestas a hacerlo como parte de su propia misión de vida. Cuántos más nos pongamos a trabajar en nuestra misión de vida, antes estaremos haciendo realidad una auténtica revolución de la conciencia.