Alejandro Ferro
"A los niños los debemos exponer a una información filtrada adecuada a su edad. Que no oigan cualquier información indiscriminada ni conversaciones cargadas de alarma”. Es lo que aconseja Cristina Cortés, psicóloga infantil especializada en desarrollo y trauma, directora del Centro de Psicología de la Salud Vitaliza y formadora en trauma y apego infantil. Con ella conversamos sobre los efectos de las medidas impuestas con la cuarentena, aclarando algunas dudas, especialmente en los niños.
Cristina es autora de "Cuéntame cuando sí anidé en una tripa y sí nací” (editorial Desclee De Brouwer), con la colaboración de las ilustradoras Lorea Larraya y June García, y de otros títulos como “Mírame, siénteme. Estrategias para la reparación del apego en niños mediante EMDR” y “¿Cómo puedo salir de aquí?”.
-¿Los niños deben tener una rutina, un plan de actividades, para conservar un ritmo determinado en el día a día, en el marco del confinamiento?
-Para los niños en particular, y para todos en general, tener unos ritmos adecuados a los ritmos circadianos biológicos y a los ritmos de sueño y vigilia es importante. Tener rutinas saludables de descanso, alimentación, juego, deporte o estudio siempre es bueno porque facilitamos el orden en nuestra vida y en el cerebro. El día, la noche, las estaciones, todo es rítmico y cíclico y nosotros no somos ajenos a esos ritmos naturales. Como especie hemos evolucionado adaptándonos a los ritmos y ciclos.
En este asilamiento, llegado de improviso y forzoso, donde desaparecen muchas de nuestras rutinas cotidianas, mantener o consolidar hábitos saludables de actividad y descanso es importante para no desconcertarnos aún más.
Tener la sensación de que la vida continua, que contamos con una programación en el día a día, aunque podamos cambiar los planes y nos adaptemos a lo que va surgiendo, nos facilita el aislamiento. Tan estresante puede ser estar perdido en un caos sin dinámicas o caer esclavo de ellas.
Cualquier padre puede recordar cuando los niños preguntan “¿y ahora qué hacemos?, ¿hoy qué día es?” Y cuando les damos la respuesta se sitúan y conectan con el estado emocional que corresponde a esa actividad. No saber qué hacer, qué viene a continuación, puede incrementar la sensación de incertidumbre y falta de control. Para ellos es importante tener la percepción de que no se rompe el orden y que los adultos saben lo que corresponde hacer y qué viene después, que les guían.
En el caso de los adolescentes es igual de importante no caer en la desidia y en el aislamiento y mantener una rutina o crear una nueva donde mantengan contacto con sus relaciones, se muevan, se alimenten bien, descansen, que no estén perdidos la mayor parte del tiempo online, sin descanso y sin contacto cara a cara.
-¿Dejamos que las horas frente a móviles, tabletas u ordenadores sean las que ellos deseen tener o disfrutar?
-La tecnología, en el aislamiento, se convierte en un recurso importante porque nos permite mantener el contacto con amigos, familiares, compañeros de clase, profesores.
Su uso con fines concretos, para conectarnos, crear citas compartidas, merendar juntos, jugar, es recomendable. Estas actividades tienen un inicio y un fin, y si participan los padres aún mejor. Pueden generar una gran conexión.
Si están jugando con pantallas, ya sea online o individual, es muy importante que los adultos regulen la duración del juego, que desde el inicio tengan claro el tiempo que van a estar juagando. La mayoría de los juegos son activadores y muchos de ellos son bélicos, esto significa que van a terminar activándose, que van a hiperactivarse y en esos estados van a estar crispados, malhumorados, afectando la convivencia familiar.
-No es lo mismo un niño pequeño que otro que se va haciendo mayorcito. En caso de ser hermanos, ¿se pueden complementar las acciones lúdicas o educativas, o mejor es separarlos, incluso espacialmente, en caso de ser posible?
-La ventaja de una familia es que tenemos la oportunidad de adaptarnos a cada miembro, para lo cual se deben tener en cuenta las características temperamentales y habilidades de cada miembro.
Cuando tenemos hermanos es conveniente contar con espacios comunes, donde se comparten actividades o juegos con los padres, donde se ve una película o una serie que tenga contenidos adecuados para todas las edades. Esto significa que los más mayores tienen en cuenta a los menores y al mismo tiempo se propician actividades individuales en espacios distintos donde los más mayores mantienen su espacio y no son invadidos por los pequeños.
De esta forma se generan oportunidades de aprendizaje social donde tenemos en cuenta al otro y respetamos las necesidades de cada uno de los miembros de la familia. Este aprendizaje se puede realizar desde edades muy tempranas, siempre y cuando los padres tengan la sensibilidad para respetar y atender todas y cada una de las necesidades de los niños o niñas y de los adultos.
