Jenny Moix
Nos quejamos de ir estresados, de que nos falta energía, de estar agobiados... pero en realidad lo que nos pasa es simplemente que andamos despistados. Nos hemos distraído. Nos hemos olvidado de lo esencial.
Justo en el punto céntrico de un huracán es donde hay más quietud, más calma. Y nosotros nos pasamos la vida en la periferia, zarandeados por el vendaval, alejados del centro. Sólo desde ese centro podemos advertir lo superfluo de nuestras vidas. En ocasiones puntuales, generalmente después de algún gran sufrimiento, la existencia nos coloca en el epicentro para que nos demos cuenta de los asuntos tan equivocados en donde hemos colocado "la importancia". Así, desde allí podemos tener vislumbres de que vivimos en la periferia alejados de lo sustancial. Esas visiones tan lúcidas suelen ser fugaces, el huracán tarda poco en volvernos a engullir.
Podríamos afirmar que ese huracán es la sociedad con todas sus normas y valores, y estaríamos en lo cierto. También podríamos asegurar que ese huracán somos nosotros y todavía acertaríamos más. Darnos cuenta de que el tornado no es la sociedad sino nosotros mismos es sin duda el paso primordial.
De hecho, no somos nosotros, sino nuestra mente programada la que nos coloca en la periferia huracanada. ¡Y es que nosotros no somos nuestra mente! Para darnos cuenta de esta realidad basta cerrar los ojos cinco minutos e intentar estar atentos solamente a la respiración. A no ser que seamos expertos meditadores, resulta imposible, nos entra en la cabeza todo tipo de pensamientos. Ahora estamos pensando en la tortilla de patatas que nos vamos a comer, ahora en el email que tenemos que enviar. Pero lo más probable es que, de vez en cuando, una parte de nosotros se dé cuenta de que se ha ido y centre otra vez la atención en la respiración. Así que cada uno de nosotros somos dos: los pensamientos y la parte que se da cuenta de los pensamientos. Esas dos partes suelen denominarse la mente del mono, porque los pensamientos son como los monos que van saltando de rama en rama, y el yo observador, esa parte que mira los pensamientos, la que se da cuenta de que se ha distraído.
El despiste que llevamos encima es consecuencia de que "la mente del mono" es la que controla nuestras vidas. Una mente que se pasa el día saltando del pasado al futuro. Y pocas veces se encuentra centrada en el aquí y en el ahora, que es justo donde podemos encontrar la paz porque ¿qué problema tenemos justo en este preciso instante? Ninguno. Si nuestra respuesta no es ésta, es que nos encontramos enjaulados dentro de la mente.
El problema de la mente es que no calla. Vivimos dentro de su constante parloteo. Nos va diciendo todo lo que nos falta por hacer, nos va pintando escenarios negros, nos exige, nos culpa... Una mente que para algunos puede ser solo un incordio y para otros un auténtico martirio, de ahí tantas depresiones y ansiedades.
Pero el problema principal no es la cháchara de la mente, lo realmente grave es que ¡nos creemos todo lo que nos dice! Si le da por decirnos que somos inútiles, que algo va a salir mal, que somos culpables... nos lo creemos.
Si nos regalaran la lámpara del genio y le pudiéramos pedir un solo deseo, quizás le pediríamos mucho dinero, un nuevo trabajo, una pareja, un cuerpo ideal... pero nos equivocaríamos. El deseo más sabio que podríamos pedirle es ser plenamente conscientes de que vivimos dentro de una mente programada por una sociedad loca y de que su parloteo es el que determina nuestros estados de ánimo, nuestra felicidad. Alguien podría argumentar que ese deseo no serviría de mucho porque de hecho eso ya lo sabemos y no nos sirve para nada.
Sin embargo, creemos que lo sabemos, pero esa realidad solo la tenemos procesada a un nivel muy superficial de nuestro intelecto, no somos conscientes plenamente de ella de forma constante. Si lo fuéramos, no nos creeríamos esos pensamientos que entran sin pedir permiso en nuestras cabezas y nos apartan de la paz del aquí y el ahora.
La mente anda suelta todo el día. Andamos con el piloto automático, olvidando vivir lo que la vida nos regala. El título "Mi mente sin mí" se refiere a eso, a que nuestra mente anda sola. El libro* se dedica a explicar cómo funciona la mente y sobre todo cómo podemos mejorar la relación que mantenemos con ella; esto es, nos ayuda a averiguar cómo podemos relacionarnos mejor con nosotros mismos para no vivir en la periferia del huracán sino centrados en lo esencial.
La autora acaba de publicar "Mi mente sin mí", editado por Aguilar.