por Pilar Ivorra Ferrándiz Renacedora, Facilitadora en Constelaciones Familiares y Formadora
No es necesario recalcar de nuevo la importancia de la alimentación, no solo en el plano nutritivo, sino como medicina preventiva para evitar caer enfermos.
Mantener un estado alcalino en el cuerpo que evite la aparición del cáncer, masticar lo suficiente para que las digestiones sean ligeras, tomar los nutrientes en su justa medida, usar productos ecológicos siempre que sea posible para evitar tóxicos innecesarios, evitar los excitantes, etcétera.
Pues bien, si la alimentación es importante, también lo es el ayuno cuando se hace de la manera correcta. Solo en algunos pocos casos un ayuno puede no ser pertinente, en todos los demás y precisamente porque no siempre podemos comer ecológico, evitar las comidas rápidas, las conservas o el postre apetitoso cargado de azúcar... es importante que una vez al año le demos al organismo un merecido descanso y una depuración que nos viene bien a todos los niveles.
No se trata de adelgazar. Al menos no solamente, ya que el adelgazamiento es solo una consecuencia del ayuno terapéutico. Se trata de cuidarnos en el sentido más amplio de la palabra.
Hacer un ayuno, dejar de comer sólidos, y acompañarlo con infusiones que ayuden al cuerpo a limpiar los filtros: hígado, riñones, piel, etcétera, es un regalo para el ser humano en su totalidad. No solo descansa el sistema digestivo y se regenera, sino que le damos la oportunidad de limpieza y regeneración a todos los tejidos, a todos los órganos, a nuestra sangre. Y también a nuestra mente.
El ayuno es también, si uno quiere, una oportunidad para entrar en un estado de tranquilidad, un estado meditativo, para hacer introspección. Tenemos más tiempo, el que no vamos a dedicar a cocinar, llenar la nevera, comprar y comer. Y lo podemos usar para cuidarnos todavía más.
Es más fácil aprender a meditar cuando se tiene el cuerpo ligero que en la densidad de las digestiones. “Mens sana in corpore sano”, no hace falta recordarlo.
Aprovechar un ayuno para hacer introspección, para aprender alguna técnica de meditación, para conectar con la Naturaleza, son todos ejercicios que nos van a nutrir en otros niveles y que siempre queremos hacer pero andamos "escasos de tiempo".
Aprovechar también para darnos tratamientos en la piel y el cabello, baños de arcilla, ponernos nutritivos aceites naturales, dar largos paseos por el campo o la playa, son otras maneras de nutrirnos, tanto física como espiritualmente.
Los beneficios se notan rápidamente. En solo tres o cuatro días, dependiendo del grado de intoxicación del cuerpo, nos sentimos más ligeros, con mejor humor, ¡más alegres! Como si despertáramos de un largo letargo, tenemos más ganas de movernos, de hacer algún tipo de actividad, caminar, correr, practicar yoga...
Estamos deshinchados, las barriguitas se reducen, nuestra piel se tersa, el pelo brilla más y se ve más sano, dejamos de sentir molestias, por ejemplo articulares o de huesos, dolores de cabeza, etcétera, y también nos ayuda a mejorar los estados de ansiedad en los que "comemos para llenar un vacío", nuestro sistema inmunitario se activa y nos protege mejor, sentimos más tranquilidad ¡y estamos más ligeros de cuerpo y alma!
Por el simple hecho de ayunar, nos ponemos más en contacto con nuestro cuerpo y con nosotros mismos, más en comunión. Aprendemos sobre nosotros mismos, cómo funcionan nuestro cuerpo y nuestra mente y cómo hacer que funcionen mejor, más armónicamente, más en sintonía uno con la otra.
Por todo ello, el ayuno terapéutico, a ser posible asistido por un naturópata, es una herramienta poderosa de autoconocimiento y de autoayuda. Una medicina, tanto preventiva, como para algunas dolencias que ya existan, y una manera fácil y económica de mantener nuestro organismo en un estado óptimo.
Una vez se ha practicado con asesoramiento, podremos hacerlo por nuestra cuenta. No tiene que ser largo, unos pocos días bastan para limpiar, desintoxicar y poner en marcha el propio sistema inmunológico, sentirnos mejor y tener más ganas de cuidarnos.
Luego, como un seguimiento, un día a la semana podemos hacer un semiayuno, comiendo solo frutas, o caldos de verduras si es invierno. De esta manera alargamos durante todo el año el efecto del trabajo del ayuno terapéutico.
Uno oye la palabra ayuno y de inmediato piensa que va a pasar hambre, que es aburrido, que es un sufrimiento, y no sé cuantas cosas más. Nada más lejos de la realidad, es una experiencia bonita, de conexión con uno mismo y un gran acto de autoestima que nos refuerza en todos los aspectos, además de hacernos descubrir y disfrutar estados en los que solamente nos podemos encontrar cuando ayunamos.
Esta Semana Santa, me doy el lujo de mi ayuno anual guiada
por un especialista, ¡ya estoy lista, inscrita y preparada! ¿Te animas?
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