Davinia Lacht
Y tú, ¿qué quieres? No, en serio. ¿Qué quieres? No vale con que me digas que quieres vivir esa vida derivada de una imagen mental: la imagen de la mujer exitosa de negocios, la imagen bohemia de un músico (vaya, los que sean bohemios), la sensación de poder que pueda otorgarte la posibilidad de dirigir una empresa o lo guay que te parecería saber muchos idiomas, ser muy culto o tener mucho de lo que sea. No, no, no. Eso no es lo que quieres. Eso es lo que crees que es especial por el motivo que sea y a causa de un bagaje cuyo origen no vale la pena ponerse a delimitar.
¿Qué quieres? O, mejor dicho, ¿qué te hace entusiasmarte? ¿Qué no puedes evitar hacer en cuanto tienes hacer un hueco libre? O... ¿qué harías si te deshicieras de todo prejuicio? ¿Qué tipo de vida te hace sentirte tú mismo? Y, una vez más, no hablamos del tipo de vida que encaja con la imagen de lo que consideras más adecuado según las opiniones cambiantes de la mente.
Podrías pasarte horas reflexionando en torno a esa pregunta. Tal vez te plantees hacer una lista con rasgos de tu personalidad y qué tipo de trabajo casaría bien con tus características. Quizás te plantees hacer un retiro para cuestionarte qué hacer con tu vida. No obstante, lo más probable es que nada de eso te lleve a ninguna parte... o que te lleve a seguir dando más y más vueltas (bien sean mentales o físicas), buscando una salida que nunca podrás alcanzar si te pones como límite la mente. Vamos, que cuanto menos busques la respuesta, mejor.
La respuesta es inevitable en cuanto se abre el espacio suficiente como para que esta salga. No saldrá en forma de palabras, sino de movimientos interiores: a través de un me apetece hacer esto o me apetece llamar a tal persona. Quiero aprender a coser, quiero aprender a dibujar, a cantar, a restaurar muebles... Que salga, que salga lo que tenga que salir. Eso sí, ¿sabes qué es completamente indispensable? La valentía para seguir los pasos que te dicta tu corazón. Si tu interior te habla y tú haces oídos sordos por miedo al qué dirán o por temor a enfrentarte a no saber hacer algo siendo ya un adulto, no vamos a ninguna parte. Porque sí, ante todo requiere humildad volver a comenzar. Requiere humildad enfrentarse al no saber después de llevar cierto tiempo moviéndote en aguas estancadas, aguas que se habían vuelto confortables.
No obstante, si nos centramos en el llegar a ser algo nuevo en lugar de, simplemente, serlo, nos estamos perdiendo toda la gracia: el disfrutar del camino; el ser conscientes de que, a fin de cuentas, la vida es un camino y nunca un destino. Es un proceso, no una conclusión. Es un espacio que habitar y no un lugar al que llegar.
El otro día escuchaba a Paulo Coelho hablar sobre cómo él había tenido toda su vida el sueño de ser escritor, que llegado cierto punto de su vida decía que era escritor porque tenía proyectos en mente, pero... ¡nunca había escrito un libro! Así que se dijo a sí mismo que ya bastaba, que lo mínimo que podía hacer era escribir un libro.
Puede sonar en cierto modo hasta absurdo, pero no lo es tanto. Muy a menudo, cuando se nos ocurre que querríamos dedicarnos a algo nuevo, lo primero que pensamos es en qué cursos podemos hacer para llegar a ese objetivo, sin pensar demasiado en qué acciones podemos llevar a cabo ahora, en nuestra situación actual, para vivir esa realidad sin tener que esperar a acabar cierto curso. Por ejemplo, lo veo muy reflejado en mi situación actual (como siempre digo, a fin de cuentas el escritor escribe su diario con cada texto, igual que el pintor escribe su diario con cada cuadro). En septiembre, empecé a estudiar Bellas Artes a tiempo parcial. Sin duda, me gustaría algún día hacer llegar mi mensaje, todo aquello que quiero compartir, no solo a través de las palabras sino también a través de obras de arte. ¿Qué hago? ¿Esperar a que acabe todo el grado hasta plantearme cómo encaminarlo? ¿O tal vez ir ensayando, con las herramientas de las que dispongo [sencillas, en la actualidad] eso de expresarme a través del arte? Si uno quiere ser artista, ¿no tendrá que crear arte? Y como siempre digo, cuanto antes empieces a cometer errores, antes comenzarás a crear aciertos.
Tal vez sea indispensable una temporada de andar un poco a trompicones siempre que emprendemos algo nuevo hasta que su aspecto técnico (las nociones básicas que necesitamos para llevar a cabo una actividad) deje de suponer un problema y podamos expresarnos sin obstáculos en lo que hacemos, ya sea cocinar, hacer muebles, tocar el piano, coser o cualquier otra actividad. Todo requiere una base, pero esas nociones básicas no son algo que se adquiere y ya puedo estar tranquilo porque me saldrá todo bien. No, no. Hace falta equivocarse. Hace falta poner los conocimientos en práctica, acomodarse, trascender la base técnica para poder dar rienda suelta a todo aquello que queremos comunicar en el medio que elijamos.
Que la Vida está para practicarla, no para teorizarla.
Que aquello que llamamos errores o fracasos no son más que aciertos o éxitos en potencia y forman parte del camino. De hecho, no creo que haya demasiada diferencia entre un fracaso y un éxito, ya que ambas caras constituyen una única moneda.
Hagamos todo lo posible ahora, en este mismo día, por vivir la vida tal y como nos gustaría vivirla.
"Lecciones del monasterio", el libro de Davinia Lacht, está disponible en la Librería Verde de Valencia (Calle Padilla 6, cerca del Ayuntamiento).