Emi Zanón.Escritora y comunicadora
Cuanto más mejore la igualdad, más mejorará el mundo: #EquilibrioparaMejor". Así reza el lema elegido este año para la celebración del Día Internacional de las Mujeres 2019 (International Women Day 2019: #BalanceforBetter).
2018, a raíz del movimiento "Me Too", ha marcado definitivamente un punto de inflexión muy importante en nuestro siglo XXI, un punto de inflexión que deja de manifiesto que estamos caminando con paso firme por la nueva Era de la Feminidad para hombres y mujeres, que hace de contrapunto y equilibrio a una era masculina que ha perdurado por más de dos mil años.
Una era femenina para ambos sexos en la que la igualdad, la armonía y el amor incondicional serán una realidad. Y no lo dudo, pues cada vez son más las acciones y los trabajos que, llevados a cabo por hombres y mujeres de diferentes generaciones e ideologías, se realizan para dar visibilidad a las mujeres tanto de nuestros días como a lo largo de nuestra historia, y no porque sean o hayan sido invisibles, sino porque no se les ha querido ver, o no se les ha dejado, o no se han atrevido. Un merecido reconocimiento a la mujer por su importancia en el mantenimiento del equilibrio de nuestra sociedad, de su papel mediador a lo largo de los siglos, bien de manera individual o colectiva.
Concluyendo pues la segunda década del nuevo milenio, podemos sentirnos orgullosas de los logros conseguidos hasta el momento que nos llevan, paso a paso, hacia una sociedad igualitaria, inclusiva y diversa. Como se recoge en el punto número 5 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible propugnado por la ONU "Planeta 50/50 para el 2030", la realidad demuestra que las organizaciones igualitarias e inclusivas son las que mejor y mayor rendimiento ofrecen, con el consiguiente desarrollo de nuestro máximo potencial.
Dedicar todas nuestras energías para conseguir un lugar digno a cada una de las mujeres de nuestro planeta, independientemente de su condición social, sus propias leyendas personales y sus propios recursos, es nuestro deber moral. Y muy especialmente a las mujeres del Tercer Mundo. En la etnia mossi (Burkina Fasso), por citar un ejemplo, la crueldad se ceba con las mujeres viudas o ancianas sin recursos que son acusadas de brujería y se les culpa por la muerte de sus maridos e incluso de su longevidad.
Queda mucho trabajo por hacer, es cierto. Pero también lo es que cada vez hay más personas comprometidas con su entorno y consigo mismas, con su propio crecimiento personal, que le aporta la confianza y la fuerza necesarias para saber que somos capaces como especie de crear un mundo mejor, en el que ya no tengan cabida los 800 millones de personas afectadas por el hambre, ni la violencia de género, ni las guerras, ni las injusticias, ni la desigualdad.
Personas cada vez más conscientes de que hombres y mujeres tenemos, como decía Aristóteles, un telos, o propósito o fin último: la unidad, la verdadera unidad sustentada en una comunidad política bien construida, una educación igualitaria y unas leyes que propicien esa unidad e igualdad en la riqueza de las diferencias, pues no hay un solo ser humano igual a otro, ni físicamente, ni en formas de actuar, ni de razonar.
Estamos diciendo adiós a un mundo y construyendo otro, que nos llevará su tiempo, lógicamente, como nos ha llevado otros grandes cambios de paradigma sufrimos por nuestra humanidad. Un mundo nuevo que nos conduce hacia un pensamiento ilimitado, un nuevo humanismo, y una espiritualidad libre y universal: el Amor.
Os invito a celebrar y a vivir intensamente, con alegría y optimismo, estos nuevos tiempos de cambios que nos ha traído la anhelada Era de la Feminidad.