Sumati
A menudo nos damos cuenta de que la comida nos domina, sintiendo un hambre que no podemos controlar y que nos hace comer más de lo que necesitamos. A este tipo de hambre lo llamamos: "hambre emocional". Y es que, sin saberlo, a través de este tipo de hambre gestionamos la vida. Ya que si observamos nuestra forma de ingerir alimentos podemos reconocer, como si fuera un espejo, aquello que no expresamos o gestionamos. Un ejemplo claro es cuando nos comemos lo que sentimos, acallando de esta forma la voz de nuestra alma y confundiendo lo que necesitamos con lo que creemos que necesitamos.
Esto tiene un efecto importante en nuestras vidas porque puede llevarnos a la necesidad de comernos las experiencias que no digerimos y absorbemos.
Esto es lo que les pasa a muchas de las personas con las que trabajo en la consulta el hambre emocional. Con todo el respeto hacia ellos, comparto algunas de las frases que he escuchado últimamente:
• "Tengo mala relación con mi pareja y estamos en un punto en que cuando abre la boca, me lo como".
• "Cuando mi padre se fue de casa en mi adolescencia me comí a mi madre con patatas, no la trago, y en ese momento empecé a vomitar".
• "El atracón es una forma de castigarme y sentirme menos culpable por estar sana, mientras que mi hermana no lo está".
Detrás de estos casos podemos observar cómo los atracones nos "ayudan" o, mejor dicho, "esconden" la ira, la sensación de abandono o una alta sensibilidad y vulnerabilidad al dolor ajeno. Podríamos ver muchos más ejemplos de cómo utilizamos la comida para gestionar aquello que nos supera. ¿Reconoces en ti algo que gestiones con la comida por no saber, o querer, hacerlo de otra manera?
Si el hambre emocional está presente en nuestra vida quizá podamos identificarnos con esta idea: la relación con la comida se vuelve una cárcel. Y supone una gran contradicción porque suelen ser personas con una gran necesidad de sentirse libres y no aceptar los límites de la sociedad. Incluso, a menudo, observo que son personas con necesidad de tener una vida diferente a la habitual. En estos casos, por un lado, darnos un atracón nos hace sentir la energía de saltarnos las normas a través de la adrenalina que nos genera. Es decir, una necesidad de rebeldía contra, posiblemente, la autoridad que tuvimos en nuestra infancia. Pero, por otro lado, sin darnos cuenta, en este acto perdemos nuestra libertad. Y así es como generamos gran frustración ya que solitos nos metemos en esta cárcel.
Cuando conseguimos combatir al "monstruo", que no es más que ese impulso incontrolable que nos hace comer de más, generando mucho malestar, recuperamos nuestra libertad. Y es aquí cuando la aventura comienza. Cuando nos hacemos responsables de lo que nos pasa, lo sentimos y lo gestionamos de otra manera diferente a la comida.
Otra cualidad importante que siento que comparten personas con hambre emocional es la exigencia con uno mismo. Si están en el periodo de comer sano no hay atracones y desde el control gestionan la relación con la comida. Pero si pasan al otro lado, todo vale.
Te propongo que digas "solo por hoy" cuando aparece el descontrol. Esta poderosa frase nos ayuda a flexibilizar y dejar de controlar tanto. Porque el control es lo que nos lleva al descontrol, cuando nos dejamos ser y sentir nuestras necesidades, dejamos de controlar y el atracón (como reflejo del descontrol) ya no es necesario.
El objetivo en estos casos sería encontrar el punto medio para sentirnos en paz con nosotros mismos. Un día como sano, si otro día me paso un poquito trato de no juzgarme ni castigarme y al día siguiente vuelvo a comer sano.
Por último, un patrón que observo a menudo es la dependencia con respecto a lo que ocurre en el exterior. Si lo de fuera está bien, tenemos una relación sana con la comida; si lo de fuera no está bien, nos descontrolamos. Sentir esta dependencia hacia afuera nos hace generar malestar hacia nosotros y falta de libertad.
Para soltar esta dependencia puede ayudarnos mucho la meditación. Para conectar con el espacio interior y conseguir una estructura interna que nos sostiene, independientemente de lo que ocurre en el exterior.
Pretender controlar lo que ocurre a nuestro alrededor se refleja en nuestra necesidad de controlar lo que comemos. Detrás de la necesidad de control lo que suele haber es miedo a perder el control. Y esto nos impide ser nosotros mismos porque nos comportamos como pensamos que deberíamos comportarnos y esta frustración nos hacer comer más emocionalmente.
Sugerencias
Algunas sugerencias para mejorar nuestra relación con la comida:
• "Solo por hoy" voy a comer de esta manera, ya sea lo que considere saludable o no saludable. Si queremos el punto medio podemos aprender a hacerlo hoy de una manera sin dejarnos llevar por ello a un círculo del que no sabemos salir. "Solo por hoy como sano" o "solo por hoy como un poco más de lo que sé que necesito", etcétera.
• Conecta con la sensación de hambre y de saciedad en tu cuerpo: ¿cuándo paras de comer?
• Cada vez que sientas hambre emocional pregúntate qué hay detrás, ¿qué necesito realmente en este momento o que echo de menos?
Tomar conciencia de cómo nuestra relación con la comida nos habla de nuestra forma de relacionarnos con la vida y con nosotros mismos puede ayudarnos a gestionar, reducir y eliminar el hambre emocional.
Si quieres seguir profundizando en este tema tienes a tu disposición el libro "Tu relación con la comida habla de ti", de la Editorial Sirio.
Más información: www.sumati.es, Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Participante en el VIII Congreso Mediterráneo de Yoga en Valencia.