Tan importante como cuidar, incluso más, es cuidarnos, que los adultos tengan sus espacios, donde se consideren sus necesidades y sus tiempos exclusivos para que ellos como adultos se mantengan adecuadamente regulados. Si tenemos niños pequeños, estos tiempos se tendrán que alternar entre los adultos para que ellos estén siempre atendidos adecuadamente, así, en caso de que se produzca una situación de tensión, una desavenencia propia de las relaciones ente hermanos pueda ser reconducida, sin que la canalice el más fuerte o el mayor.
-¿Puede ocurrir que algunos hijos “descubran” a sus padres, con una convivencia forzada las 24 horas del día?
-No cabe duda de que esta situación va a ser nueva para muchos y nos vamos a ver forzados a la convivencia. En realidad, es una oportunidad; en muchas ocasiones el ritmo acelerado del día a día, el estrés continuo con el que convivimos, limita nuestras relaciones. Tenemos por una vez tiempo, el tiempo con el que hemos soñado para dedicarnos a nuestros hijos, sin prisas, sin planes de ocio que nos lleven a correr de aquí para allá.
Somos lo más preciado para nuestros hijos. Aprovechemos esta oportunidad para crear una conexión más íntima con ellos; para escuchar, hablar, conectar con sus preocupaciones, con sus sueños y pesadillas. Oigamos sus miedos, están cargados de ellos, al igual que nosotros. Conectemos y no tengamos miedo a las emociones.
Como padres, una función muy importante que debemos ser capaces de amplificar el disfrute, la alegría, y de disminuir el malestar. La premisa para esto último es mirarlo, sentirlo, hablar de ello y calmar. Calmar no significa decir que no pasa nada; calmar implica conectar y sentir la emoción que nos duele y luego calmarla propiciando información adecuada saludable, y posteriormente generar una actividad que descongestione y nos lleve a otro estado, a un estado positivo. Resulta difícil en esta situación manejarnos solo con distractores, necesitamos mirar, sentir y calmar nuestras emociones y las de nuestros hijos.
-¿Hay riesgo de sobreexponer informativamente a los niños?
-La sobreinformación es agotadora no solo para los niños, sino también para el adulto. El cerebro no descansa y no encuentra salida.
A los niños los debemos exponer a una información filtrada adecuada a su edad. Que no oigan cualquier información indiscriminada y tampoco conversaciones cargadas de alarma.
Se puede elegir con ellos una hora al día, para que todos los días o cada dos días tengan información y ellos también se vean incluidos en la experiencia, que escuchen esa información junto a los padres para que estos ayuden a digerirla adecuadamente.
Los niños pequeños necesitan información sencilla, corta y concreta. “Nos lavamos las manos porque el jabón destruye a los virus”.
-Este tiempo en casa, tan prolongado, ¿pasará factura y, en todo caso, habrá que estar atentos a eventuales síntomas desde el punto de vista psicológico?
-Este tiempo nos puede pasar factura a todos, va a ser un periodo largo en el que debemos desarrollar nuevas formas para calmarnos y cuidarnos. Las conductas de cuidado propia de los mamíferos implican el contacto y el cara a cara. Es importante contactar con una red, tener donde acudir, mantener la conexión, hablar, compartir de forma solidaria recursos que nos ayudan.
Estamos viendo infinidad de iniciativas individuales y grupales donde se comparten libros, cultura, clases online de yoga, de deporte, recursos terapéuticos. También, encuentros grupales donde descubrimos a vecinos que no conocíamos, que están viviendo lo mismo que experimento yo. Entre balcones y ventanas se produce un contacto que antes no existía, una compañera de despacho lo ha llamado “balconexión”.
Si observamos que comienza a hacer mella el malestar, busquemos soluciones preventivas y tempranas antes de que se instale un estado de angustia o decaimiento del que sería difícil salir. Busquemos ayuda, es fácil encontrar terapia online que puede ser un recurso en este momento.
Cuanto más nos cuidemos a nivel individual, más nos cuidamos como grupo. Los estados emocionales se comparten, se contagian. No solo tenemos la responsabilidad de no expandir el virus, sino que también debemos evitar el contagio emocional del miedo y de la rabia, donde buscamos culpables de forma indiscriminada de lo que sucede y de lo que nos sucede.
Los momentos de crisis son oportunidades de cambio y yo apelo a que saquemos lo mejor de cada uno de nosotros, porque está situación está haciendo visible que somos una gran comunidad humana en la que sufrimos todos por igual y que entre todos tenemos una mayor capacidad para reconfortar, curar y sanar mejor, y también una mayor capacidad para agradecer, agradecer la labor de los sanitarios que están en primera línea, entregando, arriesgando.