Olga Lava Mares. Kinesióloga y Formadora de Terapeutas
Nadie se libra de sentir la ira alguna vez, a algunos les sucede con más frecuencia que a otros, pero todos sentimos el fuego del enfado en nuestro interior cuando algo nos desagrada o molesta. A pesar de que las causas sean distintas: nos sentimos ofendidos, atacados, tratados en forma injusta o simplemente las cosas no salieron como esperábamos, los efectos suelen ser los mismos, o estallamos en cólera o lo reprimimos haciéndonos daño a nosotros mismos, generando el rencor y la amargura.
La ira no es mala, es una reacción natural ante lo que no nos gusta. De hecho, el enfado es una chispa que bien canalizada puede ser el motor que nos impulse a hacer cosas. ¿Cuántas veces ha sido un enfado el que nos ha hecho reaccionar y tomar cartas en un asunto que nos estaba disgustando y lo hemos cambiado gracias a ello?
Enfadarse es algo que no se puede evitar, a pesar de que nos enseñan que es malo, feo y no está bien visto en la sociedad. Lo cierto es que resulta ineludible, algo que no puedes prever... ¿A que nunca dices "hoy me voy a enfadar a las cinco de la tarde porque me apetece y así lo decido"?... No, porque las cosas no suceden así, tú puedes estar tan tranquilo y de repente sucede algo que te ofende y salta la chispa sin más, sin avisar. Y esto es completamente natural, animal, instintivo, biológico. De hecho somos totalmente inocentes de sentir ira, eso no nos convierte en malas personas, si bien es cierto que somos completamente responsables de lo que hagamos con ese enfado.
En la infancia pocas veces nos enseñan qué hacer con el enfado (principalmente porque ni siquiera los adultos saben cómo gestionarlo). Entonces cuando sucede, tratamos de ocultarlo y luchamos contra nosotros mismos. Lo tapamos con más o menos éxito hasta que un buen día otro pequeño enfado hace como la gota que colma el vaso, estalla la ira y lo pagamos con quien menos tiene que ver, con la consecuencia de que hacemos sufrir a otros y a nosotros mismos por ello.
Es sano expresar las cosas cuando no nos gustan, en vez de dejar que el malestar se acumule. Para poder hacerlo con amor y sin herir a los demás, conviene pararse un momento antes para dejar que el fuego se calme y observar cuál es la causa del enfado, que generalmente viene por una decepción. Unas veces nos decepcionan los demás o la vida, otras veces nos decepcionamos de nosotros mismos... Y esto sucede porque teníamos expectativas que no se han cumplido: esperábamos que pasara tal cosa o que alguien se comportara de determinada manera,... y no fue así. Observa cómo te has sentido por ello, si profundizas seguramente encontrarás una sensación de abandono, de rechazo o de culpa. Cuando lo localices, respira... siéntelo... no hagas nada por cambiarlo (la mente siempre tratará de buscar soluciones). Sólo abrázalo, permítete sentir esa emoción, sin pelear con ella, sin querer apartarla de ti. Observa tus expectativas y date cuenta de la cantidad de control que aplicamos porque queremos que la vida y las personas sean como nosotros queremos. Pero las cosas no funcionan así, todo el mundo es libre y tiene el derecho de comportarse como quiera, incluso equivocarse y aprender de sus errores, igual que tú. Acéptalo.
Aceptar lo que sientes es la única manera en que podrás disolverlo. Y después conecta con el amor y la alegría que hay en ti. Perdónate, eres completamente inocente, es inevitable sentir. Eso es la vida, suceden cosas, las experimentamos y tenemos emociones que nos ayudan a crecer.
Tomate tu tiempo para observarlo, algunas veces tardarás 10 minutos y otras te llevará una hora. Tómate la molestia de hacerlo si realmente quieres poner paz en tu vida. Sé responsable. No podrás evitar enfadarte pero sí no sufrirás por ello y no harás sufrir a otros con tu comportamiento.
Esta es una de las técnicas que utilizo y se llama Integración Emocional, puedes ponerla en práctica si quieres porque es muy útil. Aunque a veces necesitamos a alguien que nos guíe y nos muestre esas partes de nosotros mismos que se nos escapan y que no podemos ver, en esos casos recomiendo una sesión terapéutica en la que uso otras herramientas como la Kinesiología, el Biomagnetismo, la Terapia Biocuántica y muchas más que pueden ser de gran ayuda para traer la paz y la alegría a tu vida, y sobre todo la claridad cuando uno se siente perdido o estancado.
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