Martín Ribes. Terapeuta chamánico y transpersonal y formador en Chamanismo Práctico
El grupo de terapeutas se reúne en una casa con un propósito común: ayudar a restaurar el fragmento o fragmentos de alma que Virginia dejó perdidos en el camino de la vida. Los terapeutas, a modo de comunidad, de tribu, se sitúan en círculo alrededor de Virginia. Uno de ellos se encargará de hacer galopar el caballo –tocar el tambor a la frecuencia adecuada– y de viajar a la realidad no ordinaria en busca del fragmento de alma extraviado. El resto de la tribu pondrá a su disposición sus animales de poder y espíritus guía para facilitar el camino del buscador. Suena el tambor, cierran los ojos, se abren las puertas del Mundo Invisible y comienza la visión:
El pisconauta, junto a su animal de poder, el Puma, y su maestra de Recuperación de Alma, una pequeña india con semblante risueño y rostro sabio, se adentran en la selva. Llegan a una cueva con una gran tarántula custodiando la puerta. Se le solicita que les deje entrar a rescatar a la niña que se haya escondida. El arácnido se niega alegando que aquí está protegida. En la negociación se le explica que el alma raíz reclama su presencia, que está lista para el cambio. La gran Araña, al apreciar que los demandantes hablan de corazón, les deja pasar. Dentro de la cueva encuentran a la niña acurrucada, sucia y herida en un rincón oscuro. Tiene alrededor de cuatro años. El Puma empieza a lamer sus heridas, la india le canta para curar su corazón y el viajante le pregunta con mucha delicadeza por qué permanece escondida. La niña le dice que un hombre grande le ha hecho daño. Para facilitar su regreso se le explica que ese hombre ya no está, se fue para siempre y que es momento de volver a Casa. Aparece Virginia, de adulta, en escena. La niña, al verla, corre a sus brazos y una gran luz inunda el espacio. La cueva se derrumba y las dos Virginia, la niña y la adulta, se funden, se tornan en una esfera de luz que el viajante recoge. Es momento de volver a la realidad ordinaria y restaurar el fragmento de alma recuperado.
El tambor cesa en su latir, se abren los ojos y también las puertas al Mundo Ordinario. El buscador insufla en Virginia la energía psíquica recogida de los planos sutiles y le susurra al oído: "Bienvenida a Casa, Virginia". Trabajo hecho. La tribu, tras escuchar con deleite y orgullo positivo la aventura del encuentro, lo celebra con Virginia. Ésta recibe unas pautas a seguir para integrar el fragmento recuperado, para que permanezca en Casa y no vuelva a partir.
El trabajo de Recuperación de Alma es una de las herramientas de sanación más potentes utilizada en el chamanismo. Podemos perder partes de nuestra alma cuando nos sucede algo traumático, muy doloroso, como un abuso, una paliza, la pérdida de un ser querido o un accidente. Es un sistema de protección ante el dolor. En términos de psicología, a este suceso lo denominan disociación. Desde la cosmovisión chamánica estos fragmentos permanecen en algún lugar de la realidad no ordinaria y pueden ser recuperados por el chamán o bien éste puede inducir al afligido a un viaje interior para que sea él mismo el que, en visión, recupere el fragmento perdido.
También podemos dejar atrás pedazos de nuestro ser cuando actuamos en contra de nuestra ética, cuando sentimos lástima por alguien o nos sacrificamos más de la cuenta. Una clienta que tenía un hermano con retraso mental en sesión expresó textualmente: "Cuando era niña le dije a mi hermano que le entregaba mi alma para que no tuviera problemas en la vida y no se metieran con él". Y eso es lo que hizo. Le cedió una parte de su alma que no le benefició ni a él, dado que estaba interfiriendo en su devenir de la vida, ni a ella, pues a lo largo de su vida tuvo que rellenar ese vacío con patrones de comportamiento dañinos, adicciones y depresiones profundas. Este gesto, que se realizó con buena voluntad, generó un enganche emocional con su hermano que duró más de cuarenta años. En sesión, fue guiada y llevada a reclamar, con amor, aquello que cedió en la niñez y que le estaba afectando tanto en su vida presente. La relación con su hermano mejoró como nunca se lo podía haber imaginado.
A veces también cedemos fragmentos de alma a nuestros padres si de niños percibimos que uno de los dos es débil o ellos lo toman de nosotros si sufrieron una gran pérdida. Esto genera caos en el sistema familiar y es importante que el orden sea restaurado.
Todo esto son movimientos inconscientes que realizamos en la mayoría de ocasiones sin querer. No es cuestión de culpar o recriminar a nadie pues todos estos actos suceden desde la ignorancia y son prácticamente inevitables mientras tengamos un ego. Y lo tendremos hasta que desencarnemos. Pero hacernos conscientes de estas maniobras nos impulsará a permanecer muy atentos ante nuestros sentimientos, a querer conocer los misterios del alma y a atender a nuestro niño interior, aquel que sufrió la herida y que nos mantiene despiertos en esta gran aventura que es la vida.
Bienvenido/a seas a Casa,
Ahó!