Aurelio Álvarez Cortez
Cuando llega el final de un año y está a punto de empezar otro, la ilusión parece dispararse por numerosas razones, motivos o excusas… Y es precisamente de la ilusión que hablamos con Lecina Fernández, que acaba de presentar en sociedad su último libro, “Ilusión positiva. Una herramienta casi mágica para construir tu vida” (editorial Desclée De Brouwer). Lecina es licenciada en psicología, especialista en psicología clínica y máster en psicología clínica. Con una experiencia de más de tres décadas, ha ejercido su profesión en la sanidad pública de Valencia y en la actualidad en su despacho profesional en Madrid. Ha compaginado la práctica clínica con la docencia y la investigación. Miembro de la Asociación Española de Psicología Clínica y Psicopatología (AEPCP) y de Psicoartaes, es autora de libros, estudios y artículos. Colabora en prensa y radio y lidera actividades para acercar la psicología a las personas. Fundó y dirige Lab Ilusión, Laboratorio de investigación, formación y divulgación de la ilusión.
-¿Qué te motivó escribir sobre el tema de la ilusión?
-Fue a partir de Zoide, un personaje de ficción de uno de mis libros, cuyo nombre lo extraje de espermatozoide porque era muy pequeño, como una ilusión que va creciendo. En aquel libro todo era bonito, pero la vida no es solo así… En mi trabajo clínico de 30 años he escuchado a personas que comentan su angustia, por tristeza o ansiedad, que dicen “ya no tengo ilusiones, las he perdido”. Así me di cuenta de que la ilusión era como un medidor y decidí investigar más. La ilusión tiene dos acepciones: una negativa, como engaño o alteración en la percepción de los sentidos, algo que no existe, y otra positiva, en el sentido de esperanza, de alegría, de algo por venir. En el nuevo libro hablo de esta última, la positiva.
-La ilusión puede ser una montaña. Si no se llega a la cima, existe el riesgo de caer en la desilusión.
-Yo hablo de la escalera de la ilusión, porque es un peldaño detrás de otro. El primero es la motivación y al mismo tiempo se disparan otras emociones positivas, como el entusiasmo, la confianza en nosotros mismos. Esa escalera se sube aunque haya dificultades que enfrentar dificultades o esfuerzos que realizar, y finalmente se produce una satisfacción. Al mismo tiempo de estar ilusionado, se sabe que tal vez no se cumpla aquello que ilusiona, pero la ilusión tiene fuerza y empodera. Aun sabiendo que puedes no lograrlo, eso no impide ir a por ello. Nos vemos con todas esas características que yo llamo elementos.
-¿Cuáles son esos elementos?
-Los he obtenido a través de estudios que he ido realizando. En el primero, de carácter cualitativo, hice preguntas abiertas como “qué es para ti la ilusión”. Coloqué una urna y papeletas de colores, donde había que poner sexo, edad, profesión. Quienes respondieron utilizaban unos elementos para definir la ilusión: “es la alegría de levantarme por las mañanas”, “la fuerza que te lleva a conseguir lo que quieres”, “la confianza en ti mismo de saber que lo vas a lograr”, “ese motor que te anima para…”. Luego establecí categorías y por último obtuve un total de diez elementos. En el siguiente estudio, ya a nivel nacional, en una encuesta que apoyó el Colegio de Psicólogos de Madrid y la Fundación de la Once, preguntamos a 3.200 personas “en qué medida asocia usted la ilusión con la alegría, con la confianza en uno mismo”, etcétera. Entre otras conclusiones, establecimos que la ilusión es más fuerte que los miedos y la vergüenza.
-¿El concepto de ilusión es distinto aquí, en España, que en otros países o regiones del planeta?
-Cuando me interesé por este tema leí un breve tratado sobre la ilusión escrito por el filósofo Julián Marías, quien comenta que esta acepción positiva solo existe en el idioma español. Y en Hispanoamérica, por ejemplo, el sinónimo de ilusión sería sueño, como en Estados Unidos.
-¿La imaginación no es un elemento de la ilusión?
-No la nombro entre los elementos porque la gente no la ha utilizado. Pero la imaginación es fundamental porque constituye el primer habitáculo donde vive la ilusión. La ilusión es más que una emoción. Empieza a nivel cognitivo con la idea de lo que tú quieres hacer y es una proyección personal hacia adelante, como decía Julián Marías. La primera vez que aparece en la literatura como sinónimo de esperanza de algo que está por venir es en los versos de José de Espronceda, en la época del Romanticismo. La ilusión no es esperar a que suceda, sino que yo voy a por ello. Todo lo bueno aflora para conquistar eso que quiero. Y esto está primero en la imaginación. Entre el presente y el futuro reside la imaginación. Como psicóloga, veo la conducta que no solo es imaginación, sino el paso a la acción, se ponen en marcha las fortalezas, las habilidades, las estrategias, la actitud, elementos para conseguir lo que se quiere.
-La realidad parece conspirar contra la ilusión. ¿Hay que entrenarse para conservarla?
-Hoy sí, y tenemos que defenderla por todo lo que aporta. La ilusión empodera. Es mucho más fácil hacer las cosas cuando uno está ilusionado. El miedo, la vergüenza, la timidez, todo lo aparco y voy adelante. Creo en mí mismo y en mis capacidades. En el mundo anglosajón esta palabra no existe y en psicología no la hemos estudiado nunca, aunque lo más cercano posible sería la motivación intrínseca. La ilusión lleva implícitos términos como motivación, fluir, elevación… Cuando estamos ilusionados todo fluye. La ilusión es un diamante que lo tenemos en bruto. Estamos tan acostumbrados a que la poseemos que no la trabajamos. Uno de mis empeños es convertir la ilusión en una herramienta de crecimiento personal porque posee un gran abanico de cualidades, y es muy interesante usarla para crecer en ámbitos como la familia, la escuela, el trabajo, socialmente.
