Isabel Llano Blanco. Codirectora del IVATENA
Hace unos años escuché por primera vez hablar de la Psiconeuroendocrinoinmunología (PNEI) a un compañero con el que estudié naturopatía y, a pesar de lo difícil que resulta pronunciarlo, enseguida me sentí atraída por todo lo que abarca. Es fácil identificar los cuatro conceptos que engloba, lo que captó mi atención es que estuvieran juntos formando una unidad.
Así que me lancé a estudiarlo y también tuve el privilegio de asistir como acompañante a un programa de apoyo que organiza la Fundación Salud, basado en el enfoque que ofrece la PNEI y ver de cerca cómo se puede transformar y reenfocar el diagnóstico de una enfermedad difícil o de cualquier enfermedad o situación que nos atasque y de la que no sepamos cómo salir.
Básicamente la PNEI es un campo científico interdisciplinar que estudia e investiga los mecanismos de comunicación e interacción entre el cerebro (mente/comportamiento) y los sistemas responsables de la homeostasis del organismo, es decir, el sistema nervioso (central y autónomo), el sistema inmunológico y el sistema endocrino. Hay quien la define como el paradigma de la medicina del futuro o como la tercera revolución tras los antibióticos y la cirugía. Yo particularmente desconozco si esto es así. El valor que le veo es que da soporte, profundiza y corrobora las bases de la llamada medicina cuerpo-mente y esto es lo que es válido para mí como naturópata. Veo que puede ser la zona de encuentro entre la medicina alopática y las terapias naturales, ya que es una disciplina que avala y promueve la comunidad científica.
En 1974 el doctor Robert Ader, director del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Rochester (EE.UU.) y considerado por muchos como el padre de la PNEI, demostró que el sistema inmunitario no es autónomo y puede estar condicionado. Es decir, puede responder a un gran número de señales y a otros sistemas. Su investigación causó gran impacto al mostrar la infinidad de modos en que el sistema nervioso central y el sistema inmunológico se comunican, mostrando rutas biológicas que demuestran como la mente, las emociones y el cuerpo no están separados sino íntimamente interrelacionados.
Así que la PNEI nos puede ayudar a entender mejor cómo se transforman las emociones en sustancias químicas, en moléculas de información que van a impactar en nuestro sistema inmunológico y van a favorecer o bloquear los mecanismos de curación del cuerpo. Corrobora que somos nuestros propios generadores de drogas, que podemos reestructurar nuestros hábitos y modificar nuestros pensamientos, y así producir nuestras propias sustancias endógenas benéficas, según nuestros propios deseos y necesidades. Ya que somos capaces de autogenerar sustancias estimulantes, analgésicas, antidepresivas, ansiolíticas, etcétera. Y con ello podemos modificar el curso de nuestra biología.
Por lo tanto, acompañar en un proceso de sanación a una persona conlleva dar herramientas para activar su propia "farmacia natural". Para ello hemos de mirar de cerca el posible estrés que habitualmente producen determinados diagnósticos, la desesperanza es uno de los factores de riesgos más grandes... Si a esto se le suma la sensación de estar indefenso, el organismo crea un coctel bastante letal. Así pues hemos de atender a la química del hacer y la química del ser. No se trata de buscar que la persona se cure, sino de que la persona sane. Y esto es lo que cambia realmente el transcurso de la enfermedad.
Nuestra mente dialoga permanentemente con todas nuestras vísceras, con todos nuestros sistemas, por lo tanto hemos de alentar los estados que suman: paz, alegría, sensación de plenitud, calma, serenidad. Y evitar los estados que restan: preocupación por lo que aún no ha ocurrido (este es uno de los ansiógenos más peligrosos), irritabilidad, miedo, desesperanza (uno de los factores de riesgo más importantes), angustia, juicio, crítica. La ansiedad nos expulsa de nuestra zona de excelencia, hay que alentar los estados que elevan y evitar los estados que deprimen nuestros sistemas.
En contra de los que muchos piensan, los últimos estudios demuestran que es posible cambiar nuestra personalidad, para ello solo hay que convertir los hábitos inconscientes y los automatismos que se han instalado en nuestra biología, y transformarlos en un proceso de aprendizaje.
Para alcanzar todo esto es imprescindible que la persona participe de manera activa y responsable en su proceso de sanación, acompañándola en las pautas que haya prescrito su médico. Ante una misma enfermedad cada uno vive una experiencia distinta, por lo tanto hay que abordar el camino a recorrer hacia la sanación entendiendo que esa experiencia es única y genuina de esa persona. Hay que "dibujar" un plan de acción que atienda y construya salud, que movilice a la persona; aquí una actitud optimista no es suficiente, hay que impulsar cambios profundos, instaurar nuevos hábitos, contemplar el plano biopsicosocial de la persona, abriendo la mirada a su entorno, su familia y sus recursos. Según Stella Maris, directora de la Fundación Salud, esto es "prescribir un tratamiento con alma".
Y esto es lo que queremos ofrecer en el seminario divulgativo de PNEI que vamos a impartir María Nurkanovic y yo en junio, herramientas para ese profundo cambio que será el que abra el camino para lograr la sanación plena.
La autora es naturópata, especialista en tóxicos ambientales y baño de vapor fitoterapéutico. Facilitadora de Constelaciones Familiares.
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