Davinia Lacht
Yo este septiembre me pido raíces y espacios de quietud... El verano manso nos ha permitido practicar a la perfección los ratitos de no hacer nada. ¿Cuáles eran los tuyos? ¿Los de no pegar ni golpe y caer por debajo del pensamiento? ¿O los de disfrutar de este instante en que no se te exigía tanto a nivel exterior... y regresar a la balsa de quietud interior?
El verano nos ha invitado a reconvertir parte de la atención que a menudo tenemos volcada hacia fuera durante el resto del año. No obstante, el pasado es pasado.
Después de tanto sosiego, llega septiembre y muy a menudo nos vemos atrapados en el frenesí. Reconozcámoslo: este es uno de esos meses de comienzos y propósitos, uno de los momentos clave del año. ¿Qué has dicho que harás a partir de ahora? Es como que empezamos un ciclo de actividad (vaya, por lo menos en el hemisferio Norte): cuando nos apuntamos a clases de idiomas, manualidades, música o quién sabe qué. Y quizás también cuando queremos retomar proyectos que teníamos relegados o empezar un nuevo trabajo. También, la vuelta al cole para tus compis de vida pequeñitos.
Bien sabido es también que los comienzos siempre suelen ser un tanto más alborotados. ¿Acaso no te has dado nunca cuenta del exceso de información de cuando empiezas un nuevo trabajo, proyecto, relación (semana, día...)? De repente, nos vemos rodeados de 1001 bolitas de energía diferentes a las que no nos hemos amoldado todavía. Con suerte y muy poco a poco, todo se va asentando y se va generando un equilibrio, tú te adaptas al conjunto y el conjunto asume tu llegada. Es un bonito proceso de encuentro y ajuste entre partes; y, aunque no podemos negar que este mes invita a esos inicios, tampoco podemos olvidarnos de la importancia de echar raíces para que todos esos comienzos tengan una buena base y no nos dejemos arrastrar por la corriente, permitiendo así que el proceso sea fluido y armonioso... y que rezume cierta calidad, la calidad implícita en toda acción consciente.
Sin embargo, en este mes de tanto comienzo de actividades (pues parece que en septiembre somos expertos en llenar la franja horaria), ¿qué hay de la sensación de holgura que disfrutamos en verano? No discutiré que sí, en cierto modo la energía del momento nos conduce a relacionarnos más con el mundo y a emprender, por lo menos en muchos contextos sociales. No obstante, qué vida tan mediocre sería la nuestra si tuviéramos que esforzarnos por, por ejemplo, pasar tiempo de calidad con los nuestros; o si, apenas unas semanas después, la sensación de descanso del verano pasara a ser historia.
Si bien estas palabras no apuntan a que tengamos que dejar de lado la acción y ponernos a meditar en una montaña, adonde sí señalan es a recordarnos que toda actividad debe intercalarse con espacios de reposo para que cada momento, incluidos los de mayor actividad, sea de calidad.
Sinceramente, cuando veo publicaciones en las redes en las que se dice compartir esos momentos de calidad con pareja, familia, etcétera, me pregunto: ¿y qué sucede el resto del tiempo? ¿Aceptamos vivir momentos basura, incluso con aquellos a quienes más queremos, a cambio de un buen rato de calidad el fin de semana? ¿Qué es el resto del tiempo, pues? ¿Tiempo basura mientras preparamos la cena? ¿Tiempo basura desayunando con prisas? ¿Tiempo basura cerrando el día agitados para poder acostarnos a tiempo? Lo siento, pero no. Hay cosas que no. Hay cosas que no tienen ningún sentido.
Ahora, pregúntate por qué, para qué. Quizás digas que optas por ese trabajo tan exigente porque quieres dar lo mejor a los tuyos; pero ¿cuándo? ¿En ese ratito el fin de semana, a cambio de 5 días basura? Solo la cuestión de que exista el concepto de tiempo de calidad es indicativo de que algo estamos haciendo así, asá (vamos, regulín).
Cuando siento que me pierdo en quehaceres, me recuerdo a mí misma: este es el único momento que existe, ¿quiero vivirlo así? Haz la prueba. El fin de semana siguiente no existe. Si te acostumbras a vivir en el futuro, esa actitud se verá trasladada incluso al tiempo de calidad que dices disfrutar el fin de semana. No te engañes, has estado esperando tanto por él, que te da miedo que pase muy rápido. O poco tarda en llegar la sensación de "¡ah!, ¡qué rápido pasa el fin de semana!".
Veamos la forma de cambiar las cosas, por favor. Simplifiquemos la vida. Simplifiquemos las obligaciones que nos imponemos para disponer de más holgura en el día a día y veamos qué es verdaderamente importante.
Tal vez tengas la idea interior de que la vida es así. Puede que creas que no existe alternativa, que la única posibilidad es desgastarnos durante la semana casi sin mirarnos a los ojos y relegar los momentos de conexión, sosiego y disfrute al fin de semana. Si eso es lo que crees, eso es lo que experimentarás.
Hoy solo te propongo una cosa muy sencilla: si quieres cambiar tu vida, cuestiónate todas tus creencias y confía en que puedes vivir como gustes. ¿Tiempo de calidad... o vida de calidad?
"Lecciones del monasterio", el libro de Davinia Lacht, te vendrá de perlas para vivir con garbo el día a día. Lo encontrarás en la Librería Verde, calle Padilla 6, Valencia
(cerca del Ayuntamiento).