Patricia Fernández Acosta. Psicóloga y Máster en Psicología Junguiana
La atención plena no es una práctica exclusiva del budismo, pero tal vez sea éste quien la ha desarrollado más sistemáticamente. Está presente en todas las tradiciones filosófico-religiosas del mundo entero. Así como Buda expresaba: "Estate alerta, Ananda", Jesús imploraba a sus discípulos: "Vigilad y orad", mientras que en los Yoga Sutra de Patanjali (India) encontramos a "Chitta Vritti Nirodha: El Yoga es el cese de las fluctuaciones de la mente".
Autores modernos como Gurdjieff, J. Krishnamurti y Jung, por nombrar sólo algunos, ven en este ejercicio sistemático una condición sine quanon para la integración de los procesos anímicos y la comprensión de los mismos.
La atención plena consiste en una "observación testigo intencionada". Esta intención tiene una cualidad exploratoria, fresca e incondicionada como la de un niño. Sin embargo, a diferencia de la psicología del niño, la intención en la atención plena no es ingenua. Es una observación integradora, dado su matiz neutro y amoroso; no rechaza nada de lo que percibe ni le opone resistencia. Lo acoge amablemente, inquiriendo a la Vida por el sentido de su presencia.
Ese testigo es semejante a un amigo muy querido que nos escucha amablemente, sin juzgarnos, bien dispuesto, y realmente queriendo entendernos.
Tres cuestiones psicológicas vinculadas con la atención plena
1. Si bien esta propuesta parece sencilla, pues la consigna lo es (observar la respiración, la postura, nuestro estado anímico, al entorno, con actitud curiosa, amable, neutra, que no prejuzga, no se resiste ni escapa a lo que observa, mientras hacemos algo, o sencillamente mientras estamos sentados meditando), sin embargo, ponerla en práctica y aún más, sostener esta práctica, incorporándola a nuestras vidas cotidianas no lo es. ¿Por qué? Porque nuestra educación occidental está orientada hacia el sentido exactamente opuesto. Se nos estimula a desarrollar una observación activa –no contemplativa–, que opine y salte rápidamente a conclusiones, operando sobre lo que llamamos "realidad". Es decir, se nos alienta a identificarnos y a actuar desde esas fuertes identificaciones parciales. Se nos promueve el desarrollo de una percepción focalizada y altamente unilateral, fragmentaria. Cuando esto es lo que hacemos a lo largo de muchos años, entonces, naturalmente, la propuesta de atención plena, la entendemos con la cabeza, pero nos es dificultoso instalarla como práctica diaria. De ahí que haga énfasis en todos los beneficios anímicos, vinculares y orgánicos, pues vale la pena el intento una y otra vez. Y si esto hacemos, en determinado momento del proceso anímico, este modo de percepción ubicua (presente en todas partes), vincular y vinculante, pasará a predominar, y lo infrecuente serán los momentos de percepción unilateral yoica.
2. Esta práctica lleva al despliegue de una facultad anímica nueva. Los seres humanos disponemos de cuatro funciones psíquicas, las cuales tenemos desarrolladas de modo desigual. Estas son: percibir con los cinco sentidos (capacidad sensorial), sentir (sensibilidad), capacidad de razonar (reflexión), ver con ojos internos (intuición). La práctica de la atención plena posibilita la manifestación de una capacidad que integra estas cuatro funciones. Podríamos relacionarla con lo que Jung denominó Función Trascendente. Es una capacidad metacognitiva (más allá del conocimiento), ubicua, sistémica, no centrada en el yo. Esta nueva capacidad emergente modifica radicalmente nuestro modo de percibir las relaciones y nuestro lugar en el mundo. Pues nos percibimos formando parte de un entramado sumamente complejo que trasciende, y en mucho, el pequeño ego controlador y planificador unilateral, de modo que las identificaciones parciales van cayendo una a una, cambian dramáticamente las prioridades ya que al instalarse una percepción holográfica dejan de tener sentido las rencillas egocéntricas y las luchas de poder. Lo más curioso, tal vez, es que la existencia comienza a moverse con fuertes sincronicidades y se hace evidente el kairós, el momento oportuno: todo parece fluir más armónicamente y la separación absoluta mundo externo/mundo interno, cesa. Seguirá habiendo alegrías y dolores, estrecheces y expansiones, sin embargo todo esto acontecerá dentro de un marco pleno de sentido, en el cual sentiremos que todo pasa y que lo que prima y permanece es un propósito pleno de sentido.
3. Como psicóloga, percibo que ésta constituye el jasidut, o núcleo, de todo proceso terapéutico, y como tal, los profesionales de la salud pueden aplicarla en los diferentes casos psicológicos, pues es una práctica saludable para cualquier trastorno neurótico.
Krishnamurti expresó en sus Obras Completas: "Hay dolor; no me aman, mi hijo muere, etcétera. Hay una parte de mí que exige saber por qué, exige una explicación, los motivos. Otra parte de mí padece angustias por distintas razones. Y también hay otra parte de mí que quiere liberarse del dolor. (...) Entonces, si una parte de mí rechaza el dolor, le ofrece resistencia, otra parte busca una explicación, está presa de teorías, y otra parte escapa al hecho, ¿cómo puedo comprender totalmente al dolor? Sólo cuando soy capaz de una comprensión integrada tengo posibilidad de liberarme del dolor. Pero si soy desgarrado en diferentes direcciones, el dolor no me revela su verdad...".
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