Juan Carlos Rodríguez
Suelo poner la grabación de una meditación guiada de la factoría Chopra —dicho esto con todo el respeto y aprecio que se merece el célebre maestro y médico indio, autor de Las Siete Leyes Espirituales del Éxito—, con la cual abro la mente, más tarde y fuera de la práctica. Me refiero a la que está dedicada a la llamada Ley del Desapego. “En el desapego radica la sabiduría de la incertidumbre”, comienza expresando la voz en off. Y es inevitable sentir un interés analítico, incisivo, que despiertan esas dos palabras: desapego e incertidumbre. La primera señala una vía de salida ante tanto cariño posesivo en la era del consumo. (A propósito: ¿seguiremos apostando por esta característica inducida por el sistema económico y social preconfinamiento?). Y la segunda, sesgo de la inquietud que se abre ante nuestros pies (en tiempos pospandémicos).
“Cuando salimos de nuestra zona de confort y abrazamos lo desconocido, nos rendimos al plan cósmico y nos abrimos al verdadero crecimiento y a la evolución”. En esta continuación de la meditación se abalanzan dos conceptos micro y macro del hombre: la consabida zona de confort (algo así como la cueva donde podemos sentirnos placenteramente y, al mismo tiempo, brasero donde podemos cocernos a fuego lento sin darnos cuenta) y el plan cósmico, del que desde antiguo nos vienen hablando libros y maestros sabios (por cierto, con poca fortuna en su comprensión).
A renglón seguido se escucha “hoy desprendámonos de cualquier deseo de controlar los eventos y a la gente en nuestro entorno, y confiemos en la incertidumbre”. El ego da un salto, alarmado y amenazante. ¿Cómo se puede dejar de intentar el control de todo lo que se pueda? Y… ¿confiar en la incertidumbre? Soltar y confiar. De eso se trata, ¡pero si no controlamos nada! Somos un milagro cotidiano sobre la faz de la Tierra (sería la prueba incontrastable de que, para ser así, Dios existe).
Pero para demostrar que aquello es posible, una explicación (razonable o no, pero explicación al fin). “La abundancia es un estado mental en el cual tú crees que eres intrínsecamente creativo. Reconoces que el universo es abundante y que tú eres parte de su expresión”. Son palabras del doctor David Simon, cofundador del Chopra Center, situado en La Jolla, California, ya fallecido.
Por ello, “si aceptas la idea de un universo ilimitado y abundante, abandonas el deseo de manejar las circunstancias y de forzar soluciones para manifestar tus deseos. Esta es la esencia de la ley del desapego”. Es decir, aquí está otra clave de lo que Enrique Martínez Lozano señala como desapropiación (perdón, Don Enrique por nombrarlo, pero fue inevitable).
De modo que “la ley del desapego nos enseña a centrar nuestra atención en lo que deseamos, en tomar los pasos necesarios para alcanzar nuestros sueños y luego encontrar la seguridad en la sabiduría de la incertidumbre, liberándonos de cualquier apego a los resultados. Un paso esencial para lograr nuestras metas”. Parece una paradoja: desapego, sueños y metas. Pero es una ecuación que posibilita una sincronía que en sí desactiva cualquier expectativa. Es reconocer el poder del océano que se expresará en cada ola que se alce para después regresar a su masa original.
Chopra lo expone de otro modo: “Piensa por un momento en una ocasión en que hayas tratado de recordar un nombre y que no lo hayas logrado. Finalmente, después de luchar por recordar el nombre, abandonas tu empeño; entonces, al poco tiempo, el nombre aparece en la pantalla de tu consciente. De la misma manera, lanzando tu intención al seno de la creación, sin ningún apego a los resultados, finalmente se cumple tu deseo”. Una vez más, apego, fuera.
Los límites del mundo físico, como el tiempo, el espacio y las oportunidades (aquí se agrega un componente que excede la física cuántica), no existen en realidad. Pero, prosigue el guion meditativo, “en el ámbito espiritual, las oportunidades son ilimitadas y no hay espacio ni tiempo. Lo que existe es la posibilidad pura, la potencialidad pura, que activa a través de tus pensamientos, creencias e intenciones. La abundancia surge de esta fuente ilimitada”. Llegamos a la Fuente, de la que tantas veces habló también otro maestro, Wayne Dyer. De ella mana la posibilidad, la potencialidad, que bien podemos canalizar mediante pensamientos, creencias e intenciones. Dyer insistía machaconamente en el poder de la intención. Viene a memoria algún vídeo en el que su figura y su palabra, en una cuidadosa puesta en escena, lo demostraban exquisitamente.
Con estas certezas de la incertidumbre, “libera cualquier pensamiento limitante, ve directamente a la fuente que se encuentra en tu interior y declara tu intención”. Liberar y declarar, ¿te resuenan estas acciones?
Pues, resumiendo, y en gerundio, pongamos en práctica la ley del desapego. “Desprendámonos de todas las expectativas de un resultado, permitiendo que todos y todo tengan la libertad de ser exactamente como son”. Cero expectativas, cero control. Ser (recuerdo de otro maestro, Fidel Delgado).
Y aceptemos la incertidumbre, observando “las soluciones y oportunidades que surgen espontáneamente de ella”, como también adentrémonos “en el campo de todas las posibilidades y permanezcamos abiertos a sus infinitas alternativas”.