Pilar Ivorra Ferrándiz. Renacedora, Facilitadora en Constelaciones Familiares y Formadora
Ante este último cambio en mi vida, ni el más grande ni el más especial, solo uno más en una vida llena de cambios, me paro a revisar y a intentar aprender de la experiencia. La experiencia del cambio me parece una de las más interesantes a explorar. Tanto si el cambio es de índole sentimental, laboral, existencial, íntimo... es interesante pararse frente a él e investigar un poco todo lo que se activa en nosotros.
En Renacimiento (Rebirthing) ante cualquier cambio en la vida se activa nuestro trauma de nacimiento. Puesto que nacer es la primera gran experiencia que vivimos, y que tiene que ver con el mundo "exterior" al útero materno, es muy importante la manera en que nacemos y, en muchos casos, marcará el modo en que afrontaremos los cambios y la vida en general.
Bajo el punto de vista de las Constelaciones Familiares, el cambio es vida. Sólo lo nuevo está enfocado hacia la vida. La rutina, lo de siempre, ya sean actitudes, acciones o pensamientos, están "mirando a la muerte". Sólo en lo nuevo, en lo que nunca antes hicimos, pensamos o confrontamos, se halla la vida.
Así mismo, en Renacimiento, cuando tratamos uno de los cinco grandes temas que constituyen la base de la sanación de esta filosofía vital, se dice lo mismo. Lo de siempre, lo que acostumbramos a hacer, lo que se convirtió en rutina, de alguna manera nos mata, los aletarga.
Sólo haciendo cambios estamos enfocados hacia un movimiento de vida que tiene futuro.
Cuando vivimos un cambio es también importante revisar si va asociado un duelo. Tanto por cosas materiales como por personas o situaciones. Quizá por la casa que dejamos atrás con todas las experiencias vividas en ella, por el trabajo en el que nos hemos dejado la piel durante años. Y es importante dar cabida a ese duelo, que casi siempre queda olvidado por las novedades que llegan, y que puede quedar por resolver, enquistarse y manifestarse años más tarde en forma de ansiedad u otras molestias.
A veces, a los cambios los buscamos nosotros, los deseamos, otras son, de alguna manera, impuestos por la vida o el entorno, un traslado en el trabajo, un contrato de alquiler que vence, una sociedad que se deshace...
Cuando son deseados es más fácil lidiar con todo lo que se activa, cuando es impuesto debemos recordar que en nuestra co-creación de nuestra realidad, o bien estuvimos inconscientemente empujando a que sucediera, o bien dimos el permiso; en cualquiera de los dos casos, si asumimos nuestra parte de responsabilidad será mucho más fácil atravesar todo el proceso, y más rápido.
No parecemos querer darnos cuenta de que el cambio es constante, es evolución y es vida.
He tenido en mi vida grandes maestros, pero ninguno tan poderoso como los cambios con los que he tenido que lidiar. Por lo tanto, agradezcamos los cambios. Agradezcamos que, cuando no somos capaces de hacerlos por nosotros mismos, la vida nos imponga alguno. Puesto que la Vida desea lo mejor para nosotros, es decir, que lleguemos a Ser lo mejor que podemos llegar a Ser, los cambios y situaciones que nos impone han de ser agradecidos.
En el cambio que nos provoca un miedo, un duelo, una crisis, están el crecimiento y el aprendizaje. ¡Tengamos pues la conciencia, la valentía y el temple suficientes para vivirlo, sentirlo, aprender y crecer con los cambios!
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