Raimon Samsó. Coach, escritor
Leo los periódicos, escucho las noticias (en la actualidad, sólo económicas, aburren), y también escucho conversaciones en los medios de transporte... y siempre oigo la misma cantinela: "todo está muy mal", "con la que está cayendo", "no hay dinero"... Me temo que llevamos demasiado tiempo mirándonos el ombligo, esperando que alguien nos saque las castañas del fuego, atrapados en el paradigma de la lamentación. No digo que la situación sea difícil, a veces terrible, pero lo que me importa ahora es responder a la pregunta: ¿cómo hemos llegado a esto?
Hace tiempo que tengo la sensación de que la humanidad lleva cincuenta mil años de confusión, de hacer lo que no funciona. Así va. Y lo que es peor: de repetir una y otra vez recetas que no funcionan y que nunca lo harán. Es tan absurdo como ver una misma película mil veces y esperar un final diferente.
Los políticos, todos, hablan de propuestas, de leyes, de paquetes de medidas... y una vez más tengo la sensación de que buscan las soluciones donde no están. Por eso auguro cien años de crisis o más. Es obvio que si seguimos aplicando soluciones que no lo son, y buscando respuestas donde no las podemos hallar, esta situación dejará de ser una crisis para convertirse en la "nueva normalidad". Y a partir de ahí, abrir un período de cien años de normalidad.
La economía del "yo, sólo yo, y qué hay para mí" no tiene solución. Es "siniestro total". Sin arreglo. Y es así porque no se enfoca dónde están las soluciones. Y, ¿dónde están las soluciones? Cuando me preguntan esto mismo muestran mucho interés. Un segundo después, cuando les doy mi opinión, se giran con total desinterés y siguen buscando una "solución" agradable, cómoda, una "solución" que les guste aunque no sea una solución.
¿Mi respuesta? Casi se me olvidaba... "la economía de ayudar a otros". Se que suena a "buenista", pero prefiero que me llamen "buenista" a ser un loco materialista. En un momento daré tres de claves de la economía de ayudar a otros; pero antes veamos cómo hemos llegado a esto.
Viene de lejos, de muy lejos. Resulta que iconos de la razón y la lógica como Descartes, Newton, Adam Smith, Darwin..., y muchos más por citar a los más célebres, metieron la pata. ¡Y de qué manera! Según ellos, el universo es una máquina de piezas separadas e independientes, de cosas, empujándose una a otra, en una lucha por la supervivencia siempre a costa del elemento más débil, y en una economía guiada por la "mano invisible del mercado" que lleva a sus agentes a buscar al máximo beneficio como único objetivo...
Me pone triste tanta ignorancia esencial, tan poca humanidad y visión. No me gustaría que mi hijo reciba un día esas pobres enseñanzas, en la escuela o en la universidad, como sucedió conmigo. Menos mal que he reaccionado y no he caído en el burdo engaño. Seguramente por eso no estoy en crisis.
La economía es un reflejo de nuestras creencias, paradigmas y de nuestra cultura. La crisis no es casual, no hay nada en la realidad que no haya sido gestado en nuestra mente y en nuestro corazón.
Pero volvamos a "la economía de ayudar a otros". ¿En qué consiste? Es tan sencillo que cualquiera puede intuir, aunque no espero que lo entienda a la primera, que es el modo en que deberían funcionar las cosas desde hace siglos. Las tres claves:
• Cuando una empresa se preocupa –antes que de sí misma–por sus empleados, por sus proveedores y por sus clientes, es una empresa invencible porque activa una fuerza de ida y vuelta: quien ayuda es ayudado, tarde o temprano.
• Cuando un empleado se preocupa –antes que de sí mismo– por sus clientes, por su empresa, y por los proveedores, se convierte en un empleado próspero por esa misma y única razón.
• Cuando un proveedor se preocupa –antes que de sí mismo– por sus clientes, empleados y sus propios proveedores... pone en marcha una cadena de bondad capaz de cambiar el mundo. Y la economía.
No es una receta fácil, ni siquiera es cómoda, por no decir creíble a la persona promedio. Pero es obvio que nos hallamos muy lejos de la solución real, a la vista de las cifras microeconómicas y macroeconómicas que manejamos. Sé que no es fácil explicarlo en un breve artículo, he escrito todo un libro sobre el tema, y que entender conceptos como capitalismo social, economía del bien común, liderazgo consciente, marketing espiritual, empresa iluminada... no es sencillo. Es más, resulta molesto, y al ego le resulta grotesco. Pero alguien tiene que mencionarlo.
Por suerte, los resultados no engañan: si una economía perversa por su egoísmo como la nuestra funcionara, no estaríamos en medio de una crisis terrible (mucho más profunda de lo que queremos admitir), ni yo estaría escribiendo este artículo. Estaríamos montados en el dólar, despreocupados sobre el tema y pensando en jubilarnos ricos. Pero no es así y no lo será en los próximos... ¿cien años dije? Pongamos mejor quinientos.
Siendo así por qué no probar con "la economía de ayudar a otros": buscar el éxito financiero de los demás para así poder tener nosotros éxito financiero. Si esto no funciona, al menos lo habríamos probado y por el camino habríamos hecho buenos amigos.
No tenemos nada que perder.