-En celebraciones como la Navidad o Reyes los niños viven especialmente esa ilusión de la que hablas.
-En estas fechas me preguntan si vale la pena hablar con los niños de estos temas, por qué educar en esa tradición si luego la vida será muy desilusionante. Yo considero importante educar en estas cuestiones porque es el primer recuerdo que las personas tienen en su vida. Con los Reyes no estás esperando solo su llegada, tú te debes implicar porque si te portas bien es más probable que te traigan regalos.
-¿Vivir por objetivos no es "muy triste"?
-La ilusión tiene de mágico justamente que no es por objetivos, sino por esa proyección de ser, lo que soy ahora y lo que me gustaría llegar a ser conmigo y los demás. En las asociaciones de elementos que he puesto, la más alta puntuación en cuanto a valor de cero a diez, y el más alto porcentaje de personas que contestan, se relaciona ilusión y personas. Por ejemplo, no es tener un coche, sin más, sino qué voy a hacer yo con ese coche, pues iré con mis hijos, iremos a la playa o a ver a la abuela, etcétera. La ilusión es una historia personal que tú imaginas, que aún no existe pero que la puedes hacer realidad. Una narrativa. Esto se diferencia de ir por la vida alcanzando metas, pero que no te llenan de espiritualidad. Con ambición consigues objetivos, pero a veces no es suficiente. Antropológicamente siempre ha existido esa otra forma de conectar con el mundo, que algunos llaman religión, otros espiritualidad.
-Los niños lo tienen muy claro: al cumplir una ilusión disfrutan intensamente, como si se detuviera el tiempo, mientras que los adultos se ponen a pensar en el próximo objetivo. Pierden la experiencia.
-Cuando tienes la ilusión de estar en París, por ejemplo, ya estás allí. La ilusión es capaz de yuxtaponer pasado, presente y futuro a la vez. El ser humano es capaz de hacer eso, pero en el día a día no nos damos cuenta. Pensamos y sufrimos estresados por lo que no hicimos ayer y por lo que tengo que hacer mañana. En el instante, la ilusión da valor a las cosas del momento, y al mismo tiempo proyecta al futuro, tiene poder de trascendencia.
-Decálogo de la ilusión, rueda de preposiciones… ¿qué destacas de todas estas técnicas que propones para fomentar la ilusión?
-Fui creando estas técnicas en función de los elementos de la ilusión. Se pueden usar a nivel individual o profesional en el momento en que se considere más oportuno. La rueda de preposiciones es para la prevención primaria. Se juega con las preposiciones gramaticales con el fin de estimular la imaginación y con reflexiones de los que participan para ver los diversos matices de la ilusión. Con cada una de las preposiciones se pueden construir frases con esa finalidad.
El decálogo aparece en un libro anterior, pero sin la estructura como tal. La ilusión no es una receta y tampoco se trata de chasquear los dedos. Es un proceso creativo, que cuesta, y si desde pequeños estamos entrenados, creceremos con esa habilidad más fácilmente, de ahí la importancia de mantener viva la tradición de los Reyes Magos, con la que aprendemos a diseñar historias propias, personales.
-¿Cuál es el círculo virtuoso de la ilusión?
-Cuando estoy bajo de ánimo no hago cosas, por tanto no recibo nada a cambio, tengo cada vez menos ánimo y voy perdiendo energía, encerrado en una espiral, sin hacer nada. En cambio, está la posibilidad de crear una nueva ilusión: la pongo en marcha, despierto todo el potencial de habilidades que hay en mí para activarlas, lo voy consiguiendo y como consecuencias me siento más fuerte, lo tengo más fácil, transformo la realidad y estoy dispuesto a empezar otra vez. La ilusión es la magia de cambiar la realidad, transformarla.
-¿Todo lo que se desea es "conveniente"?
-Veamos. Un adolescente quiere una moto, que puede llevar a una tragedia, a una competencia con los amigos o compañeros que puede terminar mal… La Rueda con las Proposiciones se presta mucho para un coloquio, es muy estimulante para la reflexión. En grupo de jóvenes es ideal porque tienen que pensar por qué estamos ilusionados, hasta dónde.
El deseo se entiende de dos maneras: una, que la estudiamos como tal en psicología, es que el deseo se origina por una carencia del pasado, deseo comer para calmar algo del pasado; y otra, según el filósofo francés Gilles Deleuze, es el deseo constructivo, que se proyecta de ahora hacia adelante, y que se entiende como positivo. ¿Se pueden desear cosas que no son “buenas”? Estudiar, se supone, puede ser “bueno”, pero depende de lo que estudies. En este terreno, la ilusión entra como cualquier otra actividad que puede ser “buena” o “mala”, dependiendo de la naturaleza del humano. Pero aquí no asociamos a la ilusión con cosas “malas”.
-Qué importante es abrir estos espacios reflexivos en el ámbito educativo, en lugar de aprender contenidos que no son útiles y tampoco invitan a la reflexión.
-Es cierto que cualquier información la tenemos apretando un botón en el ordenador, pero la educación ahora va más hacia proyectos, más relacionada con la ilusión. No es lo mismo estudiar lo que te ilusiona, te puede interesar o motivar, que hacerlo con un temario al que no les ves ningún sentido.