Patricia Abarca Matrona. Doctora en Bellas Artes y Máster en Terapias Expresivas
Los seres humanos somos por naturaleza seres sociales y, por esto, la forma como nos comunicamos y el tipo de relaciones que establecemos constituyen un pilar más de esa sensación de plenitud y bienestar que todos aspiramos poseer en el mayor grado posible. Ser asertivo implica saber comunicar: la palabra asertividad se deriva del latín asserere, assertum, y significa aseverar, es decir, comunicar con seguridad y de manera adecuada aquello que tenemos que decir. Por ello, la asertividad está relacionada con la afirmación de la propia personalidad, la confianza en uno mismo y la autoestima; en la práctica, una persona asertiva se siente con libertad para expresarse de la manera más apropiada, adaptándose a las diferentes situaciones que la vida le va presentando.
Todos sabemos que las relaciones interpersonales pueden ser una importante fuente de satisfacción si la comunicación es clara, abierta y apropiada, pero en cambio si ésta es confusa, poco transparente o agresiva, se suelen originar problemas, provocando malestar en los demás y en nosotros mismos. Poder comunicarse oportunamente y de forma clara es una habilidad que puede ser aprendida a través de un entrenamiento y uno de los componentes de esta comunicación es la asertividad. Es decir, si por naturaleza no somos asertivos, podemos llegar a serlo si nos lo proponemos seriamente.
Sin embargo, para ser asertivo no basta con aprender técnicas de comunicación que nos ayuden a tratar a las personas difíciles o hacer frente a situaciones complejas, ya que, como he dicho antes, la verdadera asertividad conlleva un sentido de bienestar vinculado con el desarrollo y la evolución personal. Aprender técnicas sin un proceso de autoconocimiento y de crecimiento personal de nada sirve, puesto que, por una parte, el inconsciente aflorará inevitablemente en nuestra forma de comunicar, dejando ver a los demás que lo que se desea es manipular o condicionar de forma egoísta. En otras palabras, aunque utilicemos técnicas de comunicación, si estás no afloran como una proyección de nuestro sentir, seremos poco creíbles para los demás; por otro lado, el comunicar de manera disociada, o contraria a aquello que sentimos, nos conducirá a un sentimiento de desasosiego e infelicidad con nosotros mismos, lo que derivará en mayor inseguridad, produciendo finalmente el efecto contrario al buscado.
De manera que, si nos proponemos ser más asertivos, estaremos desarrollando al mismo tiempo la inteligencia interpersonal, ya que estaremos potenciando tanto la forma de relacionamos con los demás como la manera de relacionarnos con nosotros mismos, logrando así no sólo una comunicación efectiva sino también afectiva. Muchas veces tendemos a intercambiar información sin preocuparnos demasiado de las repercusiones emocionales que tiene aquello que decimos, es más, a veces ni siquiera conectamos con nuestro propio sentir, o bien sentimos, sin querer sentir pasándolo por alto y ocultándolo con alguna actitud defensiva; también ocurre que, dándonos cuenta de lo que el otro está sintiendo, muchas veces lo ignoramos como si no nos enterásemos de ello.
Si queremos potenciar la capacidad de comunicarnos y relacionarnos con los demás, necesitamos reforzar al mismo tiempo la empatía, la honestidad, la generosidad y sobre todo el respeto por los otros y por uno mismo. Necesitamos desarrollar la capacidad de ponernos en el lugar del otro para percibir lo que el otro siente y piensa, para luego formular de manera apropiada lo que necesitamos decir, respetando el pensamiento del otro y al mismo tiempo valorando nuestro sentir. Debemos tener presente que para todo hay un momento, y saber encontrar el momento adecuado para decir las cosas es una habilidad que proviene tanto de la capacidad que tenemos de ponernos en el lugar del otro, como del observar el contexto en el que nos encontramos. A veces es mejor no decir nada, o bien esperar el momento oportuno y el contexto adecuado para decir lo que queremos, teniendo claro que en algunas situaciones es más fácil expresar lo que pensamos, sentimos o queremos y en otras nos cuesta más; por lo tanto, debemos aprender a discernir con quién ser asertivo, dónde -en qué lugar- y cuándo -en qué momento-.
Aquí entra en juego otra de nuestras importantes facetas: nuestro mundo emocional. Una adecuada expresión de las emociones nos ayuda a ser más empático, nos facilita la comunicación y permite que los demás confíen en nosotros; por el contrario, la falta de control emocional o la inexpresividad de las emociones tiende a generar malestar y poca confianza en las personas que están a nuestro alrededor y, la confianza es algo muy importante a la hora de negociar. Digo negociar porque lo que hacemos cuando expresamos nuestras necesidades, solicitando lo que deseamos pero al mismo tiempo teniendo en cuenta las necesidades de los demás, no es otra cosa que negociar. Desde que nacemos y a lo largo de la vida vamos negociando diferentes cosas y con diferentes personas: en la infancia con nuestro entorno familiar, en la etapa de estudios con nuestros compañeros y amigos, posteriormente en el ámbito laboral, y por supuesto en lo personal, con la pareja o con quien vivamos. Por lo tanto, ser asertivo es sinónimo de saber negociar.
Finalmente y quizás lo más importante es que debemos aprender a relajarnos y equilibrar nuestro deseo de ser mejores personas con las limitaciones propias de nuestra humanidad. Es necesario suprimir el cartel de "ser una súper persona" y ser más humano, más abierto, actuando simplemente de acuerdo a lo que CADA UNO ES. Aceptar que no podemos ser asertivos con todo el mundo, que tenemos derecho a equivocarnos, que hay personas con las que nunca lograremos relacionarnos como quisiéramos, que tenemos derecho a no saberlo todo, que las cosas no siempre se dan como lo esperamos, que cada uno tiene una personalidad propia y que, por lo tanto, ese crecimiento personal que nos lleva a sentirnos a gusto con nosotros mismos es una tarea que se desarrolla poco a poco, a lo largo de nuestro caminar, a través del autoconocimiento y el respeto, articulando de la mejor manera los momentos de dolor e insatisfacción que forman parte de la vida.
Por esto, concuerdo con Mariano Sbert Balaguer en que la definición más acertada de asertividad es "tener la humildad y el coraje de ser y, al mismo tiempo, dejar ser".