Víctor M. Flores. Instituto de Estudios del Yoga
Recibo a diario mails al respecto de algunos aspectos esotéricos que encierra el yoga, acerca de los siddhis (poderes potencialmente mágicos); acerca de los Naths, los señores de la luz, y muchos otros temas que se han convertido en leyendas cuando no en embaucamientos. El yoga de hoy en día no es, naturalmente, esa herramienta de faquires y magos que en su día lo fue y que buscaban trascender para convertir al ser en el Súper Ser, aunque tampoco deja de serlo pues se haya implícito en su filosofía. Simplemente la mayoría de los practicantes del siglo XXI no tienen como meta ese objetivo, conformándose con sus beneficios inmediatos: paz, bienestar, salud, del mismo modo que el practicante de ninjitsu no busca convertirse en ninja.
La búsqueda espiritual en el yoga comienza y acaba en lo que los jivan-mukti, los liberados en vida, llaman Perla Azul. Lo que no sea su búsqueda supone no volver a la Casa, el Absoluto. Quien está perdido y quien encuentra siempre es el mismo. Pero quien ha visto a la Perla Azul, ya no.
Aparentemente sigue siendo carne, un conjunto de tejidos que cubren vastas redes de circuitos nerviosos, vasos sanguíneos, estructuras óseas de sustentación, sacos viscerales, órganos motores y pensantes, órganos destinados al placer y residencia de un alma inmortal. Como el autista o la persona en coma su mente es un misterio. Vive en otro plano, no en otra realidad. En otra realidad viven los locos. Creen que voces misteriosas les hablan, pero el plano es una supra-realidad. Nuestra sociedad suele interpretar a la muerte cerebral con la muerte.
El jivan-mukti es un muerto en vida dado que ha cesado a la mente, según la entienden los países industrializados, pero no ha cedido su cuerpo a la muerte, pues sigue con la función vital que es el procesamiento del prâna (la respiración, la alimentación). Esto indica que cuerpo, mente y espíritu son indistinguibles.
En el yoga nos dicen que es su unión, pero esta descripción es simplista puesto que quien está separado de su mente duerme y el alma separada del cuerpo es un fantasma. La Perla Azul es la manifestación de la muerte cerebral y el nacimiento de la no-mente. Es un agujero negro que permite establecernos en la fuente donde se constela el Uno que supera a la multitud (el binomio tú-yo). Muerta la mente, muerto el ego.
Vislumbrar a la Perla Azul en su esplendor es de segundos, pero con repercusiones en la eternidad no sólo del individuo, sino del mismo universo, dado que la muerte de un ego supone una conmoción cósmica.
Hay muchos templos donde buscar a la Perla Azul, pero sólo uno es verdadero. Lo llamaba Teresa el Castillo Interior; Buda, las Santas Moradas: el mismo buscador. Kundalini es la energía durmiente que mediante el yoga hay que desanillar para que nos permita acceder a esa perla que se encuentra en perpetua huida. El coito entre Shivá (la conciencia) y Kundalini (la energía) sólo es posible por la voluntad de querer sumergirnos en el insoldable corazón de la eternidad.