Adolfo Ramón Ordóñez
Doctor en matemáticas
La astrología se fundamenta en las innumerables correlaciones que existen entre nuestra psique y el cosmos. Entre estas, algunas son "causales" y otras son "acausales" (o "no causales"). En efecto, es claro que, de las cuatro interacciones conocidas por la física (la gravitatoria, la electromagnética y las dos nucleares, la débil y la fuerte) solo las dos primeras son capaces de producir efectos muy evidentes, considerables y continuos en nuestra escala, ya que las dos interacciones nucleares, si bien intervinieron (e intervienen) en la formación de toda la materia y la radiación cósmica, generan efectos menos notorios en nuestra escala, salvo cuando ocurren excepcionales (para nosotros) sucesos astronómicos catastróficos, tales como explosiones estelares, supernovas, etcétera, que llegan hasta el sistema solar.
Además, ¿quién tiene derecho de "asegurar", sin ningún género de dudas, que las "cíclicas danzas" que los astros efectúan con respecto a la Tierra, y que producen lo que los antiguos sabios llamaban "la Música de las Esferas", no pueden causar efectos en la psique, como lo hace cualquier música?
Por otro lado, las correlaciones acausales que prevalecen en la astrología son de tipo "sincronístico", en el sentido de Carl G. Jung. Es decir, son relaciones no causales –pero "significativas" para alguien– entre los procesos psicológicos "interiores" de la psique, y la dinámica de los astros y constelaciones "exteriores" del cosmos. Estas son como las correlaciones acausales de la física cuántica, según le explicó a Jung el premio Nobel de Física Wolfgang Pauli –quien fue paciente del genial psiquiatra suizo–. No es difícil comprender como pudo semejante sujeto interesarse en las revolucionarias explicaciones de Jung. En efecto, ese físico había experimentado muchas veces "en carne propia" lo que sus colegas denominaban el efecto Pauli. Es un ejemplo muy sencillo de sincronicidad. Como él siempre fue un genial físico teórico, pero le disgustaba mucho hacer trabajos prácticos de tipo experimental (y su parte psíquica emocional estaba tan desequilibrada, razón por la cual había acudido a Jung) sucedía que, ni bien Pauli entraba a un laboratorio de física para cumplir con la "desagradable" tarea de realizar un experimento, se rompían montones de cosas, "solas" y sin tocarlas, desde tubos de ensayo hasta máquinas muy complejas.
Otros ejemplos muy comunes de sincronicidades son los numerosísimos "encuentros casuales" con personas de las que justo nos habíamos acordado ese mismo día, o el día anterior. Jung contó muchos ejemplos más finos, como la de su paciente que, mientras le describía un sueño con un escarabajo dorado, justo golpea la ventana de su consultorio lo más parecido a un escarabajo dorado que se puede conseguir en Suiza. Y, además, eso ocurrió en una etapa de su tratamiento que se ajustaba perfectamente con el simbolismo del escarabajo, según aclaró Jung. Otra paciente había caído en un "pozo depresivo", y mientras la estaba atendiendo, le cuenta que se le había hundido un pozo ciego en su jardín.
Pero, volviendo a las sincronicidades en relación con la astrología, hemos de decir que Jung hizo importantes aportes uniendo la astrología a la psicología, y lo hizo siguiendo una metodología científica, y con el uso de estadísticas.
Aprovechando la profunda conexión que mostró Pauli de las sincronicidades de Jung con la física cuántica, también quisiera valerme de la Interpretación de la Cuántica debida al físico David Bohm, por la claridad que –a mi juicio- introduce con sus dos órdenes, plegado (o implicado) y desplegado (o explicado) con los que describe al cosmos.
La idea, expresada muy sintéticamente, es que la realidad que percibimos, esencialmente es el despliegue de un orden holográfico plegado en constante holomovimiento, para decirlo al estilo Bohm. Este último es el substratum fundamental que constituye los cimientos del universo, por así decir. De allí que la información que dinamiza al Todo Universal se refleja en cada una de sus partes. Por eso, vía el substratum plegado del universo, nuestra "parte psicológica" comparte información con la que guía la "parte astronómica", incluyendo a los astros y las constelaciones. De ahí que estos últimos puedan estar sincronizados con los procesos psicológicos, y servir así sus posiciones, ángulos (o "aspectos") entre ellos y sus movimientos en relación a nuestro planeta como "indicadores" de aquellos. Esto se relaciona con la no localidad y los entrelazamientos cuánticos que conectan todas las cosas.
Sin embargo, es fundamental advertir que no se trata de que los astros decidan y/o causen todo lo que nos ocurre (creencia que tanto ha perjudicado y desacreditado a la astrología), sino que sólo lo indican –para los astrólogos que sean capaces de descifrar sus encriptados mensajes–, así como nuestros relojes no producen el tiempo, sólo nos lo muestran. De modo que la bóveda celeste hace de espejo para que podamos contemplar nuestro "rostro" psicológico, y conocer nuestras características, limitaciones y oportunidades, así como sus variaciones según los ciclos y las fases de nuestra existencia. Estos últimos se pueden inferir –con técnicas astrológicas– y proporcionan datos de fundamental utilidad práctica que nos brinda la astrología, tan importantes como lo son para un agricultor las fechas más apropiadas para la siembra y la cosecha.