Pilar Ivorra. Renacedora, Facilitadora en Constelaciones Familiares y Formadora
Es posible que en este momento que vivimos acercarse a la Naturaleza tenga un sentido mucho más amplio y profundo de lo que iba siendo habitual... Es posible que queramos un acercamiento mayor, una profundidad que hasta ahora no hemos tenido. Quizá ahora no nos baste con observar y decidamos dejar que nos observen, o quizá empezar a comunicarnos con ella como nunca lo habíamos hecho antes. Quizá el chamanismo trate de eso...
Yo hice una prueba. Delante de un árbol, le hablé y le dije: "Te veo, te contemplo en toda tu belleza y esplendor y, ahora, me abro, me expongo a que tú también me veas y me contemples". El resultado fue algo abrumador y, desde luego, muy subjetivo. De repente "sentí" que el árbol se me acercaba mucho y rápido, me "miraba" y emanaba algo hacia mí que solo puedo descubrir como un inconmensurable y casi insoportable Amor.
A partir de entonces me decidí a hacer más "experimentos", y me di cuenta de que casi todo "responde", en mayor o en menor medida. Los árboles y plantas, el agua, el viento, el cielo...
A base de negar la existencia de esta relación con todo lo que nos rodea, esta "magia", hemos acabado por hacer que "no exista para nosotros". Pero existe, está ahí. Solo hay que saber cómo dirigirse a ella.
No es una cuestión de palabras, sino de actitud, de corazón. ¿Realmente amamos la Naturaleza? ¿Realmente queremos acercarnos a ella? ¿Estamos dispuestos a seguir sus leyes y respetar sus formas?
Si es así, tenemos muchas posibilidades de conseguirlo. De tener una relación y una comunicación fluida y bonita con los elementos, de llegar, algún día, a contactar con los Devas, con los Guardianes, con los "otros pueblos" habitantes de este hermoso planeta.
El mundo vegetal, las cuevas, los hermanos alados y demás animales. Creemos que no son conscientes de sí mismos, es posible. Yo creo y constato, siempre que puedo, que se comunican conmigo, me traen mensajes y, si les dejo, a veces hasta me guían.
Siempre cuento la anécdota de una vez en que me perdí en un viaje en coche al vecino país de Portugal. Y perdida por perdida, me dio por hacer "mis experimentos".
Pedí al mundo animal que me guiara y empezaron a aparecer mariposas en plena ciudad de Oporto, y algún que otro pajarillo. Yo solo tenía que seguirles. Y así acabé delante de la puerta en la calle y el número que buscaba.
Entonces me di cuenta de que sólo tenía que confiar, estar "conectada" y dejarme llevar. Empecé a aplicarlo en "la vida" y, ciertamente, no me quejo, considero que me va bien, que estoy feliz y voy a mejor cada día.
Sólo me siento mal cuando pierdo esa "conexión". Entonces corro a refugiarme a la montaña, a escuchar el río que me enseña a fluir, a abrazar a los árboles, a observar y ser observada. Entonces sé quién soy y cuál es la única verdad.
Yo soy eso y todo, formo parte de esta Naturaleza. Soy, de nuevo, una Hija de la Tierra.
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