por Patricia Abarca Matrona. Doctora en Bellas Artes y Máster en Terapias Expresivas
El modo en que nos sentimos con respecto a nosotros mismos afecta todos los aspectos de nuestra experiencia de vida, tanto en las actividades de la intimidad cotidiana como en el trabajo, el amor, el sexo, etcétera; tener una buena autovaloración personal significa vivir la experiencia de confiar en nosotros mismos y de sentirnos capacitados para afrontar las vicisitudes de la vida, implica sentir que somos dignos, que tenemos derecho a satisfacer nuestras necesidades y disfrutar de los logros obtenidos. Estar convencidos de nuestro valor como persona y del derecho a ser felices, es lo que se denomina autoestima, la que desarrollamos desde el momento en que nacemos y durante los primeros años de vida.
Si en la infancia no se logra afianzar esta certeza de creer en uno mismo, tampoco se logrará una adecuada madurez psicológica, lo que conllevará una reacción desadaptada ante las circunstancias de la vida. Por ejemplo, seremos más propensos a quedarnos con lo negativo y no con las cosas buenas y agradables, nos sentiremos más inseguros, tenderemos a buscar la aprobación de los demás ocultando nuestras verdaderas necesidades, eludiremos las situaciones dolorosas en lugar de enfrentarlas y evitaremos tomar decisiones, ya que la inseguridad o la sensación de no ser lo suficientemente capaces, o no ser lo suficientemente dignos estará generalmente detrás de nuestros actos.
De esta forma, la vida a la que venimos para disfrutar, ser felices y vivir la aventura de la propia superación, se transforma en un atemorizante campo de batalla en el que nos sentimos incapaces de entrar por nuestra propia iniciativa. Tal como expone el prestigioso psicoterapeuta Nathaniel Branden, “nuestras respuestas ante los acontecimientos dependen de quién pensamos que somos y de cómo valoramos eso que somos, y por eso, los dramas de nuestra vida son los reflejos de la visión íntima que poseemos de nosotros mismos”.
Si nos proponemos desarrollar nuestra autoestima siendo adultos, debemos primero valorar y reconocer de manera consciente lo que somos, para luego explorar lo que podemos llegar a ser. De acuerdo con el catedrático y psiquiatra Enrique Rojas, y tal como expone en su libro “¿Quién eres?”, esto se logra revisando y reforzando cuatro aspectos de nuestra vida: la visión de uno mismo, la forma como nos relacionamos con los demás, la visión que tenemos de nuestra propia historia de vida y la interpretación que hacemos de la realidad. En relación con el primero, esto se consigue revisando cómo se ve uno mismo, física, emocionalmente, y en cuanto a los sucesos vividos, cuál es el sentimiento de identidad en lo personal y también ante los demás, en el entorno familiar, social, laboral, etcétera.
Respecto del segundo, debemos revisar las dificultades que afloran al relacionarnos con los demás, ya que generalmente en las personas con baja autoestima prevalece un cierto complejo de inferioridad que los lleva a distorsionar o “ver cosas que no hay” en los gestos, actitudes o palabras de los otros, y por lo tanto hay una tendencia a vincularse en términos excesivamente emocionales. Son personas que les cuesta mucho decir lo que verdaderamente piensan porque siempre están evaluando la respuesta de aprobación del interlocutor. Por el contrario, también puede ocurrir que detrás de una persona con actitud agresiva y lenguaje cortante, se oculte alguien con una muy baja autoestima.
En el tercer aspecto, referente a la historia de nuestra vida, que como sabemos es parte importante de la génesis de la autoestima, es necesario revisarla de forma consciente, ya que podemos quedar condicionados por las circunstancias dolorosas o las situaciones que nos han tocado vivir, tergiversando nuestra forma de mirar y experimentar la vida, sin ser además totalmente conscientes del alcance de estos condicionamientos. No permitirnos confiar en los demás, postergar siempre lo que tenemos que hacer para más adelante, no atreverse o no saber cómo tomar las decisiones, ser demasiado perfeccionista o autoexigente, o por el contrario excesivamente despreocupado, etcétera, puede ser signo de habernos quedado atrapados o condicionados por una parte de nuestra historia que aún no hemos superado; también es importante lograr perdonar aquello que necesite ser perdonado y, del mismo modo, liberarnos del sentimiento de culpa.
El cuarto aspecto se refiere a descubrir cómo interpretamos la realidad vivida, es decir, saber concretamente y de manera objetiva en qué lugar estamos situados y qué significado damos a los sucesos y a las circunstancias de aquello que nos toca vivir. La persona con baja autoestima tiende a generalizar las situaciones, pensando por ejemplo que “siempre” le ocurre a ella, o que “sólo” le ocurre a ella y no al resto. También se observa una tendencia a interpretar las situaciones de una forma más emocional que objetiva y por ello es necesario aprender a descubrir el significado de lo vivido, argumentándolo también en términos más racionales.
Si somos sinceros este ejercicio de exploración y autoconocimiento es algo que todos debiéramos hacer en algún momento de nuestra vida, y no sólo aquellos que se sienten con una baja autoestima, puesto que todos tenemos algo que madurar o algún condicionamiento que superar; no existen los seres humanos perfectos ni las familias ideales. Quizás nuestra aventura más importante es la que tiene que ver con la propia superación, la búsqueda de la serenidad interior y el reencuentro con nuestra naturaleza más intima, permitiéndonos disfrutar de la vida y, al mismo tiempo, aportar lo mejor que tenemos de nosotros mismos.
Las diversas técnicas que utilizamos en arteterapia funcionan como un puente para reconocer los elementos que afloran en nuestro diálogo interior, transformar aquellos que necesitamos madurar, reforzar el concepto que tenemos de nosotros mismos y perfilar nuestra identidad, además de aceptar la historia de vida con todo lo doloroso que puede haber en ella, teniendo claro que somos nosotros los que finalmente decidimos de qué manera queremos vivir, liberando las ataduras internas y reconociendo el derecho a ser felices. Os invito a disfrutar de los beneficios del arteterapia, no se necesita tener aptitudes artísticas ni tampoco saber de arte, sólo la ilusión de entregarse a una nueva aventura creativa de la cual saldréis, sin dudas, fortalecidos.