Emilio Carrillo
El yoga que se ha extendido por Occidente suele ir muy unido a la práctica de ejercicios físicos. Sin embargo, el yoga es mucho más, pues se dirige a propiciar una radical transformación externa e interna del ser humano.
Remontándonos a su raíz, el término "yoga" procede del sánscrito y puede traducirse como "colocar el yugo", siendo un cognado de la misma rama indoeuropea de las palabras castellanas "conyugal" y "cónyuge" (persona unida a otra en matrimonio). Por esto, yoga hace referencia a "unir" o "juntar". Un significado que presenta indudables coincidencias con el que se concede al vocablo "religión", procedente del latín, desde la interpretación propuesta por Lucio Lactancio hace casi dos mil años, como "religar" o "volver a enlazar" lo que ya, de por sí, está estrechamente vinculado.
Esta aproximación etimológica ofrece una notable pista acerca de la naturaleza y objetivos del yoga. Ahora bien, "unir" o "religar"... ¿qué? Pues la apariencia en la que efímeramente estamos encarnados con la realidad esencial y perenne que somos: el pequeño yo físico, emocional y mental con el Yo Superior que configura nuestro auténtico ser y despliega su existencia más allá de las envolturas físicas, las autolimitaciones mentales y las falaces dualidades, divisiones, separaciones y distracciones propias del plano material.
De ahí que el yoga se haya definido tradicionalmente como la ciencia que enseña el método para la Realización de la Unidad, posibilitando la toma de consciencia sobre nuestra genuina esencia, plenamente integrada en la Unidad que subyace bajo la diversidad, y a cristalizarla en la vida diaria en la que ahora se despliega nuestra existencia física.
A tal estado de Realización se refiere el Khata Upani-shad: "Cuando los sentidos están en quietud, cuando la mente se encuentra en reposo, entonces, dice el sabio, se puede alcanzar un estado más elevado. Esta calma de los sentidos y la mente es lo que se define como Yoga". Como puede observarse, la elevación del sabio se asocia a la calma de los sentidos y la mente, algo en lo que insiste la Bhagavad-gītā: "El equilibrio se llama Yoga (...) Yoga es la destreza en la acción (...) Semejante a una llama de lámpara inmóvil que arde en ambiente quieto es el yogui de mente subyugada, que se abstrae en la contemplación del verdadero Ser".
En esta misma línea, los Yogas-Sutras de Patanjali suman a la definición de yoga como Realización de la Unidad otras dos. Así, en el segundo de los 196 aforismos que lo componen, se enseña que yoga es la inhibición de las modificaciones de la mente, esto es, el cese de los movimientos y turbulencias emocionales y mentales. Y más adelante, en el aforismo 53, se indica que se practica yoga para atenuar las causas del sufrimiento, también llamadas aflicciones o "kleshas".
Entonces, ¿qué es yoga?, ¿la Realización de la Unidad, la inhibición de las modificaciones de la mente o paliar las causas del sufrimiento? Afortunadamente, no tenemos que elegir: el yoga es las tres a la vez porque las tres son distintas perspectivas y fases desde las que contemplar una misma cosa: la meta final del camino del yoga es la Realización de la Unidad y la liberación progresiva de las causas del sufrimiento, para lo cual es necesario desarrollar la capacidad de inhibición voluntaria de las modificaciones de la mente, mediante su conocimiento y control gradual.
Téngase en cuenta que, por más que pueda extrañar observando el devenir de la humanidad y la sociedad actual, la Realización de la Unidad ("nacer de nuevo", lo denominó Cristo Jesús) es la verdadera vocación y destino de todo ser humano, llamado a vivir por pura lógica desde lo que realmente es, su esencia imperecedera, y poner al servicio de esta la presencia/apariencia perecedera en la que ahora se halla encarnado.
Pero esta Realización no se produce de pronto, súbitamente o de improviso, sino que es resultado de un proceso, de un Camino... Y para avanzar en él, es radicalmente imprescindible sosegar las perturbaciones emocionales y mentales. No en balde, si se mantienen en nosotros, quedamos atrapados y abducidos por ellas y en ellas, sin capacidad para levantar la mirada, percibir que la vida es mucho más que esas modificaciones de la mente y recordar que nosotros mismos somos mucho más que nuestro pequeño yo pasajero.
En cuanto a las causas de las aflicciones y el sufrimiento humano, solo desaparecerán en la medida que vayamos saliendo de la amnesia sobre lo que somos. Es el olvido o ignorancia de lo que somos lo que nos lleva a identificarnos con lo que no somos, dado que es efímero. Y es ese olvido o ignorancia lo que provoca tanto el sufrimiento como las alteraciones emocionales y mentales, diluyéndose paulatinamente tanto lo uno –el sufrimiento– como lo otro –las modificaciones de la mente– cuando progresamos en el Sendero de la Realización y, por ende, en el recuerdo de nuestra legítima y fidedigna naturaleza.
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