Olga Lava Mares. Kinesióloga y Formadora de Terapeutas
La soledad es un sentimiento muy común a pesar de ser millones de personas habitando el planeta. A pesar de vivir rodeados de gente, todos nos sentimos o nos hemos sentido solos en algún momento de nuestra vida. Cuando perdemos a nuestros seres queridos o cuando nuestra relación de pareja se rompe, cuando nos quedamos sin trabajo o cuando nuestras amistades se alejan por las distintas circunstancias de la vida sentimos el peso de la soledad.
Aunque sentirnos separados de la Fuente o Dios no es más que una ilusión del ego puesto que nosotros ya somos esa Fuente, buscamos miles de cosas externas para llenar ese vacío: nos vamos de compras, salimos mucho más con los amigos, comemos compulsivamente, buscamos refugio en el alcohol o las drogas, permanecemos con una pareja que no soportamos... únicamente para no sentir esa soledad.
En mi reciente experiencia personal he podido vivenciar en primera persona cuánto luchamos para no sentir. El dolor en el cuerpo es tan intenso cuando uno experimenta una pérdida que la mente empieza a buscar mil excusas y soluciones con tal de no permanecer ahí sintiendo el dolor, sin embargo abrazar ese dolor, rendirte a él y atravesarlo es la única manera de disolverlo. Aparecen pensamientos como "esto no me tenía que haber pasado a mí", "yo no lo merezco", "¿por qué Dios me ha hecho esto?" o "qué mala es la otra persona que me traicionó". Y lo cierto es que permanecer en ese tipo de pensamientos no hace que te sientas mejor, al contrario, te mantiene en un estado de apego, de no soltar aquellas cosas que perdiste, y esto te produce más sufrimiento todavía. Echarles las culpas a los demás o jurar venganza no va a hacer que la realidad cambie. Lo que hemos perdido ya no volverá más y ahora sólo nos queda agradecer lo vivido y dejarlo ir.
Para poder superar el sentimiento de soledad primero tenemos que aceptar la responsabilidad sobre lo que sentimos, dejar de echar las culpas a los demás, a la vida o a Dios sobre lo que nos ha pasado. Darte cuenta de que quien sufres eres tú, y solo tú puedes cambiar eso.
En la mente es muy fácil entender las cosas y racionalmente comprendemos cuando algo terminó, pero en las emociones y en el cuerpo que son más densos –y hablan un idioma diferente– siempre cuesta un poco más.
Nuestro cuerpo biológico echa de menos aquello que teníamos porque hay una costumbre. Las cosas que hacíamos juntos... saber que cuando regresaba a casa siempre había alguien esperando... Para disolver este hábito se requiere paciencia, compasión, observar sin juicios, y mucho amor hacia uno mismo. Primero es necesario identificar qué es aquello que nos proporcionaba esa pareja, ese trabajo, esa amistad o aquello que hayamos perdido, y que nos gustaba tanto, aquello a lo que nuestro cuerpo biológico está acostumbrado a recibir: la seguridad económica, el reconocimiento, la atención, el cariño, las caricias o la sexualidad... Sea lo que sea que encuentres, fíjate que se ha convertido en un hábito, a veces incluso en una adicción, por eso quieres tenerlo de nuevo en tu vida y tu cuerpo lucha por no dejarlo ir.
Todas las emociones que surgen de esa observación: el enfado y la decepción porque nuestras expectativas no se cumplieron, la frustración, el sentimiento de rechazo, de abandono o de culpa... nos duelen y no queremos sentirlas, pero cuando te permites aceptar y vivir esas emociones, el cuerpo termina entendiendo que duele más el hecho de no soltar a esa persona o cosa que la propia soledad. El cuerpo tiene que cansarse de experimentar el dolor que produce el no dejar ir para poder rendirse.
Tenemos tanto miedo de estar solos... hablamos sin parar, ponemos la radio o la televisión aunque no estemos mirando, sólo para no sentir la soledad... Nos han hecho creer que únicamente podemos ser felices, estar alegres o sentir amor cuando alguien externo nos lo da, y eso no es cierto. Cuando dejas de buscar afuera, aceptas tu soledad y la abrazas te das cuenta de que surgen todos esos sentimientos de forma natural porque tú eres la fuente inagotable de amor y alegría. Se abre un espacio en el cual puedes disfrutar la soledad porque disfrutas de estar contigo mismo.
Gestionar una pérdida del tipo que sea nunca es fácil, en realidad es un proceso en el cual pasaremos por diferentes estados, y a veces podemos quedarnos atascados en alguno demasiado tiempo.
Si sientes que necesitas ayuda, hacer terapia siempre es un buen recurso. La Kinesiología te dará herramientas para superar cualquier etapa de tu vida por la que estés pasando y te ayudará a ver las cosas con más claridad.
Puedes pedir más información o pedir cita con Olga Lava en el 679 320 928, y también a través de olgalava.com