Elena Guerrero. Presidenta de la Asociación Mediterránea de Análisis Bioenergético
Hace mucho tiempo que emprendí mi aventura con la psicología, cuarenta años para ser exactos,. Cuando empecé en la Universidad de Murcia, mi intención fue hacer solo el primer curso, ya que era un trámite para seguir con una de mis dos vocaciones, la cinematografía y la medicina. Sin embargo, me resultó tan fascinante la materia que decidí continuar, pero desde otra visión menos ortodoxa.
Me trasladé a Valencia para seguir estudiando y, visitando a un familiar, vi en su estantería un libro que me llamó la atención, "El cuerpo tiene sus razones", de Therese Bertherat y Carol Bernstein. Le dije que me lo prestara y comencé a leerlo en el viaje de vuelta a casa por vacaciones. Recuerdo que estaba en el autocar que me llevaba al pueblo y, a medida que iba leyéndolo, sentía como me emocionaba. Descubrir que mis sensaciones y pensamientos no eran raros, y que alguien estaba explicando mis propias ideas y sentimientos, me llenó de alegría. Acababa de encontrar cual sería mi trayectoria en psicología: "el cuerpo", entendido como una unidad funcional, como una estructura dinámica donde las emociones, sentimientos, pensamientos, relaciones, reacciones físicas y químicas, forman parte de un todo. No somos piezas aisladas e independientes, somos una globalidad donde todo repercute en todo.
Mis ganas de seguir explorando me llevaron a descubrir a W. Reich y a A. Lowen, cuyo trabajo me pareció tan interesante que me puse en contacto con el Instituto Español de Análisis Bioenergético, donde realicé mi primer aprendizaje. Al poco tiempo de haber completado mis tres años de formación, establecí comunicación con la Asociación Madrileña de Análisis Bioenergético, la cual formaba parte del International Institute for Bioenergetic Analysis, de Nueva York, donde estaba A. Lowen (creador del Análisis Bioenergético), por lo que decidí seguir formándome con ellos, tanto a nivel teórico como vivencial. Realicé mi propio proceso psicoterapéutico, centrado en el cuerpo, trabajando a su vez en dos ocasiones con Lowen.
Ya era analista bioenergética, pero el camino no acabó aquí. Fascinada por el trabajo psicocorporal, seguí explorando en esta dirección.
A. Lowen define la energía como "aquello cuya presencia o ausencia determina la ausencia o presencia de vida". Aunque también podríamos decir que la energía es el trifosfato de adenosina (ATP) que se produce en las mitocondrias, situadas en todas las células de nuestro cuerpo. En realidad estamos diciendo lo mismo, si no hay ATP no hay vida.
Por esta razón Reich y Lowen trabajaron desde la energía, en sus aspectos tanto cualitativos como cuantitativos (cantidad de energía). Cuando estamos deprimidos, sin ilusión, sin proyectos, perezosos no tenemos energía y por el contrario una persona saludable está llena de vida (energía).
Nuestras vías de carga son la alimentación (micronutrientes) y la respiración.Todos los nutrientes que tomamos son transformados en ATP para que luego la célula pueda realizar la respiración celular y así conseguir energía. La descarga se realiza con el movimiento, con la expresión tanto verbal como corporal. Lo saludable es tener un equilibrio entre la carga y la descarga energética.
En nuestra vida cotidiana estamos expuestos constantemente a situaciones que varían nuestra homeostasis (equilibrio entre los sistemas) y nos llevan a estados estresados. Si el estrés es puntual no hay ningún problema porque al poco tiempo volvemos a nuestro equilibrio. Sin embargo; si permanecemos en un estado de estrés continuado –aunque nos acostumbremos a ello y nos parezca normal–, nuestro organismo va poco a poco perdiendo energía.
Es como un veneno lento pero seguro que nos pertuba y mina nuestra vitalidad, dejándonos, por tanto, sin la fuerza ni la claridad suficiente para resolver nuestros conflictos de pareja, de trabajo o con nosotras/os mismas/os. Nos sentimos más perezosos/as, cambiamos nuestra manera de comer, ingerimos grandes cantidades de comida basura que altera nuestra bioquímica y nos sentimos inflados y engordamos. Altera nuestro descanso, dormimos mal y poco, con lo cual no podemos ni descansar ni reparar nuestros tejidos. Como consecuencia, al día siguiente estamos más nerviosos/as, más cansados/as y creamos un círculo vicioso de donde es difícil salir. En muchos momentos no podemos resolver lo que nos perturba y es entonces cuando tenemos que crear una manera de sobrevivir, creamos una coraza (una manera sistemática y repetitiva de defendernos y resolver cualquier tema de la misma manera, y de donde no podemos salir). Aquel abrigo que en invierno nos ayudó a sentirnos bien nos ahoga cuando llega el verano. Nuestra coraza, que en principio es una ayuda, nos calma la angustia y nos da argumentos para estar más tranquilos, a lo largo del tiempo se convierte en una cárcel.
Estamos atrapados. Nos desconectamos de nosotros mismos porque no estamos ni educados ni acostumbrados a escuchar nuestro cuerpo. Nos asusta sentirnos, ser conscientes de nuestra vida. Estamos más familiarizados con las hipotecas y con la angustia que generan, pero esto es "normal". Gran palabra que parece que lo resuelve todo, "normal".
Pero en verdad tenemos la capacidad de estar con nosotros, de resolver nuestra vida y decidir lo que queremos, pero para esto no hay que dejarse engañar. Y el primer engaño es alejarnos de nuestra verdadera identidad, de quiénes somos y cómo somos. Nos encanta gustar a los demás, sentirnos queridos mirados con cariño y aceptación, y para ello es fundamental ser leales a nosotros mismos, a nuestra propia identidad.